La muerte en combate y el asesinato de Salvador Allende

Francisco Marín Castro, coautor de Allende, Autopsia de un Crimen (Ceibo 2023) presenta, en exclusiva para El Ciudadano y en la previa al “11” en que se conmemoran 50 años del “golpe”, este reportaje que reúne elementos centrales de su investigación de 15 años sobre la muerte del expresidente.

La muerte en combate y el asesinato de Salvador Allende

Autor: Francisco Marín

Santiago de Chile.- “El general Javier Palacios ingresó por la puerta de Morandé 80 (un costado de La Moneda) con soldados de infantería en el mismo instante en que bajaban las escalas las personas que estaban con Allende y a las cuales (él) les había pedido que abandonaran el Palacio de Gobierno. Los militares comenzaron a tirar (lanzar) a la gente hacia abajo por las escalas mientras ellos las subían. El ambiente era un infierno ya que La Moneda ardía por el bombardeo y no se podía respirar por los gases lacrimógenos.

“En el segundo piso, Palacios fue recibido con ráfagas de metralletas de Allende y de algunos de sus hombres que estaban en el Salón Rojo. En ese momento, Palacios grita a los miembros del GAP que se rindieran y fue Allende que responde gritando ‘¡soy el presidente de Chile y si te crees muy valiente ven a buscarme conchetumadre!’.

“Inmediatamente, los GAP (escolta presidencial) y Allende comienzan a disparar y una bala de Allende hiere en la mano derecha a Palacios. Los hombres de Palacios, al ver a su general herido, avanzan disparando contra los miembros del GAP y éstos van cayendo por las balas de los militares, mientras Palacios es asistido por Armando Fernández Larios, que le pasó su pañuelo para detener la sangre de la mano herida.

Entretanto, seguía la balacera más adentro, ya que los GAP iban replegándose. Dos militares que iban disparando hirieron en el estómago o el pecho a un civil que portaba una metralleta, un casco y una máscara antigases; el civil se plegó y cayó al suelo.

“Palacios comienza con sus hombres a ver quiénes estaban vivos y quiénes estaban muertos y le llamó la atención el civil que portaba un reloj fino. Al sacarle la máscara antigases y el casco reconoce al presidente Allende y fue en ese momento que Palacios saca su pistola de ordenanza y dispara a quemarropa a la cabeza del presidente Allende. A todo esto, eran las 14:00 hrs. Palacios con sus hombres trasladan el cuerpo del presidente Allende al salón Independencia. Comienzan entonces a preparar el montaje para decir que el presidente Allende se había suicidado”.

Este testimonio, que fue publicado por primera vez en el reportaje de este corresponsal Indicios de Ejecución (Proceso, 8 de septiembre de 2013) se impone, a la luz de la evidencia científica y forense acumulada desde entonces como la secuencia de hechos más apegada a lo que ocurrió con el Presidente Salvador Allende, en sus horas finales.

El relato fue brindado en marzo de 1974 por el general Javier Palacios -que dirigió el asalto al Palacio de La Moneda, el 11 de septiembre de 1973- a uno de sus mejores amigos, Jorge Araya Gómez quien, mucho más tarde, en 1992, lo retransmitió a su hijo Julio Araya Toro, luego que ambos se encontraran casualmente con Palacios en el centro de Viña del Mar. 

En febrero de 2011 Araya Toro le envió una carta desde su domicilio en Abbiategrasso, cerca de Milán, al juez que sustanciaba la investigación judicial del “caso Allende”, Mario Carroza, con el fin de transmitir esta información. Sin embargo, el magistrado no la respondió aunque si ingresó la misiva al expediente del “caso Allende”. Allí la encontramos y nos pusimos en contacto telefónico con el emisor quien nos aportó el valioso relato.

En diversos registros de testimonios emitidos por Palacios (audiovisuales y de prensa) él había declarado que Allende combatió hasta el final y que lo recibió a él y a sus hombres con disparos, pero la importancia del relato que aquí entregamos en extenso es que completa el cuadro de lo sucedido y es congruente con una gran cantidad de testimonios y pruebas que avalan lo que allí se señala, partiendo por el hecho que Allende recibió un disparo a corta distancia en la frente. 

Dos semanas después del golpe de 1973 Palacios declaró a revista Ercilla N° 1991, del 26 de septiembre de 1973, que “Allende estuvo disparando todo el tiempo porque tenía las manos llenas de pólvora. El cargador de la metralleta estaba vacío. Había numerosas vainillas en la ventana. A su lado también estaba un revolver. Y cuando pasé a identificarlo, tenía un casco y una máscara de gases”.

