La desconocida participación de militares brasileños en el Golpe de Estado contra Salvador Allende

Este miércoles, el Centro National Security Archive, con sede en Washington, desclasificó nuevos documentos de inteligencia acerca del rol de la dictadura de Brasil en el derrocamiento del gobierno de la Unidad Popular en Chile, correspondientes al periodo 1970-1973. A continuación, compartimos una reportaje de Francisco Marín sobre la participación de militares brasileños en el Golpe de Estado del 11 de septiembre.

La desconocida participación de militares brasileños en el Golpe de Estado contra Salvador Allende

Autor: Absalón Opazo

Por Francisco Marín

Primer país en reconocer a la junta encabezada por Augusto Pinochet, Brasil fue tanto o más importante que Estados Unidos en la consolidación del régimen militar chileno. Su actual Presidente, Jair Bolsonaro, ha manifestado a los cuatro vientos su admiración por la dictadura brasileña y se ha mostrado sádico y temerario en relación con el proceder de ésta: en 2016 llegó a decir que el error que cometieron los militares fue “torturar y no matar” a sus adversarios.

Pero el verdadero modelo político y económico de Bolsonaro no está en el Brasil de los militares, que impulsaron muchas políticas de corte estatista, sino en el Chile neoliberal instalado a sangre y fuego por Pinochet.

Expresión de lo anterior es el mensaje de condolencias enviado por este diputado ultraderechista el 10 de diciembre de 2010 –día de la muerte del dictador– a su nieto homónimo. Allí subrayó que el general chileno “derrotó en plena Guerra Fría al modelo marxista” y que “el mundo sabe que el elevado índice de desarrollo humano que disfrutan los chilenos en mucho se debe a las acciones desarrolladas por el gobierno de Pinochet”.

De hecho, uno de los «cerebros económicos» del equipo de Bolsonaro, Paulo Guedes, es un reconocido neoliberal que estudió en la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago –cuyo patriarca era Milton Friedman– y allí pudo establecer vínculos con algunos de los numerosos estudiantes chilenos que pasaron por esa escuela y que a partir de 1975 tomaron el control de la economía en Chile.

A principios de los ochenta, Guedes fue profesor del Departamento de Economía de la Universidad de Chile, donde profundizó sus relaciones con los “Chicago boys” chilenos, que controlaron la economía local, sobre todo a partir de 1975. Ellos establecían por entonces una revolución capitalista basada en la privatización de todas las esferas de la economía y en la apertura de las fronteras a la importación indiscriminada de manufacturas, lo que tuvo como consecuencia la destrucción de la industria nacional, haciendo a Chile un mero exportador de materias primas.

“La clave del futuro”

La prueba oficial de la participación del gobierno de Brasil en la conspiración golpista contra Allende provino de documentos desclasificados en julio de 2009 por la CIA y que fueron publicados un mes después (19 de agosto) por el National Security Archive (NSA), ONG con sede en la Universidad George Washington.

En memorándum de conversación (memcon) desclasificado, de carácter top secret, emitido por la Casa Blanca el 9 de diciembre de 1971, se informa sobre una reunión ese día en la Oficina Oval entre el presidente Richard Nixon y el mandatario militar de Brasil, Emilio Garrastazu Médici. En esta cita, de carácter claramente conspirativo, el tema principal fue Chile y la forma de derrocar a Allende, quien junto a Fidel Castro era la principal amenaza en América a la hegemonía de Washington.

Nixon señaló a su invitado que las potencias que ellos lideraban debían “intentar y prevenir nuevos Allendes y Castros y evitar donde sea posible invertir esas tendencias”, y precisó que Brasil, como país sudamericano, podía hacer en dicha región “muchas cosas que Estados Unidos no podía hacer”.

De acuerdo con un memorando de inteligencia de la CIA, que se basa en fuentes brasileñas, desclasificado y publicado junto al memcon citado, Médici propuso en la señalada reunión que Brasil y Estados Unidos cooperaran para contrarrestar la “expansión marxista e izquierdista” en América Latina, ante lo que Nixon prometió “ayudar a Brasil cuando y donde sea posible”.

En ese mismo documento de análisis interno de la CIA se sostiene que el contenido de las conversaciones secretas había generado preocupación entre algunos militares brasileños, quienes creían que la responsabilidad de esas operaciones recaería en ellos. El memo citó al general Vicente Dale Coutinho: “Estados Unidos obviamente quiere que Brasil haga el trabajo sucio” en América del Sur.

En 2002 el NSA ya había publicado otro memcon top secret –desclasificado por la CIA– de una reunión que tuvo lugar el 20 de diciembre de 1971. Esta vez Nixon se reunía con el primer ministro británico Edward Heath; discutieron sobre el papel brasileño en América del Sur: “Nuestra posición es apoyada por Brasil, que es, después de todo, la clave para el futuro”, afirmó el presidente estadunidense.

