Enfrentándonos a la fragilidad y vulnerabilidad del sistema educativo

"Desde hace unos días se denunció que este año la canasta de alimentación de JUNAEB para los estudiantes de la modalidad educativa para jóvenes y adultos ha disminuido significativamente. Y es que resulta interesante conocer un poco más lo que pasa dentro de esta modalidad educativa y de lo que implica esta acción..."

Enfrentándonos a la fragilidad y vulnerabilidad del sistema educativo

Autor: Absalón Opazo

Por Tabata Contreras Villalobos

Esta semana hemos sido testigos de manifestaciones sociales ante la injusticia social y estructural, que muchas veces han sido reprimidas con una violencia voraz, de tipo física y simbólica, y que siempre afecta a los mismos, a los más vulnerables de nuestra sociedad.

Quizás usted piensa que me refiero a lo sucedido en Colombia -donde millones claman por justicia, para que terminen las confrontaciones y la brutalidad emanada del poder político y policial-, o el apruebo del tercer retiro del 10%. Pero no, en esta ocasión hago referencia a un acto violento que muchos de nosotros hemos normalizado, que ha ocurrido en nuestro medio local y no le hemos puesto la atención que debe, no ha hecho eco en los medios, ni se ha discutido en la esfera social.

Desde hace unos días se denunció que este año la canasta de alimentación de JUNAEB para los estudiantes de la modalidad educativa para jóvenes y adultos ha disminuido significativamente. Y es que resulta interesante conocer un poco más lo que pasa dentro de esta modalidad educativa y de lo que implica esta acción.

Para esto, aprovecho de responder algunas posibles interrogantes que pueden emerger: sí, es reconocida por el ministerio de educación y por tanto parte de nuestro sistema educativo; sí, acoge a personas que “desertaron del sistema educativo” con una historia de vida sumamente compleja; sí, buscan brindar una nueva oportunidad, construir una nueva relación entre estudiantes y educación; y sí, cuentan con pocos recursos e intentan hacer maravillas para retener a esas personas dentro de la escuela, brindarles el apoyo que necesitan y acompañarlos a retomar una trayectoria que permita terminar la educación obligatoria.

A pesar de que fue diseñada para una población adulta que deseaba certificarse para ingresar al mundo laboral, hoy está compuesta en su mayoría por personas jóvenes, entre 15 a 21 años, que prefieren este espacio educativo dadas sus condiciones de flexibilidad.

Por lo general en estos espacios encontramos a esos que muchas veces etiquetamos como los peores estudiantes, como los malos estudiantes, los que fracasan en el sistema escolar; pero no son más que personas intentando enfrentarse a un sistema desigual y son quienes le ha tocado llevarse la peor parte. Quienes presentan un perfil diferente al esperado y funcional para la escuela terminan siendo excluidos. No es sencillo ofrecer una explicación de por qué una persona sale de la escuela, no corresponde a una causalidad lineal, pues la realidad es mucho más compleja donde encontramos desmotivación, problemas emocionales y de comportamiento, dificultades para aprender, lazos débiles con la comunidad escolar, problemas socioeconómicos, multiplicidad de roles, cuidado de otras personas, pocos apoyos y recursos, etc.

Por lo tanto, su abordaje y solución es aún más compleja, pero algo está claro, esa persona no es la única responsable, hay todo un sistema que permite que eso ocurra, y una de esas acciones puede ser la disminución de apoyos y recursos.

Dentro de este contexto, esta caja de alimentos que se ha visto alterada y disminuida es de los pocos beneficios que reciben estas personas como estudiantes, si es que no es el único. A pesar de ser ampliamente reconocidos como estudiantes prioritarios, de condiciones sumamente vulnerables, no pueden acceder a los beneficios y apoyos de JUNAEB que sí pueden recibir estudiantes del sistema regular (útiles escolares, pase escolar, dispositivos tecnológicos, etc).

Esto solo viene acentuar un problema de fondo, ya que no es solo que hayan bajado la cantidad de productos (de 12 a 3 alimentos), que ahora solo podrán a optar a una comida diaria (antes suponía desayuno y almuerzo, ahora sólo el primero), o que ni siquiera les alcanzará para el plazo estipulado (15 días). Es que además, son nuevamente discriminados y segregados, se les recuerda la diferencia que existe entre ellos y los estudiantes del sistema regular, y en definitiva, se les trata como estudiantes de segunda categoría.

Si bien hay muchas críticas a JUNAEB por las canastas de alimentos, pero esta acción logra superar todos sus precedentes. Al parecer esto se debe a un recorte presupuestario, donde sigue dominando la lógica de que el hilo se corta por el lado más débil, en este caso la reducción de beneficios escolares afecta a la población olvidada, frágil y vulnerable. Pero el real problema, es que no hacemos nada por cambiar esta situación. Nos debiese realmente indignar tanta injusticia, tanta precariedad, tanta reproducción de la discriminación y desigualdad. Nos debiese indignar tanta violencia física y simbólica, y que está más cerca de donde ponemos actualmente el foco. Les hablo de lo que está pasando con nuestros estudiantes, con aquellos que han vivido el abandono y exclusión escolar. Nos desentendemos de quienes más lo necesitan.

Por lo mismo es que este acto de suprimir en casi su totalidad los productos de JUNAEB a esta población estudiantil es tan significante, es de los únicos beneficios que reciben. Nuestro sistema educativo es tan precario que esa caja de alimentos se convierte en un pilar fundamental, en una motivación para seguir en la escuela, en un vínculo para sentir que son parte de una entidad, que pueden recurrir a una institución del Estado que se preocupa de ellos.

El cambio educativo, la educación de calidad, el aprendizaje de los estudiantes, el desarrollo de valores sociales tan anhelados como igualdad, participación y cohesión social, se permite cuando hay cobertura a condiciones mínimas de bienestar, de cuidado, pero al parecer eso sigue sin importar. Como vamos a pedir que sigan en la escuela, que aprendan, cuando hay preocupaciones y necesidades tan grandes y básicas como es la alimentación en tiempos de pandemia, así de frágil y vulnerable es nuestro sistema educativo.

Seguimos olvidándolos, invisibilizándolos, pasando por encima de sus derechos y de su dignidad como estudiantes. ¿Cómo le vamos a pedir que se comprometan y motiven con la educación, cuando hay un sistema que constantemente les da la espalda? No solo dejamos a los estudiantes, sino que también abandonamos a los equipos directivos, a los profesores que son quienes deben dar la cara ante estas personas, y que después tienen que intentar seguir enseñando.

Esta situación necesita ser un titular de noticia, debe captar la atención de la ciudadanía e indignarnos hasta la médula lo que pasa con estas personas. Debemos escuchar a nuestros docentes, a nuestros estudiantes, preocupándonos de ellos desde una ética del cuidado. Recordemos y llevemos a la práctica el amor por la educación que nos invitaba Maturana; que se convierte en un ejercicio democrático, que comienza con el reconocimiento y la aclamación de justicia.


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