Por Leopoldo Lavín Mujica
Felipe Portales es historiador, periodista y sociólogo. Autor de varios libros acerca de la democracia y las luchas políticas en Chile, en esta entrevista, se refiere al actual momento político del país, con el proceso constituyente entrando en su última etapa.
¿Felipe, y si empezamos por el comienzo, por aquello que permitiría explicar y comprender este proceso constituyente, cuál sería la genealogía? ¿Y qué le dirías a quienes dicen que la paridad de género en las instituciones, el reconocimiento de una cierta autonomía de los pueblos originarios y la inclusión de los derechos sociales, significan un avance innegable en esta nueva Constitución, pues el atraso constitucional de Chile era también una evidencia?
F.P. Es imposible comprender el actual «proceso constituyente» chileno sin tener a la vista la historia reciente. Esto es, que la dictadura refundó la sociedad chilena sobre bases neoliberales y autoritarias extremas. Así, destruyó todo el tejido social popular y de sectores medios desarrollado por la incipiente democracia que se constituyó a partir de los 60 con un sufragio universal efectivo (sin cohecho y «acarreo» del inquilinaje); con la Reforma Agraria y la sindicalización campesina que terminaron con el sistema semi-feudal de la hacienda que venía desde la Colonia. De este modo, se concentró el poder económico, social y cultural en pocos grandes grupos económicos, guarnecidos por la dictadura y con la idea de establecer una «democracia» fuertemente tutelada por instituciones políticas difícilmente modificables, y por Fuerzas Armadas y Carabineros virtualmente autónomas.
¿Y con respecto a lo segundo…?
F.P. Considero que todos esos genuinos avances se desdibujaron por el carácter finalmente antidemocrático de las reglas impuestas a la Convención que hicieron primar la voluntad de su minoría sobre el de su mayoría, debido al quórum de los dos tercios. Y, peor aún, al entregarle al bloque consensual de los 30 años (Derecha + Concertación), la concretización legal del nuevo texto en los próximos cuatro años y ¡los quórums para transformar en ese período todo lo que quieran de dicho texto sin necesidad de plebiscitos ratificatorios!, dado que poseen más de los dos tercios de ambas cámaras.
La derrota de la Dictadura, por las diversas manifestaciones de lucha y de movilización popular a partir de abril 1983, fue una gran oportunidad de cambio institucional, y sin embargo…
F.P. Lo importante a retener es que después, este proceso (de concentración del poder en manos de la oligarquía) pudo ser amenazado por la derrota de Pinochet en el plebiscito de 1988, y la consiguiente segura elección de Aylwin en las elecciones presidenciales de 1989, complementada por la segura mayoría parlamentaria que aprovecharía el diseño acordado para tal efecto por la Constitución original de 1980, pensando en que sería funcional a la continuación (con Congreso Nacional electo) de Pinochet como presidente por ocho años más.
Tú apuntas a la responsabilidad de la casta política dirigente de la Concertación en la consolidación del régimen político del binominal y del modelo neoliberal de las “dos derechas” que inaugura los “treinta años”. Y después que la lucha popular debilitara a la dictadura al punto de obligarla a aceptar ir a las urnas en un plebiscito que inicia un nuevo período con la elección de Aylwin.
F.P El liderazgo de la Concertación inconfesablemente experimentó una profunda derechización a fines de los 80, como lo reconoció crudamente en 1997 el principal ideólogo de la Concertación y ministro de Aylwin, el DC Edgardo Boeninger, en su libro «Democracia en Chile. Lecciones para la Gobernabilidad» (Edit. Andrés Bello). Y para no tener que «desnudar» dicha derechización ante sus bases y el país, antes de obtener la segura elección de Aylwin procedió a regalar solapadamente la futura mayoría parlamentaria a través de una modificación del sistema de quórums para aprobar en el Congreso la legislación ordinaria. Así pudo desarrollar gobiernos que legitimaban y consolidaban el modelo neoliberal impuesto por la dictadura, justificándose plausiblemente en que no tenía las mayorías parlamentarias necesarias para cumplir con sus compromisos programáticos de profundas reformas de aquel modelo. Es importante añadir que aquel reconocimiento de Boeninger quedó para los pocos lectores de libros de nuestro país y no para la gran masa; por lo que no impidió que el liderazgo concertacionista se siguiera -¡hasta hoy!- presentándose como de «centro-izquierda»…
Y en este proceso de consolidación del neoliberalismo chilensis tú también insistes en algo muy importante en tus análisis: en la destrucción por parte de la Concertación de un sistema de medios alternativos y críticos que se había construido durante la dictadura y que se alimentaba de la actividad crítica de periodistas, intelectuales y de la lucha popular misma…
F.P. Es evidente … A su vez, la ocultación de este proceso de derechización pudo hacerse más efectivo aún, con esa otra política solapada y silenciosa: la destrucción progresiva del conjunto de los numerosos medios de comunicación escritos de centro-izquierda que la Concertación había podido desarrollar en su lucha contra la dictadura, con el gran apoyo económico externo que recibió de la solidaridad internacional. Esta destrucción se hizo fundamentalmente a través de la discriminación en su contra del avisaje estatal, complementada con el bloqueo (también silencioso) de adicionales ayudas financieras externas; y de la compra de algunos de esos medios por personeros concertacionistas, para luego cerrarlos.
