Más allá de las denominadas «Fiestas Patrias», hoy visto como sinónimo de empanadas, vino tinto, juegos típicos y cueca de salón, donde una cantidad importante de la población celebra y se siente más cercana a simbologías triviales, debajo de ello, quedan aún los retazos de tradiciones profundas y populares que con el tiempo han sido avasalladas por el poder político económico y por la pérdida progresiva de la vida rural.
El Chile del siglo 19, ese que tenía como frontera en el río Bio Bio al límite con Wallmapu, era mayoritariamente rural, donde predoninaban, según varias fuentes historiográficas, estructuras sociales inquilinas y peonaje, vinculadas como fuerza de trabajo al fundo y al poder del latifundista, muy de estilo oligárquico feudal.
Paralelamente estaban las chinganas, sitios que se han señalado como de entretención, para comer, cantar, bailar y tomar buenos mostos cultivados en la zona central, junto con ser un importante lugar de convivencia y de información, ya que allí circulaban las últimas noticias de quien se casaría, quien había muerto, quien había nacido e incluso, como espacios organizativos.
En general, la Chingana fue uno de los lugares donde se desarrolló de modo más relevante la tradición popular, tanto de la cueca popular como del folclor en general. De hecho, según la memoria chilena, fue en una chingana de Curicó donde se desarrolló el célebre duelo de payas entre don Javier de la Rosa y el mulato Taguada, desafío que duró 96 horas y que se ha recuperado y recreado en numerosas oportunidades.
El Museo Vicuña Mackenna señala sobre Las chinganas: “Estas fiestas criollas se hacían de preferencia bajo el parrón de las viejas casonas de adobe. Allí se bailaba y cantaba, por lo general: resfalosas, seguidillas, gato, cañaverales, tonadas, secudias, secudianas, sajurianas, porteñas, pequenes, jotas, pajarillo, palomo, carditas y cuecas”.
El periódico el Ferrocarril del 28 de septiembre de 1857, señalaba: “Estos lugares proliferaron de las antiguas ramadas o «enramadas», que se ubicaban en los sectores rurales alrededor de las ciudades de la zona Central de Chile, especialmente en Santiago en el sector denominado La Chimba —la capital chilena llegó a tener más de cuarenta, que abrían todos los domingos y lunes”
Acerca de las chinganas de Renca en Memorias de 1831, se describían las chinganas de la siguiente forma: “Se constituían principalmente de una humilde instalación hecha con puntales de madera y ramajes secos de palmas, pinos o totora”.
En Santiago, el sector donde proliferaban las chinganas era La Chimba, ubicada en la ribera norte del río Mapocho. Una de las más famosas fue la de Teresa Plaza, conocida como “El Parral”, ya bien entrado el siglo XIX.
La chinganas no solo era esparcimiento, también era reunión, y mientras el estado chileno paulatinamente asfixiaba la vida rural y aumentaba los poblados urbanos, también con ello iba desapareciendo la vida de la chingana, incluso, en varios lugares del valle central a mediados de siglo 19 las chinganas fueron restringidas, otras cerradas y perseguidas, porque según se decía, molestaba a la oligarquía por transgredir orden político conservador de la época. “Varios miembros de la alta clase social se declararon abiertamente en contra de las chinganas”, publicaba una memoria de 1831, señalado por Rafael Valdés acerca de las chinganas de Renca.
Memoriachilena.cl publicaba que en en el año 1872, siendo intendente de Santiago Benjamín Vicuña Mackenna y ante los reclamos constantes de la “alta sociedad” y como un intento de regular la chingana, se instaló la “Fonda Popular”, mientras se clausuraron muchas chinganas y así se intentó concentrar la actividad en esta “Fonda Popular” ubicada en la esquina de las calles Arturo Prat y Avenida Matta. Sin embargo, cuenta la historia, perduraban algunas tradicionales con muchos bríos, como era el caso de “El Arenal”, de Peta Bustamante, ubicada en la esquina de las calles Marín y Lastra.
Así, paulatinamente, esta expresión popular esencialmente campestre, se fue limitando desde el poder hasta encuadrarla en lo que son las llamadas fiestas patrias, ya con el uso del término “Fonda” y ahí de alguna manera quedan algunos reflejos de los festejos a usanza, pero desvirtuados y revueltos.
Pareciera que la gran Violeta Parra al instalar la llamada carpa en el sector la Reina (1965 – 1967) y que habitó hasta el día de su muerte, lugar también llamado «universidad nacional del folclore», y que tuvo como dirección Calle La Cañada 7200, fue de alguna manera la recreación de una especie de tradición de chingana, donde pasaron junto a ella grandes músicos y se realizaron importantes eventos.
Alfredo Seguel