Por Benjamín Muñoz Rojas

En la historia de este país, pocas figuras han ostentado el poder de imaginar nuevas estructuras institucionales y sociales, menos aún de instaurarlas, pues ese beneplácito ha implicado la posesión de riqueza, el quebranto de la institucionalidad, o un liderazgo autoritario. Dentro de ese privilegiado y desgraciado grupo existen unos pocos, solo hombres blancos de clase alta: Portales, Pinochet, Jaime Guzmán, por nombrar algunos.
Sobre la base de este último, vale la pena detenernos, pues a pesar de que los sectores más conservadores de este país lo han buscado revestir de finas sedas, su ideología y su forma de actuar no dista mucho al hombre del “peso de la noche”, ni al tirano de la “dictablanda”. Por lo mismo, un poco de memoria sobre su pensamiento permite desnudar las contradicciones morales, de quienes lo reivindican, y también de dicho personaje.
No deja de ser revelador que, en su proclamación como candidata, Evelyn Matthei enalteciera la figura de Jaime Guzmán al señalar: «Juntos podremos retomar el camino de orden y progreso que Jaime Guzmán emprendió hace más de cinco décadas”. Pero, ¿qué implica realmente enaltecer la figura de Guzmán? Para comprenderlo, es necesario analizar sus inicios.
Desde su adolescencia, sus ideas se forjaron entre un fervor religioso y un profundo anticomunismo, influenciado inicialmente por el sacerdote y profesor Osvaldo Lira, un firme defensor del franquismo que había vivido en España durante los años 40. Guiado por esas ideas, en 1962, viajó a España, un acontecimiento que marcaría su destino y consolidaría aún más su admiración por los regímenes autoritarios. A su regreso, publicó un artículo en la revista escolar de su colegio en el que afirmaba sin titubeos: «Francisco Franco no puede ser catalogado como dictador, sino por un retardado mental, ya que su ascenso al poder está más que legitimado por un pueblo que se levantó en armas por Dios, por España y por Franco» (Huneeus, 2001, p. 2).
Fiel a esa doctrina, el camino que forjaría estaba claro. Desde temprano entendió que su lugar no residía en la duda ni en la conciliación, sino en la creación de un proyecto político estrechamente vinculado a los círculos más reaccionarios del país.
En un primer momento, antes de fundar el gremialismo en 1967, formó parte de la juventud del Partido Conservador, y en sus primeros pasos integró, dentro de la Universidad Católica, el grupo católico Fiducia, un movimiento católico de extrema derecha. Por lo mismo, no es casualidad que entre 1970 y 1972 integrara el consejo político del Frente Nacionalista Patria y Libertad (Huneeus, 2001; Biblioteca nacional, n.d), uno de los movimientos más reaccionarios de los últimos tiempos, y la peor cara de la oposición civil al gobierno de la Unidad Popular.
Conociendo estos “breves” antecedentes, es fácil deducir que el 11 de septiembre de 1973 fue el día que Guzmán había esperado durante años. Era la realización de un sueño que desde su juventud anhelaba: extirpar el marxismo o a los “retardados mentales” como le llamó a la oposición antifranquista en su viaje por España.
Su reacción ante el golpe de Estado refleja con claridad su perspectiva.
Gracias a una carta enviada a su madre el 15 de octubre de ese mismo año, 34 días después del golpe, es posible reconstruir sus recuerdos. En ella, relata cómo la mañana del martes 11 de septiembre, su tía M. Elvira irrumpió en su departamento para despertarlo con la noticia de la primera proclama de la Junta Militar. Poco después, como si de una sala de cine se tratase, su departamento se llenó de amigos que en conjunto siguieron cada momento del golpe. Luego del bombardeo de La Moneda, como si los cohetes rockets sobre el palacio de gobierno hayan sido parte de una simple película de acción, Guzmán almorzó y se dispuso a dormir su siesta diaria (Guzmán, 1992, pp. 86, 88).
Siendo las 14:40 de la tarde, despertó con el comunicado que estaba emitiendo la Junta Militar, en el que se llamaba a la ciudadanía a abanderar las casas como señal de respaldo al régimen; “el Himno Nacional coronó la liberación de Chile del marxismo. Jamás olvidaré ese instante” (Guzmán, 1992, p.88), escribiría luego. Acto seguido, siendo fiel a las órdenes del dictador, Guzmán buscó una bandera y la desplegó desde su ventana.
Días más tarde, en una minuta enviada a la Junta Militar, señalaba lo siguiente: “el éxito de la Junta está directamente ligado a su dureza y energía, que el país espera y aplaude. Todo complejo o vacilación a este propósito será nefasto. El país sabe que afronta una dictadura y lo acepta… Transformar la dictadura en “dictablanda” (frase años más tarde utilizada por el dictador) sería un error de consecuencias imprevisibles» (Rubio, 2013, p.82). Dicha minuta marcaría la pauta para lo que se vendría. Se convertiría en el manifiesto de un autoritarismo sin piedad, la carta de navegación de un régimen que, bajo su influencia, se impondría de manera despiadada.
Ocurrido el golpe de Estado, el gremialista comenzaría a vivir su mejor vida. Su involucramiento en el régimen fue tal como él señala, full-time, lo que lo convirtió en el civil con mayor poder en el país.