En la autopsia practicada la tarde-noche del 11 de septiembre de 1973, en el Pabellón de Cirugía del Departamento de Otorrinolaringología del Hospital Militar, en presencia de militares armados, los médicos forense Tomás Tobar y José Luis Vásquez describieron heridas concordantes con la existencia de dos disparos con trayectorias distintas. Aparte del muy difundido disparo, supuestamente suicida, con fusil de gran potencia (AK 47), que ingresó bajo el mentón y provocó estallido de cráneo, los forenses describieron un orificio redondeado de dos centímetros de diámetro en la parte posterior de la bóveda craneana. Pese a esto, dictaminaron el “suicidio”. La presión militar impedía tomar otra definición, pero esa descripción tendría importancia en el tiempo.

El informe de la autopsia de 1973 sólo pudo conocerse el año 2000. Venía anexado al libro «La Conjura. Los mil y un días del Golpe», de la periodista Mónica González.

Sobre la base de dicho informe el médico legista Luis Ravanal preparó un metanálisis forense (pericia de la pericia) que fue publicado el 8 de septiembre de 2008 en la revista El Periodista.

Allí el doctor Ravanal planteó que el disparo con fusil necesariamente tuvo que haberse realizado después del tiro con arma corta “puesto que, de lo contrario, este no habría dejado orificio de salida”.

En enero de 2011 la justicia chilena abrió el proceso Rol 77-2011, “Caso Allende”. Para determinar si en este caso correspondía que se hiciera una nueva autopsia, el ministro instructor de la causa Mario Carroza pidió una opinión al Servicio Médico Legal (SML).

El 4 de abril de 2011 el tanatólogo de este servicio Germán Tapia emanó un informe forense en el que recomendó la exhumación de los restos de Allende. Dio argumentos similares a los planteados por el perito Ravanal en su metánalisis de 2008: “si en un cadáver se reconoce estallido de cráneo al mismo tiempo que en uno de los fragmentos de la bóveda se evidencia un orificio de salida de proyectil (…) se debe mencionar que dicho orificio de salida se produce en un momento anterior al estallido de la cavidad. Esto es debido a que se requiere la integridad de la cavidad craneana para que un proyectil pueda generar una lesión característica de orificio de salida”.

Hay que consignar que los disparos de armas de gran potencia como el fusil de asalto AKMS de Allende (que le había regalado Fidel Castro) provocan estallido de cráneo por su gran potencia y por los gases que arrastran a la cabeza cuando son expelidos a corta distancia. Las armas cortas producen orificio de entrada y orificio de salida, pero estos últimos se verifican sólo si el cráneo está completo y compacto.

Tras la exhumación y segunda autopsia de Allende (realizada en mayo de 2011) en el contexto de la investigación judicial encabezada por el juez Carroza, el perito químico de la Policía de Investigaciones Leonel Liberona Tobar elaboró el Informe Pericial Químico 261. En este analizó una muestra extraída de la frente de Allende:

En sus conclusiones este informe indica: “se constató la presencia de plomo, bario y antimonio, cuyas concentraciones son compatibles con un orificio de entrada de proyectil balístico generado a corta distancia”.

Pese a la relevancia de este hallazgo, que determinaba el lugar de ingreso de la bala que había dejado un orificio de salida en la parte posterior de la bóveda craneana, el juez Carroza desestimó este informe.

El señalado magistrado ni siquiera mencionó la existencia de este segundo disparo en su fallo de 13 de septiembre de 2012, en que sobreseyó definitivamente el “caso Allende”:

“Los hechos que significaron la muerte del presidente Salvador Allende Gossens provienen de un acto deliberado en el que, voluntariamente éste se quita la vida y no hay intervención de terceros, ya sea para su cometido como para su auxilio”.

Pero no explicó cómo es posible que alguien se pueda suicidar con dos disparos provenientes de dos armas distintas.

De esta manera, el juez ratificaba la versión emanada por la Junta Militar el 12 de septiembre de 1973 en orden a que Allende se rindió y se suicidó.

La sentencia de Carroza fue ratificada por la Corte de Apelaciones en junio de 2013 y por la Corte Suprema el 6 de enero de 2014 (por cuatro votos contra uno). No obstante, en su voto de minoría el ministro Hugo Dolmestch sembró la duda fundada:

Los hallazgos descritos en el Protocolo de Autopsia (de 1973) establecieron la existencia de un orificio de salida en la zona posterior de la bóveda craneana del expresidente, incompatible con la destrucción causada por el impacto autoinferido con un fusil de guerra, lo que refuerza la tesis de la ocurrencia de, a lo menos, dos impactos de bala penetrantes en el cráneo, uno provocado presuntamente por un arma de mediana o baja velocidad, y otro de fuente distinta, pudiendo corresponder a proyectiles y armas diferentes, circunstancia que no descarta la intervención de terceros.

La validación científica internacional a la tesis que Allende recibió en el cráneo dos disparos de dos armas distintas, llegaría en octubre de 2014. Entonces, el Congreso Mundial de Medicina Forense, también llamado World Forensic Festival (WWF) 2014, que se desarrolló en Seúl, Corea del Sur, distinguió al doctor Ravanal como el mejor expositor de dicho certamen.

