La ofensiva del anticomunismo en Chile

El anticomunismo es una corriente, una ideología que se aferra a la defensa del capitalismo. Y para ello, requiere estigmatizar a quienes sueñan con un sistema distinto; se trata de evitar por cualquier medio que quienes se oponen a la reproducción del orden de clase existente, puedan lograr su objetivo y transformarlo.

La ofensiva del anticomunismo en Chile

Autor: Luis Mesina

El “anticomunismo” no es una práctica solo contra los militantes comunistas. El anticomunismo es una ideología surgida desde los sectores conservadores, planificada e impulsada contra personas o agrupaciones que se proponen transformar la sociedad; en esa categoría caben algunos partidos políticos de izquierda, el movimiento obrero (sindicatos) y el movimiento social.

Denota una acción contra todo aquel o aquellos que intenten perturbar el status quo, contra aquellos que desafíen el poder establecido.

El anticomunismo no es nuevo. Durante el siglo XIX comenzaron las primeras manifestaciones de temor de los sectores dominantes contra el movimiento obrero que comenzaba a demandar mejoras económicas y políticas.

Los sucesos de 1848 (revolución de los pueblos) y la Comuna de París (1871) son expresiones que alertaron al conservadurismo que el incipiente comunismo era un problema que había que combatir. En 1848 se hizo público el Manifiesto Comunista redactado por Marx y Engels, lo que profundizó los temores en los sectores oligárquicos.

La revolución de octubre (1917), la segunda guerra mundial y la posterior expansión del “comunismo” por Europa empujaron, especialmente al “nuevo orden” surgido después del término de la segunda guerra, a una política de mayor sistematización para combatir el comunismo.

Se iniciaba la “guerra fría” y con ello, una ofensiva sin cuartel contra todos aquellos que se inscribieran en la órbita soviética, incluidos aquellos que, no siendo comunistas, luchaban contra el capitalismo.

El imperio estadounidense, en 1949, impulsa la creación de la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN), en clara señal de enfrentar y detener el avance del comunismo. A comienzo de los 50 bajo la impronta del senador Joseph McCarthy, se inició la “caza de brujas” para perseguir y asesinar a cualquiera que se mostrara algo de subversivo frente al régimen imperante. Esa política, más conocida como “macartismo”, fue exportada a todo el planeta, especialmente a América Latina y a Chile.

Era un periodo de disputas entre la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y los EEUU.

En nuestro país el anticomunismo se manifestó en la dura represión que sufrió el movimiento obrero desde sus orígenes, que adquirieron mayor significación durante el siglo pasado, con las matanzas de la Escuela Santa María (1907), San Gregorio (1921) La Coruña (1925) y muchas más. Luis Emilio Recabarren fue uno de los primeros en sufrir la represión por levantar las banderas de la transformación social contra el capitalismo.

En el contexto de la guerra fría, Chile debió tomar partido; el “macartismo” comenzaba a operar en el país: en 1948 bajo el gobierno de Gabriel González Videla se promulga la Ley No. 8.987 conocida como “ley maldita” cuya finalidad era proscribir al Partido Comunista, el mismo partido aliado que permitió a Gabriel González alcanzar la presidencia.

Posteriores sucesos muestran cómo militantes comunistas, socialistas, anarquistas, trotskistas, maoístas, etc., sufrieron los embates de la política anticomunista.

Poco antes, durante y después del golpe de Estado, la represión no discriminó en caer con todo el peso de la barbarie sobre hombres y mujeres que soñaban con un mundo mejor, fueran o no fueran comunistas.

El anticomunismo es una corriente, una ideología que se aferra a la defensa del capitalismo. Y para ello, requiere estigmatizar a quienes sueñan con un sistema distinto; se trata de evitar por cualquier medio que quienes se oponen a la reproducción del orden de clase existente, puedan lograr su objetivo y transformarlo.

Así entonces, son víctimas del anticomunismo los activistas políticos de izquierda, los sindicalistas, los dirigentes estudiantiles, los dirigentes poblacionales, los ecologistas, las feministas. Todos aquellos que cuestionen el orden establecido. Todos quienes aspiren a modificar la distribución regresiva y abusiva de la riqueza.

Chile, es quizá uno de los países donde la derecha y la oligarquía han desarrollado la más elaborada estrategia anticomunista. Aprovechando el modelo heredado de la tiranía, que les permite disponer del control de los medios de comunicación de masas sin contrapesos, impulsan sistemáticas políticas para anular, invisibilizar y criminalizar a los activistas antisistema.

Sin embargo, en nuestro país no es solo la derecha quien promueve activamente una política anticomunista; se suman abierta o sutilmente a la estrategia anticomunista, dirigentes y partidos que forman parte de la coalición gobernante: dirigentes del Partido Socialista, del PPD, del radicalismo, a veces tan o más virulentos que la derecha.

Se apreciará que el anticomunismo en Chile es contradictorio, no es exclusivamente contra el “partido comunista” que forma parte del Gobierno, ya que, al serlo, se ha disciplinado completamente y en tanto lo ha hecho, ha dado certezas de que ha abandonado su aspiración transformadora para contentarse solo con reformas que el sistema permita.

El anticomunismo opera ferozmente con aquellos que no se disciplinan; Daniel Jadue es una muestra de ello. Es tal la presión que ejerce la propaganda anticomunista, que termina moderando y a veces anulando el discurso de los propios comunistas.

El caso de las ministras más importantes, Camila Vallejo y Jeannette Jara, junto a la presidenta de la Cámara, Karol Cariola, es lo más evidente; se han distanciado de su propio camarada Jadue, validando con ello el proceso judicial absolutamente irregular que lo mantiene en prisión, sin haber sido condenado.

Como corriente, que opera la mayoría de las veces a la sombra del ordenamiento jurídico, el anticomunismo es dañino, es la negación de la democracia, es la expresión de la intolerancia contra aquellos que piensan distinto, y es grave, pues a lo largo de la historia es lo que ha justificado las más atroces formas de represión, aniquilación y transgresión de los derechos fundamentales de quienes aspiran a cambiar el mundo.

Luchar contra el anticomunismo no es tarea solo de los militantes comunistas, es una obligación moral de todos aquellos luchadores sociales y políticos que se han propuesto continuar la lucha contra la desigualdad y la injusticia.

No hacerlo, es no dar cuenta de la sentencia categórica con la que nos alertaba Bertolt Brecht hace más de 70 años, cuando señaló: “se llevaron a los comunistas y como yo no soy comunista no me importó, ahora vienen por mí, pero es demasiado tarde”.

Por Luis Mesina – 15 de julio de 2024

Columna publicada el 19 de julio de 2024 en Politika.

Fotografía: Daniel Jadue y Camila Vallejo

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