Un almud con textos diversos sostiene al pupitre, al estudiante y a la maestra.
El conocimiento acumulado, pero en pertinencia cultural y territorial ha permanecido guardado. El Estado a través de la misma Escuela, ha puesto un cerrojo a la educación con sentido de pertenencia. El Estado instauró un «pupitre» con una currícula muy pesada, que no permite aflorar al conocimiento que se desborda por todos lados.
Las formas del niño y su maestra, no son arquetípicas de una ruralidad romantizada y maqueteada.
Sus rostros representan la ruralidad real, con rasgos mestizos e indígenas.
Este niño rural, que en un detalle representa a los niños segregados del mundo, pues sostiene su lápiz con la manito izquierda, da cuenta de lo invisible que es la diversidad y la inclusión.
La maestra, que en su gesto indica el camino y a la vez abraza a su estudiante, mira al frente junto con él, seguramente observan el pizarrón con tiza y almohadilla de trapo.
La pizarra que hoy tienen ante sí, son el mar, las nubes, los montes y los palafitos.
Lo que entonces debemos promover para la ruralidad (pero también para la urbanidad) es un currículum con pertinencia cultural, intercultural, democrático, inclusivo, respetuoso del medio ambiente.
Es este monumento que se eleva en una meseta, que mira hacia el sur, gesto epistémico que nos dice que vamos a reescribir el territorio, recuperar la memoria.
Hay que dejar que desde ese típico almud chilote, salgan esos textos volando cuáles pájaros en libertad, para ir esparciendo el conocimiento que está plasmado en cada una de esas historias.
La maestra no ha de quedarse sólo en la ronda de niños. Los «piecesitos azulosos de frío» deben indignarla, para enseñar que la justicia y la dignidad alcance para todos y por sobre todo, a los hijos de la tierra como dijera Gabriela.
Julio Fernando Iglesias Navarro
Vicepresidente Comunal
Colegio de Profesoras y Profesores de Chile AG