Diversas organizaciones y colectivos de feministas y lesbianas de las regiones de Valparaíso y La Araucanía, se pronunciaron contra el fascismo y otros fundamentalismos, tras lo sucedido en la Universidad Arturo Prat, de Iquique, donde el ultraderechista José Antonio Kast fue emboscado por un grupo de manifestantes, hecho que -acusan- ha ocupado para victimizarse.
El documento ha sido difundido por las agrupaciones Colectiva La Huacha Feminista, el Círculo de Lilith, la Red Chilena Contra la Violencia hacia las Mujeres, la Ruda con Malicia, la Colectiva Peuka Mestiza, Nosotras Decidimos y la Coordinadora Feminista de Quillota.
“Se ha hablado con bastante frecuencia de violencia, particularmente de violencia política. Comprender la violencia como un ejercicio sin contexto, sin considerar quién o quiénes portan el poder, qué discursos se elaboran en torno al hecho, es nuevamente caer en simplificaciones, ignorancias o, simplemente, estrategias de invisibilización de una de las características centrales de las sociedades actuales: el conflicto», señalan las organizaciones, advirtiendo que con ello pierde visibilidad igualmente «la legitimidad del ejercicio de violencia de quienes hemos sido sometidas/sometidos, al poder abusador y explotador de este orden social».
En ese sentido, recuerdan que Kast -primera generación de una familia alemana, cuyo padre prestó servicios al nazismo-, se ha empeñado en desarrollar en distintas universidades públicas un «indignante tour». Las agrupaciones manifiestan su malestar por la reacción «casi unánime» de los distintos sectores políticos oficiales, desde la UDI hasta miembros del Frente Amplio, quienes -recalcan- «han planteado sin ninguna duda el ‘rechazo a todo acto violento’, sustentando dicho rechazo en que ‘las ideas se debaten con ideas en democracia’, o que no se puede ‘relativizar un hecho de violencia’, y un tedioso etcétera, que llega hasta el hastío».
Agregan que varios de estos hombres y mujeres que desde sus sitios de poder levantan «este discursillo, jamás se han pronunciado, por ejemplo, por la violencia en el Wallmapu, o la violencia de la derecha opositora en Venezuela, o los asesinatos de miles de defensoras y defensores de derechos humanos y de la tierra, ocurridos en América Latina y en Chile».
Recuerdan igualmente que la familia Kast no sólo tenía uno de sus miembros en el gabinete del dictador Pinochet, sino que también «apoyó y facilitó el trabajo de exterminio contra los opositores políticos». Ejemplo de ello, señalan, «es lo ocurrido en Paine en esos tiempos, particularmente la desaparición de un joven militante del MIR, Pedro Vargas Barrientos».
Sobre su trayectoria política sostienen: «Conocida es su homofobia, misoginia, racismo y clasismo, su defensa de la familia patriarcal como eje de la sociedad, de la religión y la patria, esparciendo un discurso, en complicidad con los medios de comunicación, que sólo aumenta el odio en una sociedad como ésta; el odio contra las mujeres, los pueblos indígenas, migrantes, trabajadores/trabajadoras y pobres, es decir, contra la población oprimida y explotada. Por ello decimos, Kast es un hombre peligroso, no es una víctima».
Destacan que Kast está empeñado en levantar una «ultraderecha», que se puede perfectamente asociar al «fascismo» y a los «fundamentalismos religiosos» en alzada en América Latina. Algo que -advierten- genera un «poder perverso», cuyas consecuencias tienen un impacto directo en todos aquellos otros que «el capitalismo, el hetero-patriarcado y el orden racial, trata de someter».
«Kast es un hombre peligroso. Frente a este contexto, señalamos que es absolutamente legítima la defensa, la autodefensa, frente a este hombre que se quiere instalar como el referente de este discurso político nefasto, lleno de odiosidad, cargado de sangre y crímenes, justificador de discriminaciones y atrocidades», declaran las organizaciones feministas y de lesbianas.
«No es lo mismo la violencia que ejercen los que tienen poder político, policíaco, económico, ese poder abusador, saqueador, torturador, contrario a la humanidad, que la violencia que ejercen, que históricamente hemos ejercido los/las de abajo en pos de nuestras vidas, de nuestras libertades colectivas, de subvertir el orden social instalado y reproducido por los opresores y explotadores. No son violencias comparables», argumentan.
Por último, concluyen que como mujeres, feministas y lesbianas, son «parte de esa historia de lucha y no del cinismo de los sectores políticos que han levantado esta teatral democracia, que no deja sino una mueca de rabia, repugnancia e indignación».