Asimismo, esto fue a su vez complementado con la «neutralización» de la televisión pública gubernamental (TVN) convirtiéndola en una entidad en cuyo directorio la derecha obtuviese el poder de veto; y con la privatización del canal de televisión de la Universidad de Chile, canal que en manos de dicha universidad pudo haber desarrollado una línea plural de debate a fondo sobre la dictadura y su modelo neoliberal. Por último, aquello se complementó con la tenaz negativa de los sucesivos gobiernos concertacionistas a devolverle los bienes confiscados al dueño del diario de mayor circulación antes del golpe de 1973: el centroizquierdista «Clarín», cuyo dueño (Víctor Pey) se había comprometido a relanzarlo, precisamente en un momento en que las dos grandes cadenas de diarios nacionales de derecha ya tenían el monopolio («duopolio») de aquella. Con todo este siniestro proceso, el liderazgo de la Concertación quedó «libre» de críticas públicas que le enrostraran su cada vez más claro conservadurismo.
Lo que explica el dominio del binomio de prensa Copesa y El Mercurio así como la mercantilización extrema de la TV chilena y la consiguiente diseminación de la ideología neoliberal y de ultraderecha… hasta hoy, y su peso en la campaña actual para “ablandar” a los convencionales de izquierda y populares y levantar a los “amarillos”.
F.P. Cabe insistir que este proceso de derechización se fue expresando crecientemente en los diversos ámbitos de la realidad nacional: Falta de compromiso con la justicia respecto de las violaciones de derechos humanos de la dictadura, que culminó con su vergonzosa defensa de la impunidad internacional y nacional de Pinochet durante el Gobierno de Frei; profundización del proceso de privatizaciones de servicios públicos y de recursos naturales (Lagos, Frei); aumento de la injusticia en la distribución del ingreso, disminuida en sus efectos inicialmente por el buen desempeño económico general del país en los 90; creciente integración solitaria y subordinada de la economía chilena al mercado mundial; consolidación de los sistemas mercantiles en previsión (AFP), salud (Isapres) u educación (LOCE-LGE y universidades privadas con fines de lucro); etc.
Tus análisis acerca del “proceso de derechización” en el plano constitucional recalcan la responsabilidad de los Gobiernos de la Concertación en la mantención de la Constitución del 80, pese a la demanda popular de convocar a una Asamblea Constituyente para redactar una nueva Constitución.
F.P. Pero sin duda que la culminación de este proceso de derechización se produjo en 2005, cuando la Concertación y la derecha propiamente tal consensuaron lo que se quiso llamar una nueva Constitución, que básicamente era la misma Constitución del 80 con algunas reformas de importancia pero que no alteraban su esencia autoritaria y neoliberal. Incluso, Lagos y todos sus ministros la refrendaron sustituyendo la firma de Pinochet y de los demás miembros de la «Junta de Gobierno». Y Lagos pronunció un enfervorizado discurso en que resaltó que al fin se había llegado a obtener nuevamente una Constitución democrática para Chile, en la que todos se sentían representados.
Y no obstante la demanda de Asamblea Constituyente reaparecerá con las luchas sociales, de trabajadores, ambientalistas y estudiantiles…
F.P. El movimiento estudiantil-ciudadano de 2011 constituyó la primera grieta seria del sistema heredado de la dictadura y generó incluso una demanda cuestionadora de las principales instituciones económico-sociales del modelo económico y, concretamente, de la necesidad de establecer una Constitución democrática a través de una Asamblea Constituyente. Notablemente esto generó una férrea defensa de la Constitución (la firmada por el mismo Lagos) por parte del propio Lagos y de los principales líderes del PS: Camilo Escalona, José Miguel Insulza y Osvaldo Andrade, que embistieron duramente en contra de la idea de una Asamblea Constituyente. Fue tanta la marea que Michelle Bachelet prometió para su segundo gobierno (2014-2018) la realización de un «proceso constituyente» destinado a aprobar democráticamente una nueva Constitución. Llegó incluso a promover la realización de «cabildos» a lo largo de todo Chile, donde miles de personas participaron en debates respecto a los puntos que ellos veían como necesarios para una nueva Constitución. Sin embargo, aquello quedó virtualmente en nada, al generar el gobierno un proyecto de nueva Constitución -sin participación siquiera de los partidos políticos- para ser entregado al final del período de Bachelet a los archivos del Congreso Nacional…
Fue necesario este acontecimiento intempestivo y extraordinario que algunos llamamos la Rebelión popular y ciudadana del 18/O del 2019, pues abrió una brecha en la institucionalidad vigente o “poderes constituidos”.
