El complejo suelo-vegetación juega un papel fundamental en el control hídrico de las zonas altas y montañosas de Chile. Dada la topografía del país, donde las laderas son comunes, el agua tiende a escurrir rápidamente y acumularse, generando escorrentías y concentraciones de agua.
Sin embargo, el complejo suelo-vegetación actúa como un colchón amortiguador que retiene el agua, reduciendo considerablemente el tiempo de viaje del líquido y permitiendo la recarga de acuíferos a través de una escorrentía subsuperficial y subterránea.
En este sentido, el profesor Roberto Pizarro, académico de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile, enfatiza la necesidad de reforzar este rol del complejo suelo-vegetación en las laderas montañosas a través de ingeniería blanda.
Esta práctica consiste en implementar medidas de restauración hidrológica que eviten la erosión del suelo y promuevan la retención de agua en las zonas altas. La pérdida de esta capacidad en cuencas afectadas por grandes incendios forestales y la deforestación, así como la falta de una intervención orientada a la restauración hidrológica, han exacerbado los fenómenos de inundaciones y escorrentías.
Al respecto, el experto destaca que en el pasado las sociedades tenían una mayor conciencia histórica sobre los caudales recurrentes y los riesgos asociados. Sin embargo, la expansión urbana y la falta de planificación han llevado a poblaciones a establecerse en zonas vulnerables, aumentando el impacto de los desastres naturales.
Por esta razón, plantea la urgencia de generar mapas de riesgo que identifiquen las áreas vulnerables y limitar la ubicación de personas en zonas seguras. Esto implica una responsabilidad social y de equidad, pero es esencial para proteger a la población de futuras inundaciones y deslizamientos.
El profesor Pizarro también hace referencia a las graves consecuencias de los incendios forestales en la formación del suelo: «Los sedimentos arrastrados por las lluvias llenan la sección de los ríos, y la falta de complejo suelo-vegetación se traduce en una carencia de retención de agua, exacerbando los riesgos hidrológicos», asegura el especialista.
Finalmente, el complejo suelo-vegetación juega un rol medular en la retención de la lámina de crecida en zonas altas, especialmente en un país montañoso como Chile.
La pérdida de esta capacidad en cuencas afectadas por incendios forestales y falta de restauración hidrológica evidencia la necesidad de una mirada transdisciplinaria, pragmática y desprovista de ideologismos para abordar los desafíos en escenarios de incertidumbre.
«La acción pronta y efectiva es crucial para proteger a la población y el medio ambiente de futuros eventos extremos», concluyó el docente.
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