Por Alfredo Seguel / Tras el devastador incendio que arrasó con 250 casas en Valparaíso, dejando más de mil daminificados, volvió a resurgir en la opinión pública la crítica a la presencia -masiva- de plantaciones forestales en el país.
En el caso puntual de la ciudad-puerto, más allá de los móviles que causaron el siniestro, lo cierto es que este ocurrió en medio de la crisis social, donde prevalece un amplio repudio e impopularidad del gobierno de Sebastián Piñera, acusado de violar sistemáticamente los derechos humanos en el marco de la rebelión y protestas registradas desde el 18 de octubre.
En este marco, Piñera, en vez de cuestionar la existencia de este tipo de plantaciones y sus riesgos al estar en las inmediaciones de viviendas, envió un mensaje totalmente contrario: “No podemos seguir construyendo viviendas en zonas que son de alto riesgo, porque ponemos en riesgo las vidas de familias chilenas”, dijo el Mandatario a los medios informativos este 26 de diciembre.
A pesar que Valparaíso está rodeado de estas plantaciones y matorrales, que colindan con sus cerros poblados, no se ha hecho un cambio profundo en ese sentido con la erradicación de estas plantaciones y la restauración de los ecosistemas.
Mary T. Kalin Arroyo, premio nacional de Ciencias 2010 y directora del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) de la Universidad de Chile, publicaba el 2014, también como consecuencia de incendios en el puerto: «Un aspecto poco mencionado es la composición de la vegetación natural de las colinas de Valparaíso, que es el típico matorral chileno, si bien inflamable, no tanto como especies exóticas (eucaliptos, pino y acacia) que han sido sembradas en la zona».
«El Eucalyptus globulus es considerado una de las plantas más pirofíticas del mundo. Las hojas contienen compuestos volátiles que localmente producen incendios explosivos. Una vez encendida, la corteza se desprende, produciendo focos adicionales. Los pinos tienen un alto contenido de resina en las hojas. La Acacia delata, que es común en Chile central, está incluida en la lista de plantas más inflamables de Tasmania, de donde es nativa», agrega la especialista.
De esta manera, en el contexto de los diversos incendios intencionales que afectaron al país en la temporada estival del 2017, sumados a la deforestación y crisis hídrica que afecta a distintas regiones en Chile, un grupo de 110 organizaciones sociales se unieron para protestar contra el modelo forestal y en contra de la entrega de fondos públicos a grupos empresariales dueños de empresas forestales.
«Creemos que la catástrofe que enfrenta el país a causa de la devastación por incendios en el centro sur de Chile, tiene como principal responsabilidad al modelo industrial forestal de monocultivos de árboles sostenido por el oligopolio de empresas, bajo el proteccionismo y promoción del estado de Chile, cuya expansión e invasión ha sido mayoritariamente a través de especies como pinos y eucaliptus, con tres millones de hectáreas de plantaciones, generando en múltiples localidades graves consecuencias», señalaron las organizaciones.
Entre los efectos negativos, se encuentran: crisis hídrica, resequedad, empobrecimiento de territorios, desplazamiento de población rural, pérdida de soberanía alimentaria, perdida de bosques nativos, de flora y fauna, de ecosistemas, de humedales y la proliferación de numerosos focos de incendios a causa de sus composiciones y efectos. Todo, mientras sus sostenedores son multimillonarios grupos económicos que además han obtenido suculentos beneficios otorgados con fondos fiscales por más de 40 años, desde una política pública exclusiva a favor de dos grupos económicos.
Por ello, las organizaciones exigen el fin del modelo forestal, llamando a que se levanten políticas públicas tendiente a restaurar ecosistemas, a la reforestación con nativos y a definir políticas de regulación de los territorios con respecto a las plantaciones de monocultivo forestal existentes, prohibiéndose con mayor rigurosidad su cercanía a fuentes de agua, poblados, bosque nativo, y extremar cuidados en zonas de cerros y cordilleranas.
No olvidemos que en enero del 2017 hubo diversos casos de afectaciones a poblados, como Santa Olga en Constitución y La Florida en Biobío. Se registraron diez víctimas fatales por el combate de incendios, por accidentes o por problemas graves de salud, causadas directamente por el desastre; y cuatro fallecidos por causas indirectas.
Según Conaf, hasta el 2 de febrero de dicho año se habían quemado unas 600 mil hectáreas, en su mayoría de plantaciones forestales de pinos y eucaliptos, generados en múltiples focos de las zonas centro y sur de Chile, expandidos por la alta velocidad del viento, las altas temperaturas, tras sucesivas olas de calor, baja humedad y la dificultosa geografía de los sectores afectados, con mayor intensidad en las regiones de O’Higgins, Maule y Biobío, principalmente en extensiones afectadas por plagas que afectan a las plantaciones de pinos y eucaliptus, algunas de ellas absolutamente descontroladas por todo el centro sur de Chile como es el caso de la denominada avispa taladradora o Sirex noctilio.
Previo a los incendios, el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), había aplicado una serie de resoluciones de cuarentena, como la Nº:2305/2016 aplicada a toda la Región del Maule y el sector de Lolol en O”Higgins; la resolución exenta Nº:1675/2016, aplicada a Marchiwe, Región de O’Higgins; y la resolución exenta Nº:575/2016, aplicada a diversas comunas de la Región del Biobío.
Situaciones idénticas se han vivido en la Región de la Araucanía, donde los focos de incendios se desplegaron en amplias zonas, coincidiendo a su vez con las campañas políticas comunicacionales sobre supuestos atentados de grupos radicalizados mapuche, en medio de la plaga de la avispa taladradora, como también de la polilla del brote del pino; el taladrador del eucalipto; El psílido del eucalipto; y el gorgojo del eucalipto.
Cabe recordar que el gran incendio de Valparaíso del sábado 12 de abril de 2014, generado en el camino La Pólvora, sector alto, en zonas de plantaciones forestales y matorrales, es considerado uno de los de mayor envergadura en la historia, donde las llamas se propagaron a sectores de El Vergel afectando barrios y poblaciones completas de la parte alta del sector Almendral de la ciudad, entre los cerros Mariposas, Monjas, La Cruz, El Litre, Las Cañas, Merced, Ramaditas y el propio Rocuant.
Dicho siniestro dejó más de 2900 viviendas destruidas, 12.500 personas damnificadas, 15 víctimas fatales y más de 500 heridos. Toda la ciudad, así como la vecina Viña del Mar, vivió varias jornadas en alerta roja y fue declarada zona de catástrofe.
Otro incendio de magnitud en el Puerto, fue en febrero de 2013 en Rodelillo y Placeres, quemando 185 viviendas y afectando a 1200 personas. Posteriormente en el mes de abril de dicho año, fue en el Cerro Mariposas, quemándose 35 viviendas.
Por Alfredo Seguel