F.P. A mi juicio, cuando vino el profundo -pero espontáneo e inorgánico- «estallido» o «revuelta social» de octubre de 2019, y estando el país a la deriva, el «bloque consensual» de los 30 años llegó a un acuerdo para presentarle al país una suerte de gran acuerdo nacional (Acuerdo por la Paz y la Democracia del 15 de noviembre de 2019) para que el pueblo, a través de un plebiscito, resolviera si quería una nueva Constitución y, al mismo tiempo si la quería completamente electa («Convención Constitucional» o CC) o formada por una mitad electa y otra por miembros del Congreso («Convención Mixta»). Sin embargo, quedó en la penumbra un punto clave ¡que era común a ambos y que socavaba profundamente su carácter realmente democrático! Este fue que las dos opciones incluían un quórum de dos tercios para aprobar un nuevo texto. Además, las dos derechas lograron integrar a dicho acuerdo a dos movimientos del Frente Amplio (Revolución Democrática y Comunes), entidad que había surgido de los movimientos estudiantiles ciudadanos del 2011 y que se proclamaba «anti-neoliberal». Además, se incorporó ¡a título personal y provocando un quiebre en su propio partido (Convergencia Social)!, Gabriel Boric, lo que «le abrió las puertas» de El Mercurio y el beneplácito de la derecha, ya que antes había protagonizado diversos episodios de manifestación de adhesión a Fidel Castro y a Maduro y de complacencia con el asesinato de Jaime Guzmán.
¿Fue el quórum de 2/3 para la aprobación de los artículos de la Nueva Constitución por redactar esgrimido como una prueba y una actitud abierta y “democrática-racional” de los sectores de izquierda y de oposición a Piñera para atraer a la derecha al proceso constituyente?
F.P. No olvidemos que el acuerdo sobre el quórum de los dos tercios se efectuó con un claro antecedente previo: El que la derecha propiamente tal desde 1990 había obtenido en todas las elecciones parlamentarias (con o sin sistema electoral binominal) con bastante soltura más de un tercio de los parlamentarios. Es decir, era muy probable que se reprodujese un escenario ideal para la inconfesada derecha concertacionista: Que la «derecha» sola «cargara con la culpa» de mantener en la Convención las bases esenciales del modelo neoliberal en el nuevo texto constitucional, gracias a la aplicación de su muy probable tercio. Por otro lado, los ideólogos del Frente Amplio (particularmente el renombrado académico Fernando Atria) comenzaron a justificar contradictoriamente su imprevista adhesión al quórum de los dos tercios. Primero, sosteniendo sin base alguna, que no importaba dicho quórum porque, lo que no se aprobase por mayoría en la CC, podía dejarse en blanco en el texto constitucional y aprobarse luego por mayoría simple en el Congreso… Una vez que quedó clara para todos su falta de sustentación, comenzaron a formular la propuesta de los «plebiscitos dirimentes» al estilo de la experiencia sudafricana. Esto es, que lo que se aprobase por mayoría en la CC pero no alcanzase los dos tercios, se tuviese que zanjar por plebiscitos universales. Luego que ello fue rechazado por las dos derechas, se sumaron con todo desparpajo a las «tesis» de ambas derechas de que un quórum de dos tercios era finalmente positivo para el país porque garantizaba una Constitución más consensual y más estable…
¿Se inscribe la entrega de los 2/3 para aprobar el articulado de la Constitución en la continuidad del viejo espíritu de los treinta años, el mismo que fue duramente denunciado durante las jornadas del 18/O del 2019 por el pueblo en las calles?
F.P. Es que, en definitiva, con ello el Frente Amplio (FA) y el Partido Comunista -que pese a no suscribir el Acuerdo del 15 de noviembre adoptó una posición seguidista del FA- desperdiciaron una oportunidad de oro (si es que era auténtico su interés en promover una profunda transformación de la sociedad chilena) para conferirle proyecto, orgánica y liderazgo a la inorgánica y espontánea revuelta social de octubre de 2019; cuestionando desde ya duramente el engaño del quórum de los dos tercios y su propósito de neutralizar la revuelta y salvar el «modelo chileno» con un remedo de Asamblea Constituyente. En cambio, sólo el PC criticó simplemente dicho quórum, pero sin ningún énfasis ni continuidad y terminó sumándose al FA en su integración total al «proceso constituyente» delineado por las dos derechas.