En su presentación, que llevó por título ¿Una o dos balas’” (One bullet or two?) se analizan los resultados de los exámenes post mortem de 1973 y 2011 practicados a Salvador Allende. Sobre la base de patrones de fractura en el cráneo, de análisis de residuos de disparos y la consideración de los hallazgos en la escena, Ravanal plantea la existencia de un segundo disparo hecho con un arma de distinto calibre del percutido a contacto en la zona submentoniana. “Tal evidencia parece descartar el suicidio como causa de la muerte del presidente Allende”, según se señala en el abstract de este informe. 

En diciembre de 2022 Ravanal fue elegido vicepresidente de la Asociación Mundial de Medicina Legal (WAML).

“Mi tío le dio el tiro de gracia”

El 18 de agosto de 2014, siete meses después que se cerrara la causa 77-2011, por la Corte Suprema, en el diario El Ciudadano se publicó una entrevista de mi autoría al ingeniero Dagoberto Palacios, sobrino del ya fallecido general Javier Palacios (1923-2006), que llevó por título: “Mi tío el general Palacios nos contó que él le dio un tiro de gracia a Salvador Allende”. 

La publicación de esta entrevista derivó en la presentación de una solicitud de reapertura de la causa en comento, que fue presentada por los abogados Roberto Celedón y Matías Coll el jueves 11 de septiembre de 2014, en el despacho del ministro Mario Carroza. 

En los fundamentos del escrito se argumenta: “el último tiempo se han allegado nuevos antecedentes que permiten seria y fundadamente estimar que la muerte del presidente Salvador Allende fue provocada por el general Javier Palacios Ruhmann responsable de la toma del Palacio de La Moneda el día 11 de septiembre de 1973”.

Citando nuestra mencionada nota se da cuenta del contexto de la confidencia: “El 18 de febrero de 1977 Dagoberto Palacios acompañó a su padre a comer a un restorán ubicado en calle Cuevas de Santiago, que era propiedad de otro familiar: Omar Palacios. Además de él y su papá, participaron de dicho encuentro los oficiales de Ejército Javier Palacios, el general Carlos Forestier y el entonces coronel Sergio Badiola. 

“Antes que trajeran la comida, mientras se servían un par de copas de vino, alguien le preguntó: ‘¿qué pasó con Allende el día del golpe en La Moneda?’. Entonces mi tío, el general Palacios, nos contó que él le dio un tiro de gracia a Salvador Allende”.

Palacios, que había sido director de Inteligencia del Ejército en 1972, reconoció –según consta en el documental «Más fuerte que el fuego. Las últimas horas en La Moneda (RDA, 1978)- que oficiales del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) entraron al salón donde murió Allende: “Le tomaron unas fotos”, dijo a los documentalistas alemanes. Sin embargo, la misión del SIM fue mucho más allá: montaron el suicidio de Allende.

Otro testimonio clave y omitido por el juez Carroza en su sentencia de cierre del “caso Allende”, es el que brindó el doctor Danilo Bartulin, quien era uno de los hombres más cercanos a Allende. No sólo era su asesor y médico, sino que también uno de sus mejores amigos.

En entrevista a El País, de España, de 10 de septiembre de 1988, Bartulin señala que alrededor de un cuarto para las dos de la tarde, el presidente Allende le pidió que fuera al primer piso para intentar comunicarse con el exterior a través de un citófono que allí había.

“En ese instante, entraron por el Patio de Invierno 30 soldados disparando y golpeando a todos con las culatas. En realidad, fui el primer preso de la Moneda, ya que me cogieron abajo intentando conectar con el exterior”.

Bartulin fue arrastrado hasta la puerta de Morandé 80.  Cuenta que escuchó la voz de un militar desde el interior de La Moneda (que podría ser Palacios), gritando que los que estaban aún en el segundo piso tenían diez minutos para rendirse. Estos no lo hicieron y siguieron disparando.

Desde el suelo vi que iba saliendo todo el mundo, pero Allende no bajó. Subieron a por él. Según el relato que los mismos militares hicieron con posterioridad, Allende disparó hasta el final, murió con el cargador vacío. Después se propagó la versión de su suicidio. Hay una foto en la que aparece sentado en un sillón en una posición inverosímil. La autopsia reveló doble dirección de los disparos mortales. Es ridículo creer que se pudiera disparar dos veces con un fusil desde tan cerca”.

Este testimonio de Bartulin es clave en varios sentidos, entre otros, porque confirma lo que el juez Carroza negó en su investigación judicial: que sí hubo combates al interior de La Moneda.

Este, como los demás antecedentes que se mencionan en esta nota, están contenidos en el libro Allende, Autopsia de un Crimen (Ceibo, junio 2023) coescrito por el doctor Luis Ravanal y este corresponsal, quien actualmente es director de El Ciudadano.

Es claro: Allende no se rindió ni menos suicidó. Murió combatiendo y fue acribillado y rematado.    

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