“La intervención encubierta de la CIA en Chile es solamente parte de la historia del derrocamiento de Allende”, afirma Peter Kornbluh, director de la sección Chile del NSA y autor del libro Pinochet. Los archivos secretos (última edición en 2013). “Cuando finalmente se abran los archivos secretos de los militares brasileños –predice Kornbluh– van a encontrar una historia adicional de operaciones clandestinas que contribuyeron –decisivamente– al golpe de Estado y a la consolidación de la dictadura”, dice en entrevista con este periodista. 

En 2007 se publicó en Santiago el libro Roberto Thieme: El rebelde de Patria y Libertad, del periodista Manuel Salazar, quien da cuenta de que dicha organización de ultraderecha, en colaboración con altos oficiales chilenos, diseñó en 1973 un plan B para el caso de que “el golpe” fallara y un sector del Ejército se mantuviera leal a Allende.

En tal escenario, y con el respaldo de Brasil, el Frente Nacionalista Patria y Libertad (FNPL) –que perpetró miles de atentados durante el gobierno de la Unidad Popular– cortaría en dos el país, replegándose en las provincias sureñas donde era muy fuerte el latifundismo y la rebelión contra Allende. Con ese objetivo “volaría el viaducto del Malleco –centenario puente que une esas provincias con Santiago y el resto del país– y establecería un gobierno militar nacionalista en Temuco”. La idea era hacerse fuertes ahí para luego avanzar hacia el norte hasta derrotar a las fuerzas que defendieran al gobierno allendista.

“¡Ganamos!”

Otra fuente importante para conocer las verdaderas dimensiones que tuvo la participación de Brasil en el golpe cívico militar en Chile la proporciona el reportaje La ayuda secreta de los militares brasileños, publicado por La Tercera el 3 de agosto de 2013. En ese texto se señala que a finales de agosto de 1973 un emisario civil del almirante Toribio Merino –el principal referente del golpismo en la Armada– viajó a Sao Paulo con una importante misión secreta que disfrazaba de viaje de negocios. “De su gestión dependía en gran parte la decisión de lanzar el levantamiento militar”, señala La Tercera.

Su misión consistía en obtener información de inteligencia de Brasil que confirmara o descartara “el tema que más desvelaba a los militares conjurados”: que al momento del golpe el Ejército se dividiera entre rebeldes y leales a Allende y que esto fuera aprovechado por el gobernante de Perú, el general izquierdista Juan Velasco Alvarado, para recuperar la provincia de Tarapacá (“la provincia cautiva”) tomada por Chile en la Guerra del Pacífico, un siglo antes.

En 1973 los grupos conspiradores controlaban casi completamente a los altos mandos de la Armada y de la Fuerza Aérea, pero no a los del Ejército. “Cuando llegó a Sao Paulo el emisario –un exoficial de la Marina que después ocuparía un alto cargo en el régimen militar– recibió una orden precisa: ‘Viaje hoy a Brasilia, alójese en tal hotel y espere que hagamos contacto’. Al día siguiente recibió en el hotel la dirección a la que debía ir”. Allí el chileno –según la señalada fuente– explicó la urgencia de los golpistas de saber los planes peruanos. “El emisario recibió la orientación de volver al hotel, permanecer sin salir y aguardar una respuesta. Algunas horas después recibió una llamada telefónica diciendo que no tenían de que preocuparse, pues Perú no intervendría”.

Esta información permitió dar el visto bueno a los planes golpistas. Aunque La Tercera no entrega el nombre de este emisario, por sus características todo indica que se trataría del exoficial de la Armada, empresario y estrecho colaborador de Pinochet, Roberto Kelly. En el reportaje de La Tercera se informa que el embajador brasileño Antonio Cándido da Cámara Canto era apodado “el quinto miembro de la junta militar” por sus estrechas relaciones con el gobierno de facto.

Se apunta también “que pocos días después del 11 de septiembre, éste entró al Club de la Unión, de Santiago, repleto de uniformados, gritando: ‘¡Ganamos!’”. Se agrega que Cámara Canto “fue el primer diplomático en reconocer a la Junta de Gobierno chilena” y que su embajada “coordinó la entrega de 70 toneladas de medicamentos y alimentos entre el 11 y el 26 de septiembre como ayuda humanitaria del gobierno de Brasil”.

Además, gestionó un crédito de 100 millones de dólares para Chile, otorgado por el Banco de Sao Paulo, que resultó vital para sobrellevar las urgencias en la instalación del nuevo régimen. Estas informaciones son consistentes con lo señalado por Edward Korry –embajador estadunidense en Chile entre 1967 y 1971–, quien en 1977 declaró ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de su país que “el apoyo técnico y psicológico del golpe chileno provino del gobierno de Brasil”.