Y sin embargo, la composición misma de la Convención Constitucional fue resultado de la onda expansiva en las subjetividades ciudadanas del llamado “estallido social”. De todas maneras fue un triunfo popular apabullante, lo que hace más grotesco lo que sucedió después y realza la incapacidad de los convencionales de sacar los debates afuera del recinto y hacerlos realmente ciudadanos e implicar al pueblo organizado y a las y los trabajadores. Claro, el dispositivo mediático actual y la tribuna dada al “amarillismo”, hizo mella en los convencionales de izquierda populares.
F.P. Pienso que luego de ganar previsiblemente -dado que incluso muchos sectores de derecha la apoyaron- lejos la opción plebiscitaria de elaborar una nueva Constitución (obtuvo casi un 80% de los votos y ganando también lejos la opción de CC); sorprendentemente en la elección de convencionales efectuada en mayo de 2021 (se atrasó todo el proceso por la pandemia) se produjo un pésimo resultado electoral de las dos derechas. De este modo, la derecha tradicional quedó lejos de obtener un tercio; y con el concurso de la derecha concertacionista (y particularmente del Colectivo Socialista, ya que el PDC, PR y PPD apenas eligieron uno o dos convencionales cada uno) apenas lo obtuvieron. Por cierto, igual lo utilizaron para echar abajo muchos de los textos que los sectores efectivamente de centroizquierda mayoritarios (acompañados de la bancada reservada a los pueblos originarios de 17 convencionales) aprobaron por gran mayoría, pero sin alcanzar los dos tercios.
¿Cuál fue el rol del Colectivo Socialista en la Convención Constitucional?
F.P. Con todo, el PS -por razones elementales de imagen- se vio obligado a dar su aprobación a textos que reforzaron mucho un conjunto de derechos sociales. Sin embargo, y aquí está lo más grave de todo desde el punto de vista democrático, el PS obligó a la mayoría de la CC -con sus estratégicos votos para obtener los dos tercios- a aprobar una resolución aberrante e inédita a nivel mundial en procesos constituyentes. Esta es, que en caso de ganar el «Apruebo» en el próximo plebiscito ratificatorio del texto (del 4 de septiembre), fuese luego el actual Congreso -¡o sea, de la fenecida Constitución!- el que entre 2022 y 2026 tenga las atribuciones para concretar legislativamente los textos de la nueva Constitución. De partida, en este Congreso la sola derecha tradicional dispone de capacidad de bloqueo en el Senado al tener el 50% (25) de sus 50 miembros. Es decir, NINGUNA ley que implemente la nueva Constitución podrá ser aprobada sin su consentimiento. Además, ambas derechas con sus amplias mayorías tendrán las posibilidades de desnaturalizar lo que quieran de los nuevos textos constitucionales al aprobar las leyes que los implementen. Y lo que es más increíble aún, en los próximos cuatro años las dos derechas podrán cambiar TODO lo que quieran de la nueva Constitución ya que disponen de más de dos tercios de los integrantes de ambas cámaras. Y en el nuevo texto se estipula que con tal quórum no se requieren plebiscitos ratificatorios para efectuar reformas constitucionales.
¿Qué perspectivas se ven entonces? Mucha negociación política al interior de la nueva “sala de máquinas” (*) que las organizaciones partidarias institucionalizadas no esclarecerán, cuyos motivos de conflicto y de interés popular tendrán que ser explicados…
F.P. A mi juicio, el maquiavélico plan diseñado el 15 de noviembre de 2019 por las dos derechas -y que contó con la sorprendente subordinación del Frente Amplio y del Partido Comunista- ha obtenido pleno éxito. Sea que gane el «Apruebo» o el «Rechazo» en el futuro plebiscito, finalmente se cambiará de la Constitución actual lo que las dos derechas acepten, con lo que puede darse por descontado que los rasgos esenciales del «modelo chileno» que consolidaron y «perfeccionaron» en 30 años seguirán vigentes en el futuro previsible.
(*) Nota/ Es menester agregar que Roberto Gargarella, el constitucionalista argentino, bastante escuchado por la crema constitucionalista progre chilena, sostiene que el problema en una Constitución es la “organización del poder”, y utiliza la metáfora de la “sala de máquinas” para hablar de cómo el poder se reparte entre los actores institucionales (Gobierno, cámaras legislativas, contraloría, tribunales constitucionales, cortes supremas, lo que llamamos el poder constituido), al mismo tiempo que plantea que democratizar el poder del Estado es fomentar el debate, la discusión y la participación de la ciudadanía para incidir en la fabricación de leyes, cosa que el dispositivo mediático no facilita. En Chile, observamos, por tradición elitista, que la casta política busca siempre capturar todo debate para así poder decidir en círculos restringidos y en los hechos menoscabar la democracia; es lo que estamos viendo … y esto en connivencia con los sectores constitucionalistas gobiernistas dentro de la CC.