Una investigación liderada por la U. de Chile evaluó y comparó el impacto de la crisis sociosanitaria en cinco ciudades del continente y seis de Chile, logrando identificar que los vínculos barriales y familiares han sido fundamentales para amortiguar los efectos negativos del grave deterioro de las condiciones de vida.
Entre sus recomendaciones de políticas públicas, el estudio plantea la necesidad de fortalecer el capital social de los segmentos más vulnerables de la sociedad como condición determinante para la protección de su bienestar.
Así, la investigación incluyó a las ciudades chilenas de Antofagasta, Coquimbo, Santiago, Temuco, Puerto Montt, Punta Arenas, a las que se sumaron Bogotá, Buenos Aires, Guayaquil, Lima y Santo Domingo.
El estudio fue liderado por la académica de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile Carmen Paz Castro, y en él participaron Alejandro Arrieta y Juan Pablo Sarmiento, ambos de la Florida Internacional University, y Svenska Arensburg, Gloria Soto, Marión Stock y Félix Liberona, por parte de la U. de Chile.
La iniciativa revisó el impacto del COVID-19 y las políticas asociadas a su combate en el bienestar individual, entendiendo este último desde las dimensiones de cohesión social, información sobre el COVID 19, rasgos de personalidad, satisfacción de vida, características demográficas, vacunas, condiciones socioeconómicas y migración. Asimismo, el estudio propuso una serie de recomendaciones para un manejo sanitario que incorpore variables subjetivas y de cohesión social.
Sobre los resultados de la primera encuesta aplicada entre junio y septiembre de 2020, Carmen Paz Castro comentó que “las condiciones de bienestar social subjetivo han sufrido un fuerte deterioro debido a los efectos de las medidas de confinamiento tomadas. La mayor reducción del bienestar está asociado a factores socioeconómicos, como pérdida de trabajo o ingresos, y estado civil (divorciados o separados). En tanto, los factores asociados al capital social han mostrado ser relevantes en la protección del bienestar subjetivo”.
En este sentido, las variables que han resultado estadísticamente significativas en afectar de manera positiva el bienestar de las personas durante la pandemia son, principalmente, la mantención de un empleo estable, condiciones de cohesión social alta, tener una personalidad extrovertida y/o estable emocionalmente, estar casado o ser conviviente y ser trabajador dependiente.
Las variables que afectan de manera negativa el bienestar psicológico, en tanto, son el haber perdido un familiar, el haber visto mermado el ingreso personal, la inseguridad laboral, el desempleo (y como contraparte el aumento de las deudas), la creciente incertidumbre respecto del futuro, el debilitamiento de los vínculos sociales, la exacerbación del individuo y atomización del colectivo y la agudización de la violencia al interior de los hogares.
Respecto a la violencia en hogares, las mujeres y la comunidad LGBTQI+ declaran que la violencia física y/o psicológica se ha visto agudizada en los meses de confinamiento. Esta realidad es especialmente acentuada en las ciudades de Lima (Perú); Santo Domingo (República Dominicana) y Santiago (Chile). Asimismo, se confirma una alta correlación entre mujeres, personas LGBTQI+, depresión y ansiedad con violencia al interior del hogar y estrés.
Si bien estas variables han sido explicitadas por diversas instituciones, la relevancia del estudio es que permite conocer con una alta significancia cómo las medidas adoptadas por las personas y sus entornos les han permitido enfrentar de mejor manera la pandemia, muy especialmente, respecto de aquellas que mantienen una cohesión social alta.
“Las políticas públicas dirigidas a controlar y mitigar la pandemia, en particular las asociadas al distanciamiento físico, han tenido un impacto negativo en el bienestar de las personas. Aquellas comunidades que poseen un fuerte capital social, en particular donde hay fuertes vínculos entre familiares y vecinos, han podido amortiguar este impacto negativo, facilitando así el cumplimiento de las medidas de control de la pandemia”, sostuvo Juan Pablo Sarmiento, investigador del estudio y académico de la Florida International University.
En relación a las políticas públicas, el trabajo ha recomendado algunas estrategias como el fortalecimiento de una acción vecinal, que contemple una evaluación de las condiciones sociales y de salud de los miembros de la comunidad para jerarquizar necesidades y optimizar la asistencia requerida, y el fortalecimiento de la acción barrial, a través del restablecimiento de los vínculos entre los vecinos y vecinas, haciéndolas partícipes en el proceso de gestión y toma de decisiones.
El documento también apunta a robustecer la sociedad civil, en la forma de asociaciones, organizaciones no gubernamentales y grupos voluntarios, apoyando sus acciones a través de procesos de coordinación territorial, incluyendo asistencia técnica y financiera, así como el monitoreo y evaluación de las diferentes acciones emprendidas a nivel nacional.
Sobre este punto, el investigador Juan Pablo Sarmiento señaló que “desde las políticas públicas dirigidas a controlar y mitigar la pandemia, se deben incluir acciones específicas dirigidas a fortalecer el capital social de aquellos segmentos más vulnerables de la sociedad, permitiendo así una mejor adhesión y cumplimiento de las políticas de distanciamiento físico y de protección individual, así como contribuyendo decididamente al incremento de la resiliencia”.
Asimismo, se plantea la necesidad de fortalecer la relación de confianza de la población para con la ciencia y la política. “Se reconoce que existe un problema de desconfianza hacia la ciencia y la política que ha aumentado durante la pandemia y que influye en la decisión de vacunarse o no de las personas. A medida que la relación entre ciencia y política continúa rompiéndose, los argumentos basados en la evidencia no serán suficientes para que adhieran a esta importante medida” añade el estudio.