Desde sus elevados oráculos se observan intelectuales y columnistas que coinciden en afirmar que el pueblo chileno está mejor, mucho mejor que hace 30 años. Se trata de mediáticos opinólogos que se asumen de derecha, izquierda, liberales, independientes o de otras denominaciones. Incluso aseveran, como también lo hicieran en el pasado, que las instituciones están funcionando en el país, que vivimos en un estado de derecho y que no existe posibilidad de que se repita un Estallido Social como el de 2019.
Pero los ricos de hoy son inmensamente ricos y la brecha de la desigualdad se ha acrecentado dramáticamente, como que hoy en el mundo existen o sobreviven 1.300 millones de pobres en tanto que solo el 20 por ciento de los habitantes del planeta consumen el 80 por ciento de todos los bienes y servicios naturales. Las estadísticas más serias nos dicen que tres mil millones de seres humanos no se alimentan adecuadamente. En una población que no alcanza aún los ocho mil millones de habitantes.
Lo que no entienden algunos analistas es que en Chile la situación de inequidad e injusticia es tan grave como en el mundo. Según la organización TECHO, 114 mil familias viven en unos 1.432 campamentos o asentamientos ilegales. El propio Ministerio de Vivienda y Urbanismo reconoce un déficit de 552 mil viviendas.
Dramático es, además, que haya tres millones de chilenos en listas espera en los hospitales para ser atendidos o someterse a cirugías. Cifra que no tiene compasión, siquiera, con los enfermos de cáncer y otras enfermedades terminales. Quizás esta realidad explique el abrupto decrecimiento de la natalidad, lo que nos augura el rápido envejecimiento de la población.
Asimismo, el país tiene conciencia de los déficits que acumulamos respecto de la educación, la alta deserción escolar, así como las miserables pensiones promedio que reciben los jubilados o pensionados. Sin perjuicio de que el Servicio Electoral (institución que sí funciona) esté solicitando que el Presupuesto de la Nación disponga para el año próximo 126 mil millones de pesos para reembolsarle a los múltiples candidatos, como a los 23 partidos políticos que se proponen alcanzar o aferrarse a un cargo fiscal. Sin duda los empleados públicos son los mejor remunerados.
Todos los sectores y la llamada clase política coinciden en que cada año estamos peor en materia de seguridad. Que los homicidios y robos se incrementan y cada vez se hacen más mortíferas las bandas delictuales. No ha servido de mucho fortalecer la capacidad disuasiva y represiva de las policías, así como llenarnos de cámaras que nos vigilan día y noche, calle por calle y ciudad por ciudad. Aunque hay que reconocer que estas fueron muy eficientes en constatar los malos pasos del Subsecretario del Interior y jefe de la Seguridad, que procedió a embriagar y violar a una joven que trabajaba en su dependencia al interior de La Moneda. Un escándalo sexual de proporciones, que ha servido, desgraciadamente, para bajar la atención ciudadana en otros delitos de corrupción de las autoridades, de la clase política transversalmente.
Pese a la obsesión de las autoridades por alcanzar un incremento en el crecimiento económico, estas mismas reconocen que este año a lo sumo creceremos un dos por ciento o algo más. Hace veinte años se decía que si lográbamos crecer anualmente en un siete podríamos superar la pobreza definitivamente. Aunque por varios años crecimos un cuatro o cinco por ciento, la verdad es que este incremento favoreció a los más ricos y a sus empresas. Sin que se haya registrado un alza contundente en los sueldos de los trabajadores, sin siquiera haya disminuido el empleo informal.
Pero nuestro Presidente viaja a Río de Janeiro a la Cumbre del G20, donde el anfitrión le declara al mundo que el neoliberalismo ha fracasado y convoca a una Alianza contra la Pobreza que fuera firmada por todos los integrantes e invitados, incluso por Javier Milei, el presidente argentino que se ha convertido en el campeón mundial en favor del capitalismo y las privatizaciones. Tanto que fue el primer mandatario en ir a abrazar a Donald Trump antes de dirigirse a la cumbre cuyo anfitrión es Lula da Silva. Poco les ha costado siempre a los gobernantes de derecha, centro e izquierda en nuestra región suscribir los cambios y las iniciativas de solidaridad mundial, mientras en sus países se mantienen adictos a un régimen intrínsecamente perverso, desigual y dependiente. Y que atenta, cada vez más severamente, contra la vida del planeta. Líderes que no incluyen en el “crecimiento sostenido” que proclaman, la equidad entre los seres humanos sino, a lo sumo, la protección del medio ambiente.
Por algo nuestros últimos escrutinios electorales indican un alto incremento de los votos nulos y en blanco. Al mismo tiempo que las encuestas nos señalan que solo uno de cada diez chilenos confía en los políticos.
Por Juan Pablo Cárdenas S.
Política y Utopía, 22 de noviembre 2024.
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