En Chile, güiña es sinónimo de ladrón y ratero. El apelativo viene del nombre de un felino autóctono del sur del país que adquirió mala fama por robar y comer las gallinas de los lugareños. Una reciente investigación demuestra que esta pésima imagen no sólo sería injustificada, sino que el hombre puede beneficiarse de la presencia de este gato.
“La güiña está castigada por algo que ocurrió más en el pasado”, indica la Dra. Elke Schüttler, que investiga al animal. “Antiguamente fue muy perseguida, pero hoy su comportamiento es mucho más cuidadoso con el humano. Sin embargo, todavía se le culpa mayormente del robo de gallinas, aunque hay más depredadores como los perros, zorros y peucos”.
Hasta ahora, el leopardus guigna -el felino más pequeño de América- había sido poco estudiado. La bióloga alemana investigó durante dos años a este escurridizo gato en la región de la Araucanía. A pesar de contar con sistemas de radiotelemetría y cámaras trampa, con suerte logró verlo dos veces. Con un enfoque biológico y conservacionista, además de social y cultural, el Centro Helmholtz de Investigación del Medio Ambiente-UFZ de Alemania y el Laboratorio Fauna Australis de la Pontificia Universidad Católica de Chile, realizaron el proyecto “Kodkod”. Este es el nombre que la etnia mapuche, originaria del sur de Chile, da a este felino de unos dos kilos de peso y de alrededor de 60 centímetros de largo, sin contar la cola.
“La persecución y cacería en el pasado, además de la destrucción y fragmentación de los bosques templados, que son su hábitat, hizo disminuir su población. También sufren atropellos en los caminos. Hoy está catalogado en estado vulnerable en la Lista Roja”, indica Elke Schüttler.
Reinvindicando su imagen
El equipo del proyecto Kodkod rastreó los pasos de cinco ejemplares a los que se les pusieron collares transmisores y fueron monitoreados día y noche. Cámaras instaladas en el bosque, que son activadas con sensores de movimiento, registraron fotos de güiñas en más de la mitad de cien sitios. Los investigadores pudieron conocer sus hábitos y descubrieron que se concentra en parches de bosque mayor a cien hectáreas y especialmente por sus orillas en busca de sus presas, mayoritariamente ratones y pájaros.
Muy importante fue conocer la percepción que tienen de este felino los habitantes de la zona, a través de entrevistas con antiguos pobladores y alumnos de las escuelas. Los niños escribieron cuentos sobre el animalito, en los que se evidencia una visión mucho más positiva que la de los mayores. Algunas de estas historias fueron compiladas en español y mapudungún (idioma de los mapuche) en el libro educativo infantil “Kodkod”, que fue distribuido por la zona.
La profesora Silvia Chiguay, de la comunidad de Lonkofilo, en el sector de Pucón, trabaja temas de educación ambiental con sus alumnos. “Vivo hace 40 años aquí, pero nunca he visto una güiña. La conocí recién por fotos. Ahora me doy cuenta de su valor. Con los niños vemos su importancia dentro del medio de ambiente. No es la misma mentalidad de antes”, cuenta la educadora.
La güiña aparece hoy como un factor clave en el control del hanta, pues se alimenta principalmente del ratón colilargo, que vive en sectores rurales y es portador del mortal virus. El felino está siendo visibilizado y su importancia y valor, reconocidos.
A partir del estudio de investigadores chilenos y alemanes, se promueve la discusión en la comunidad y se buscan medidas para promover la protección del animal. La conservación de los bosques es una de las más importantes. Al tiempo que las historias de persecución van quedando en el pasado, la imagen de este tímido gato comienza a surgir como un emblema de esta zona, lo que puede reforzar también uno de sus sectores más fuertes, el turismo.