En un principio, fue el principal asesor de la Junta Militar y de Pinochet, a quien incluso escribía sus discursos, cercanía que lo llevaría a ser parte de la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución y luego de la Comisión de Estudios de Leyes Orgánicas Constitucionales, órganos que fueron esenciales para que la dictadura se sostuviera jurídicamente, y para institucionalizar la represión bajo una fachada legal.
Sin embargo, para Guzmán y sus compañeros gremialistas, colaborar con el régimen no bastaba como muestra de lealtad. En este contexto, fundaron el Frente Juvenil de Unidad Nacional (FJUN): «Un Movimiento que aspira a reunir y organizar a la juventud chilena, para trabajar en la grandeza futura de la Patria, avanzando por el ancho camino abierto para Chile por el 11 de septiembre de 1973”. (Fundación Jaime Guzmán, s.f.). Es decir, un movimiento cuyo propósito era la instalación de una “religión política” (González, 2020) que buscaba desarrollar una figura “mística” y “mesiánica” del tirano, y generar una adhesión de combate y resistencia para asegurar la reproducción y continuidad del régimen. De allí se desprende, por ejemplo, la organización de los actos de masas de Chacarillas.
No conforme con su influencia política, Guzmán quiso jugar a ser empresario, quizás motivado por las ganancias del despojo que la nueva élite mercantil estaba formando de la mano de Pinochet, y fundó en 1975, junto a sus más íntimos amigos gremialistas, la Cooperativa de Ahorro y Crédito La Familia, una financiera informal que captó recursos de pequeños inversionistas, principalmente familias de estudiantes universitarios y trabajadores.
Una parte significativa de los recursos de la cooperativa fue destinada a la empresa constructora Socofer, cuya quiebra desató una crisis financiera que terminó arrastrándola al colapso. A esto se sumaron inversiones fallidas, gastos no justificados y un manejo irregular de los fondos. Como resultado, en diciembre de 1976, la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras intervino la cooperativa, y en enero de 1977 se declaró oficialmente su quiebra. Las investigaciones posteriores no dejaron dudas: se trató de una estafa.
El juicio se prolongó por quince años y resultó en condenas para varios de los principales implicados. En 1982, el juez Sergio Dunlop sentenció a Cristián López Sagredo y Alberto Hardessen, mientras que Rodrigo Mujica fue detenido por unos días. Guzmán, en cambio, apenas enfrentó contratiempos; aunque en 1977 se le impuso una orden de arraigo, logró que fuera levantada en solo veinticuatro horas y nunca enfrentó consecuencias judiciales. La Corte de Apelaciones ratificó las condenas en 1987, y en 1992 la Corte Suprema confirmó el fallo, consolidando así la impunidad de Guzmán y su círculo en este caso (The Clinic, 2017).
Este desenlace, sumado a todo lo expuesto a lo largo de estas líneas, no solo evidencia las grietas del sistema judicial e institucional de la época, sino que también revela la verdadera identidad de Guzmán y advierte sobre el peligro de su reivindicación, que no es más que la perpetuación de la impunidad.
Guzmán, al igual que Pinochet, fue de aquellos que nunca apretaron un gatillo, pero sabían perfectamente quiénes lo hacían y contra quién. De los que, mientras las madres buscaban a sus hijos exigiendo una condena para el dictador, compartía con él entre cheese and wine. De los que guardaron silencio cada vez que las FF.AA. cometían tortura, de los que no les importaron los atisbos institucionales antidemocráticos, de los que impusieron una constitución a punta de metralla y pólvora.
Enaltecer su figura no solo valida un legado de despojo y desaparición, sino que también perpetúa una política que, por más de 50 años, ha ignorado las demandas de justicia y evadido su responsabilidad en la reparación del daño causado.
Por lo mismo, quienes lo reivindican, incurren por lo mínimo en contradicciones morales, porque si de algo debemos estar claros en términos valóricos es que: a los franquistas, pinochetistas, cobardes y ladrones, NUNCA MÁS.
Por Benjamín Muñoz Rojas
Estudiante de Ciencias Políticas
Bibliografía
Apiolaza, P. R. (2013). Los civiles de Pinochet: La derecha en el régimen militar chileno, 1983-1990. Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM).
Biblioteca del Congreso Nacional de Chile. (s.f.). Jaime Guzmán Errázuriz. Historia Política Legislativa de Chile. Recuperado https://www.bcn.cl/historiapolitica/resenas_parlamentarias/wiki/Jaime_Guzm%C3%A1n_Err%C3%A1zuriz
Fundación Jaime Guzmán. (s.f.). FRJ.75.01.07. Archivo Jaime Guzmán. https://archivojaimeguzman.cl/uploads/r/archivo-jaime-guzman-e-3/0/9/9/099211137f02a70b20f1bc3ded55c5308aa8df570829370c7382f5753548ef64/FRJ.75.01.07.pdf
González, Y. (2020). Los más ordenaditos. Fascismo y juventud en la dictadura de Pinochet. Editorial Hueders.
Huneeus, C. (2001). Jaime Guzmán no fue un defensor de los derechos humanos en el régimen de Pinochet. Archivo Chile. Asuntos Públicos Informe N. 42. Recuperado de https://www.archivochile.com/Portada/8_ddhh/02_port_ddhh.pdf
The Clinic. (2017, noviembre 20). La Familia, la financiera informal de los gremialistas de la dictadura. https://www.theclinic.cl/2017/11/20/la-familia-la-financiera-informal-los-gremialistas-dictadura/
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