Por Álvaro Bustos Barrera
Todo aniversario es motivo de celebración, y en lo personal, me siento muy satisfecho de cumplir un año escribiendo crónicas gastronómicas en el prestigioso medio de comunicación El Ciudadano, que me permitió crear la sección “Sabores Ciudadanos” donde entrego reseñas de distintos restaurantes para quienes deseen vivir una buena experiencia culinaria, ya sea en solitario, en pareja, amigos o con la familia.
Como se trata de una fecha especial, decidí escoger un espacio acorde a las circunstancias y la elección recayó en El Fogón de Momo, restaurante dedicado a cortes seleccionados de carnes argentinas a la parrilla y asados a las brasas, ubicado en calle Condell #806, Providencia.
El local abrió sus puertas en 2016 con su dueño José Manuel Melaj, más conocido como “Momo” para los amigos, quien arrancó con los mejores profesionales del rubro y le puso un sello distintivo: agasajar a la clientela en un quincho, como si fuese el patio trasero de su casa.
El lugar es amplio y cuenta con espacio suficiente para recibir a unas 120 personas. Existen dos salones grandes y dos patios, uno interior y otro exterior. Los muros están perfectamente decorados con algunos cuadros de Diego Armando Maradona, Carlitos Gardel o Evita Perón, entre otras imágenes como patentes viejas, chuicas de vino, palanganas de greda y más.
Cada rincón trasmite esa sensación placentera de calidez, su mobiliario rústico, mesas y sillas firmes, de madera maciza y cada una bien montada para la clientela y ésta disfrute a sus anchas.
El ambiente es familiar, festivo. Pude ver desde mi mesa grupos de amigos, parejas celebrando una fecha especial y compañeros de trabajo que brindaban por adelantado el término del año 2023. En todos los casos pude observar felicidad y goce.
Además de los selectivos cortes de carne, como Lomo vetado y liso, Filete, Colita de cuadril (para 2 y 3 personas), Entraña americana, Asado de tira, Flat iron (para 2 y 3 personas), Tomahawk, Entrecot, Matambre a la pizza, Milanesa, Pechuga de pollo, el Fogón de Momo también ofrece algunas pastas, risotto y una rica variedad de guarniciones, como papas fritas, salteadas, bravas, puré normal y picante, papas al vapor, entre otros. Y este especial festival gastronómico, continúa con una amplia selección de ensaladas.
La carta de vinos también es muy profesional, con una gran selección de mostos del Valle de Colchagua, Central, Leyda, Casablanca, Maule, Aconcagua, Maipo, Rapel y Peumo.
Tomé asiento en una mesa que me daba un tiro de cámara perfecto para observar cada situación que se diera en mi visita al restaurante. En breve se acercó Vitto, quien de entrada se encarga de hacerte sentir como si estuvieras en tu propia casa.
“Buenas tardes”, me dijo señalándome el lugar donde escanear el código QR. “¿Te ofrezco un pisco sour para comenzar?”, no sin antes dejar frente a mí, un platillo con sopaipillas echas en casa, más un pocillo de pebre y otro con una salsita blanca cargadita al ajo, no invasiva pero muy sabrosa.
Mientras se alejó, me di el tiempo para pensar en qué pedir y ver cómo empezaban a llegar grupos de personas que se desparramaban en las distintas mesas del patio interior. Mi decisión no tardó en llegar a mi cerebro y también a mi estómago, y me incliné para comenzar con unas longanizas de ciervo, y de fondo una entraña americana de 300 gramos, más una ensalada de palta palmitos.
A unos metros divisé a dos muchachos, quienes estaban a cargo de la parrilla. Pregunté sus nombres y me dirigí a intercambiar un par de palabras con ellos, como si me encontrara en el quincho de un amigo. “Manuel y Cote”, me dijeron, mientras daban vuelta unos filetes y agregaban sal a otros cortes que sudaban en los fierros.
Para no interrumpir más, decidí volver a mi puesto y degustar el pisco sour peruano que había pedido en conjunto con los embutidos, que me dijeron, son traídos de la localidad de Purranque.
Bebí un primer sorbo de reconocimiento y al segundo tuve la aprobación absoluta: buen destilado, limón de pica auténtico, goma, huevo y Amargo de Angostura. En lo principal, las longanizas fueron todo un acierto, pura carne, bien aliñadas y con un leve toque picante.
Mi plato de fondo tardó unos 25 minutos en llegar a mi mesa, tiempo suficiente para disfrutarlo en la cocción que me sugirió el maestro parrillero. El aroma que logré atrapar con mi nariz fue sencillamente sublime y acto seguido tomé el tenedor y cuchillo para disponerme a disfrutar. Un corte delgado, magro, jugoso y que se deshizo en mi boca con la copa de Carmenere Chaman del Valle de Colchagua, que elegí para maridar.
A decir verdad, el Fogón de Momo, y con certeza absoluta, es uno de los mejores restaurantes de carne a las brasas que hay en la Región Metropolitana y ojo que no son pocos. Su gran parrilla y el calor que entrega el carbón de quebracho y la pericia de los encargados de los fuegos, hacen que los distintos cortes de vacuno, ave o cerdo, logren una cocción (un asado) pareja, exacta, jugosa, con diversidad de texturas y aromas únicos, más un aspecto realmente llamativo, a tal punto, que es difícil de resistir.
Como hablamos de un restaurante de carnes de alto nivel y buenos precios, no es nada extraño que siempre esté a tope de público, por lo que se recomienda reservar con anticipación, para conseguir una buena mesa y vivir una experiencia grata.
Mientras bebo los últimos sorbos de la copa de vino tinto, aprovecho de leer algunos de los muchos comentarios que hay en Google. La mayoría resalta la calidad de los productos, la variedad de cortes, acompañamientos y el servicio de quienes trabajan ahí. No me queda más que concordar con estos desconocidos clientes que, así como yo, disfrutaron de toda la experiencia que viví en el local.
Miro por última vez la parrilla y veo que las brasas siguen vivas; su temperatura seguramente debe estar a unos 800 grados o más y puedo continuar sintiendo los aromas de los distintos trozos de carne que alcanzo a divisar. Observo a Vitto, quien sigue recibiendo y acomodando a nuevos comensales que llegan cuando el reloj marca las 21:30 horas.
Pienso en la figura de Momo y sus inicios, cuando recién se embarcaba en este proyecto y sus ansias de querer agasajar a su clientela. Lo imagino recorriendo las mesas y preguntando cómo estuvo el servicio.
El quincho que tantas veces soñó sigue colmado de gente y su esencia, por la que luchó, continúa más viva que nunca, al igual que él.
Evaluación: Excelente