Hace unos días se cumplieron 51 años del triunfo de la Unidad Popular. Sí, a principios de septiembre de 1970 el Pueblo entraba a La Moneda con Salvador Allende a la cabeza. Se habían abierto las alamedas de la historia para los trabajadores y las trabajadoras. Pero eso no fue todo, Allende entraba a La Moneda con un claro proyecto socialista y con un programa que ponía en el centro de las injusticias la contradicción capital y trabajo.
El protagonismo de los trabajadores y trabajadoras junto a un programa independiente y soberano había triunfado en la batalla electoral. El triunfo tuvo impacto en todo el continente y el mundo. Por primera vez, un presidente declaradamente marxista y una coalición que tenía al socialismo como horizonte estratégico asumían el poder político de un gobierno y accedían a ocupar la administración del Estado por la vía democrática. El país eligió para este objetivo la vía democrática, pacífica e institucional. Esto fue muy importante -aún lo sigue siendo- porque significa que el proyecto de la Unidad Popular, los hombres y mujeres que lo componían, tuvieron una confianza irrestricta en la gente, en el pueblo, en el hombre y la mujer chilena. El socialismo y la vía democrática fue una elección del pueblo de Chile.
Nada hubiese sido posible de no mediar un largo proceso histórico que comenzó con la primera independencia nacional, pasando por las luchas obreras, las primeras batallas de las mujeres organizadas, las lucha y la organización campesina, los reclamos de los pueblos indígenas, la lucha de los pobladores que habían comenzado a construir las grandes ciudades, la lucha por la educación y la salud públicas. La lucha de los sindicatos en el cobre y las industrias. El siglo XX fue una espiral de contradicciones estructuradas a partir de la principal determinante de las relaciones entre los seres humanos: Capital y Trabajo.
Indispensable también fue la confianza de la gente en los partidos de la Unidad Popular. Los militantes, adherentes, simpatizantes y pueblo en general estaba organizado y con altos niveles de participación y deliberación. Había una masa crítica de relevancia cuyas reflexiones y expectativas fueron recogidas por las organizaciones y partidos de izquierda. Así fue como la soberanía popular mandató a la unidad, a construir un programa, ganar la elección y gobernar con las 40 medidas que transformarían Chile.
No fue fácil, la derecha -como aún lo sigue haciendo- conspiró dentro y fuera de nuestras fronteras para producir una situación de caos e inestabilidad. Su campaña del miedo y la manipulación comunicacional para defender intereses gremiales, bajo la falsa bandera de la independencia política, fue de a poco teniendo efectos en el proceso. Hoy, al igual que hace 51 años, vuelven con el mismo relato y es de esperar, también, que de avanzar el proceso constituyente y el próximo gobierno hacia un país para todas y todos, vuelvan con las mismas prácticas y las mismas sediciones. Nos meten miedo con el cuarto retiro, con los pueblos originarios, con la nueva constitución, con el triunfo de Apruebo Dignidad en noviembre.
Para enfrentar aquello, el pueblo, las organizaciones barriales, las mujeres, los jóvenes y los trabajadores y trabajadoras debemos estar atentos, preparados y preparadas para enfrentar cada calumnia y mentira. Para ello, es indispensable restablecer la confianza entre lo político y lo social. La confianza es una tarea y responsabilidad de todos y todas. Compartir un destino de igualdad económica y plenitud de derechos para todos y todas, a pesar de las diferencias. Impongámonos, en el corto plazo, crear los canales de entendimiento necesario, toda reivindicación social debiera ser atendida y la democracia real el mecanismo para resolver las diferencias. Es el momento de mostrar con hechos que estamos preparados y preparadas no solo para lograr un nuevo gobierno popular sino también para defenderlo. Lo primero, es confiar.
Rubén Moraga Mamani, Diputado por Tarapacá.