Por Álvaro Bustos Barrera
Aprovechando que había terminado mi jornada laboral relativamente temprano, decidí un jueves por la tarde de mayo abrirme paso por el bullante barrio Italia, siempre colmado de gente y variedad de lugares donde poder beber unas copas, probar distintos tipos de comidas o simplemente vitrinear, con la idea de seguir entregando experiencias culinarias para los Sabores Ciudadanos.
Decidirse no es tarea fácil cuando la oferta supera los 50 locales alrededor y, más aún, si no tienes nada en mente.
Luego de aplanar unas cuantas cuadras del sector escuchando en mis audífonos “Inteligencia dormida” del músico nacional Pedro Piedra, me encontré de sopetón con una casona en calle Condell #976 casi esquina Marín, y un restaurante que no tenía en mi radar llamado El Madrileño. Pero hubo algo que llamó aún más mi atención: en una pequeña pizarra apoyada en la reja de entrada decía “marcha blanca”.
Mi reloj marcaba las 20:15 horas y no tenía reserva, pero sí mucha fe en encontrar una mesita disponible. Ingresé y una señorita vestida de negro salió a mi encuentro. ¿Buenas tardes, tiene reserva? me dijo. No, retruqué con algo de temor. Luego de un escaneo a mi persona, me sugirió acomodarme en un espacio reducido muy cerca donde preparan los cocteles, sin antes decirme que la carta podía verla en las historias de Instagram (@el_madrileño.cl).
El lugar es más bien pequeño, una iluminada barra a mano derecha con sus respectivos pisos, cerca de 10 en total y un par de mesas para dos y cuatro personas.
Hacia mano izquierda, por un pequeño pasillo, hay una especie de cava de vinos a la vista donde caben 36 botellas y otro comedor, algo más espacioso, donde pueden acomodarse en unas mesitas de mármol cerca de 20 personas. También cuentan con una terraza interior que puede albergar unos 25 comensales.
El concepto de El Madrileño, que abrió sus puertas hace poco más de un mes, es interesante y su carta es acotada, pero no menos atractiva, de la mano del reconocido chef Mathías González, junto a sus socios Francisco Lazo, Israel Rus y Ángelo Santibáñez.
Como buen boliche con tintes españoles, la idea es tapear, es decir, picotear pequeños bocados y maridarlos con cerveza de barril, la clásica sangría o con algún coctel de autor; eso ya dependerá de cada persona. Pero ojo, también cuentan con algunos clásicos platos de fondo.
Mi pedido aquella tarde-noche fue el pincho de morcilla ($3.500), un bocado individual con un pan de masa madre, una cama del embutido en base a sangre cocida, morrón y una aceituna sevillana para decorar en la superficie.
La tapa resultó ser un acierto con todas sus letras: masa crujiente, una pasta suave y las láminas del morrón hicieron un final tan redondo como perfecto.
También quise probar las croquetas de jibia ($6.800) otra opción que te recomiendo pedir. Vienen 6 bolitas rellenas con la carne blanca del molusco, salsa bechamel por fuera y un toque de cilantro. Al primer mordisco pude advertir todos los sabores de este picoteo y en conjunto con una sangría, resultó ser un match impecable.
Otra alternativa que no debes dejar pasar, es la clásica tortilla de patatas en su versión con cebolla y normal ($6.800) o la ensaladilla rusa de sierra ahumada ($3.500), bocata de calamares ($4.500), torreznos ($5.500) y caballa y ajo blanco ($6.800).
Ahora bien, si tu intención es ir de frentón a los platos de fondo, las opciones son los clásicos callos a la madrileña ($6.500), merluza al pilpil de piure y arroz negro ($11.900), rabo de toro ($12.900), garrón de codero con puré cocido ($21.900), carrilleras y arroz caldoso ($12.900) o caldereta de mariscos ($11.500).
Mientras escuchaba de fondo Chambao, la banda malagueña encabezada por La Mari, observé con más detalle la dinámica del local. Los movimientos del barman y sus preparaciones tras la barra, la atención de sus jóvenes garzonas, la cordialidad de Armando, en su calidad de metre y las apariciones del cocinero Mathías González, que, con su gorrito de lana tan característico en él, asomaba de vez en cuando por los salones para echar una mirada y ver que todo anduviese en orden, para luego volver a su hábitat… la cocina, con sus cuchillos, sus fuegos y sartenes.
Es cierto que El Madrileño está en marcha blanca, ¿cómo notarlo? Su horario, por ahora, es de miércoles a sábado, de 13:00 a 16:00 horas y de 19:00 a 23:30 horas. Los domingos, solo atienden en horario de almuerzo.
Por ahora 12 personas conforman el equipo de trabajo, y la carta consta, por el momento, de pocas alternativas. En lo personal, la terraza interior necesita urgente una “manito de gato” para sentirse un poco más cómodo.
El Madrileño con sus variedades de tapas, sus platos de fondo con toques criollos y sus tragos, es una apuesta válida en la amplia gama de restaurantes de la zona. Pero ojo, la permanencia y buen pasar no dependerá solamente de los conocimientos y pericia que imprima su cocinero, sino que también es primordial que consolide un sello que le dé una identidad propia, para diferenciarse de otras apuestas similares.
Este nuevo restaurante que hace un guiño a las bondades españolas puede ser un éxito en el barrio Italia. Yo, mientras, sigo escuchando Chambao de fondo y observo el ir y venir de las distintas preparaciones que emergen de la cocina a un costado de la barra. Los olores se pueden olfatear a la pasada y ya estoy pensando en, esta vez, agendar a futuro una reserva en Condell #976, ahí donde dicen algunos comensales que alcancé escuchar, se venden las mejores sangrías del barrio.
Evaluación: Muy bueno.
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