Por Cristian Gutiérrez Tapia
“Es falso, senador. El artículo 210 no dice eso”. Esta fue la frase que el periodista Daniel Matamala utilizó para desmentir, lo que a estas alturas es otra de las mentiras que Felipe Kast ha divulgado por diversos medios de comunicación, en relación a la nueva constitución. Recordemos que hace solo unas semanas, el mismo Kast había señalado que la nueva constitución permitiría el aborto aun a los nueve meses de embarazo. El objetivo que Kast (y la derecha chilena), busca con estas mentiras sobre la propuesta de nueva constitución, es bien claro: desinformar y confundir a la población nacional. Saben que existe un porcentaje de la población nacional que no leerá el borrador de la nueva constitución, y ese es el penoso aliento que la derecha abraza hoy como ayer. Ese es y ha sido su objetivo en, a lo menos, los últimos 50 años: propiciar y alentar el alejamiento de la población de los grandes temas de la política nacional. Desinformar, confundir y buscar enemigos internos.
Pero, además, los dichos de Kast y de la Derecha, nos retrotraen (porque ellos son herederos y defensores de ese modelo), hacia aquellos años de guerra fría, en que nuestro país estaba sometido a una furiosa dictadura militar. Así, por ejemplo, en 1977, el general del ejército uruguayo, Esteban Cristi, señalaba que “En efecto, estamos en guerra. Pero decir que es una guerra contra el comunismo, por ejemplo, es una excesiva simplificación. Estamos en guerra contra una circunstancia histórica, contra los aspectos negativos de la condición humana, contra nosotros mismos… esta guerra (contra la subversión) hay que librarla más que nunca en el alma. Se lucha para convencer más que para vencer”. En otras palabras, más que balas (o junto con ellas en la mirada represiva), se debían desencadenar otro tipo de acciones de carácter psicológicas, para poder “convencer” a la población nacional. Estos sus dichos, representan una mirada e interpretación de la sociedad latinoamericana durante la segunda mitad del siglo XX, centrada en el antagonismo amigo/enemigo (interno). Mirada que fue compartida por prácticamente todas las dictadura militares que asolaron el cono sur en los años 70 y 80s.
Los dichos del general uruguayo, además, coinciden plenamente con los de Manuel Contreras, el verdugo a cargo de la DINA (el brazo exterminador de Pinochet), cuando en 1979, en la revista Ercilla, señalaba: “DINA nació como resultado de la necesidad de desarticular la enorme infraestructura secreta dejada por el marxismo para llevar a Chile a una guerra de guerrillas del mismo estilo de la desarrollada en Vietnam […] entonces debía entrar en acción otro tipo de organismo para combatir en las mismas condiciones y terreno en que lo hacían los subversivos, es decir, ‘debajo de la mesa’”.
Esta lectura de la sociedad, basada en un profundo sesgo colonialista, utilizó, como se sabe, herramientas de acción psicológicas para desinformar y confundir a la población nacional. El tempranamente anunciado “Plan Z”, publicación falsa que inventaba un panorama de terror que la Unidad Popular -con Allende a la cabeza-, tenía pensado llevar a cabo, es el ícono de estas operaciones psicológicas.
Un ejemplo de cómo se articulaba la desinformación para confundir a la población nacional, es el documento Reservado 23, titulado “Chile de pie frente al desafío de la crisis económica mundial”, emanado de la entonces Dirección de Relaciones Humanas, de la Dictadura Militar. En ese documento “Reservado”, se informan los pasos a seguir para confundir a la población nacional (que ya era golpeada por la represión militar), respecto de la situación económica y social local. Así, uno de los objetivos de dicho documento, era “realizar un trabajo psicológico subliminal, a modo tal, que la ciudadanía lige (sic) el problema internacional como causa económica interna”.
Agregaba el documento reservado, que dicha operación psicológica, constaría de cuatro fases. En la primera se buscaría, mediante la desinformación, focalizar “masivamente la atención ciudadana en la crisis económica mundial”.
En la segunda fase, la operación psicológica se centraría en “recordar el pasado U.P. y sus significación como destrucción”.
En la tercera fase, aparecería la Junta Militar informando lo que a esas alturas ya estaba interiorizado subliminalmente en la población. Así, la Junta debía “ligar conscientemente lo que en forma subliminal ya está en la conciencia ciudadana”, además, “debía hacer parecer a Chile como víctima”.
En la cuarta fase, asomaba la lógica de Guerra Fría (aún presente en parte importante de la derecha chilena), ya que se señalaba que “frente a la situación de guerra interna, se debe enfrentar a los enemigos”.
Pero, ¿Por qué mencionar todo esto?, pues porque hoy, a casi 50 años de aquellos oscuros tiempos, un sector importante de la Derecha (con Felipe Kast como si niño símbolo), la misma que amparó las operaciones psicológicas durante la dictadura militar, sigue anclada en la lógica de la guerra fría, del enemigo interno (o del mal absoluto como diría Carl Schmitt) y ha sacado a relucir su penoso arsenal desteñido, para intentar confundir y desinformar a la población, con miras al plebiscito del 4 de septiembre, en donde se aprobará la nueva Constitución chilena. Lo que preocupa de ese sector de la Derecha, es que sus mapas mentales, su constructo de las representaciones que hacen de la sociedad, siguen las mismas (o al menos muy similares) lógicas represivas de los años 70s y 80s.
Al igual que el documento citado más arriba, hoy la derecha lleva a cabo una operación psicológica que busca alejar a la ciudadanía de la toma de decisiones informadas. Todo lo contrario, y al igual que en el pasado, la derecha se aferra a la mentira, la desinformación y la confusión de la población para seguir consiguiendo el oxígeno necesario que la mantenga con vida. Y es que tienen absoluta claridad que el triunfo del Apruebo en septiembre, con los cambios profundos que contiene la nueva constitución, será la pavimentación del fin de una forma de hacer política (que ellos defienden), que tanto daño ha hecho a nuestro país.
Por Cristian Gutiérrez Tapia
Historiador. Magíster en Historia de América.