Instructores en tortura

Una vez consumado el golpe del 11 de septiembre de 1973, el Ejército chileno se abocó a ubicar, detener, torturar o asesinar a decenas de miles de adherentes del gobierno de la UP. Se buscaba a quienes ocuparon altos puestos en el gobierno allendista o a quienes se perfilaran como potenciales miembros de la resistencia. Pero los golpistas se toparon con un problema: su escasa experiencia en la aplicación de torturas destinadas a extraer información a los detenidos.

Este problema fue subsanado por instructores militares enviados por Brasil, país que para entonces llevaba ocho años de régimen represivo, durante los cuales muchos de sus uniformados habían adquirido gran experiencia en la aplicación de dolorosos y efectivos métodos de “interrogación”.

En el libro Terrorismo de estadio. Prisioneros de guerra en un campo de deportes (2005) de la periodista y corresponsal en Chile de The New York Times, Pascale Bonnefoy, se afirma que los brasileños prestaron su embajada para reuniones entre los golpistas –“desde antes del golpe”– en las que se instruyó a varios oficiales chilenos en técnicas de interrogación. Bonnefoy –académica del Instituto de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile– escribió que entre los oficiales chilenos que cumplían funciones en el Estadio Nacional “se sabía del ofrecimiento que había hecho Brasil de impartir un curso sobre interrogatorio y torturas”.

Según consignó Amnistía Internacional en noviembre de 1973 –tras una visita de inspección–, “los propios guardias militares del Estadio Nacional aseguraron –a sus delegados– que la policía brasileña había dado un curso sobre técnicas de interrogación en el Ministerio de Defensa (…) El abogado de la delegación pudo observar las marcas de tortura en brasileños que denunciaron haber sido brutalmente tratados allí por policías de su propio país”, como se consigna en el mencionado libro.

Según Bonnefoy, entre los detenidos del Estadio Nacional se corrió con rapidez la voz de que había brasileños torturando. “Al estudiante Mario Gómez, recluido en un camarín junto a Wannio José de Mattos Santos, un brasileño que posteriormente fallecería en el hospital de campaña, se lo contaron los mismos militares que los vigilaban”.

En Terrorismo de estadio –última edición en 2016– se cita el caso de una detenida chilena “que asegura haber visto a un mulato brasileño durante su interrogatorio, dándoles instrucciones a los militares chilenos de cómo hacer su ‘trabajo’. Antes de comenzar, los torturadores chilenos le dieron la bienvenida: ‘Ahora sí vas a saber lo que es bueno, porque llegaron instructores especiales desde Brasil’”. Allí se agrega que “los agentes brasileños se las daban de expertos, burlándose de los novatos interrogadores chilenos, a quienes consideraban ‘niños de pecho’ en cuanto a la tortura”.

En el libro también se puntualiza que detenidos brasileños “dijeron haber sido interrogados por hombres vestidos con uniforme chileno, pero que ‘hablaban en portugués perfecto, exactamente como los brasileños’”. La capacitación brasileña en el Estadio Nacional no sólo provino de militares: Los detenidos brasileños –cerca de un centenar de mujeres y hombres– traspasarían sus experiencias bajo tortura a los demás detenidos.

“En un camarín, cuatro brasileños explicaban a los chilenos cómo manejarse durante una sesión de interrogatorio/tortura. ‘Ni hablar. Si vocé fala, está fundido. Usted da un solo nombre y usted ya no vale más nada para ellos. Como usted ya dio uno, le piden otro, y otro, y eso no acaba más, y usted termina por entregar a su propia madre”, rememora el actor, dramaturgo y exprisionero político Adolfo Cozzi, en su libro Estadio Nacional (2000).

El Estadio Nacional se convirtió desde el 11 de septiembre y durante dos meses en el principal centro de detención y tortura de Chile. Las cifras oficiales dicen que entre 5 mil y 7 mil personas fueron recluidas allí, pero Bonnefoy estima que fueron cerca de 20 mil.

Última desclasificación: 2021

En línea con todo lo anterior se encuentran los documentos desclasificados esta semana por EEUU. Entre ellos, se destaca el memorándum de una reunión sostenida en diciembre de 1971, en la Casa Blanca, entre el mandatario norteamericano, Richard Nixon, y el líder de la dictadura brasileña, el general Emílio Garrastazu Médici, donde hablaron sobre los esfuerzos para derrocar a Allende. 

Allí, Médici le dijo a Nixon que Allende iba a ser depuesto “por la misma razón que (el presidente Joao) Goulart había sido derrocado en Brasil“. Recordemos que Goulart fue depuesto por un golpe militar en 1964, tras lo cual se instauró una sangrienta dictadura que duró hasta 1985.

Asimismo, otro documento de inteligencia de la CIA citado por el National Security Archive, se refiere a una reunión con altos oficiales brasileños, donde uno de ellos afirmó que «Estados Unidos obviamente quiere que Brasil ‘haga el trabajo sucio’ en Sudamérica».

Lee los últimos documentos desclasificados ACÁ


Reels

Ver Más »
Busca en El Ciudadano