Por Víctor Osorio
“Somos seres incomprendidos por el resto de los terrestres”. Así se lamentaba, en su estilo, el almirante José Toribio Merino, poco después del golpe de Estado, según consignó La Tercera el 29 de septiembre de 1973. Como se sabe, era comandante en jefe de la Armada, integrante de la Junta Militar de Gobierno, y uno de los arquitectos del derrocamiento de Allende, lo que consideraba consistente con el “modo de vida de Occidente”. El mundo no lo apreciaba de la misma forma.
La ruptura de la democracia en Chile fue un acontecimiento que no pasó inadvertido por el mundo. Incluso la prensa que aplaudió con entusiasmo el golpe de Estado debió reproducir, tímidamente, una parte de esas reacciones. Por ejemplo, La Tercera y El Mercurio el 18 de septiembre de 1973 consignaron que el Papa Paulo VI calificó la asonada cívico–militar como “trágico drama”. No fue lo único que señaló el Pontífice, quien condenó el “inhumano, ciego y cruel recurso” de las armas.
El Presidente de la Argentina, el peronista Raúl Lastiri, decretó tres días de “Duelo Nacional” por la muerte del Presidente Allende, según informó El Mercurio el 16 de septiembre de 1973. El general Juan Domingo Perón, por su parte, manifestó su convencimiento de que hubo intervención de Estados Unidos en los hechos. “No puede ser de otra forma”, dijo.
La primera ministra de la India, Indira Gandhi, denunció que la muerte del Mandatario de Chile era el resultado de la acción de “círculos tras de los cuales se esconden poderes extranjeros opuestos a la independencia” de los pueblos. El canciller de la República Federal Alemana, Willy Brandt, repudió duramente “el golpe sangriento y la supresión del orden constitucional”.
Edmond Leburton, primer ministro de Bélgica, subrayó: “El hecho es que se ha derrocado en Chile un Presidente electo democráticamente. Esto es condenado enérgicamente por el Gobierno de Bélgica”. Joop den Uyl, primer ministro de los Países Bajos, expresó que estaba consternado por los acontecimientos en Chile.
El Gobierno de Italia, presidido por el demócrata cristiano Giovanni Leone, deploró el hecho de que “el Gobierno chileno haya sido derrocado por un golpe de Estado y que en el curso de los trágicos sucesos haya encontrado la muerte el Presidente Salvador Allende”. Agregó que estaba seguro de expresar los sentimientos de la gran mayoría del pueblo de Italia.
Olof Palme, primer ministro de Suecia, dijo: “Consternados e indignados, hemos recibido las noticias sobre la toma violenta del poder en Chile por las fuerzas de la derecha”. Agregó que la voluntad expresada por el pueblo en elecciones democráticas había sido reprimida con la violencia armada.
Luis Echeverría, presidente de México, aseguró al pueblo chileno la solidaridad activa de su Gobierno, y ofreció inmediata ayuda a los perseguidos. Como se sabe, luego México rompió relaciones diplomáticas con la Junta Militar. Por su parte, el general Juan Velasco Alvarado, presidente del Perú, dijo: “Salvador Allende es una gran pérdida no sólo para Chile sino para toda América”.
En el debate de la XXVIII Asamblea General de Naciones Unidas, una cantidad significativa de los cancilleres de los Estados miembros condenaron el golpe de Estado. El ministro de Asuntos Exteriores de Dinamarca, Knud Børge Andersen, señaló: “Los acontecimientos en Chile han demostrado que el régimen de la Junta viola groseramente los más elementales derechos humanos y libertades. Queremos dejar claro que el Gobierno danés se distancia de la Junta Militar chilena y sus métodos de violencia”. Dagfinn Vårvik, su colega de Noruega y figura del Partido del Centro de su país afirmó: “Recurriendo a la violencia, en Chile han sido aniquiladas las esperanzas de millones de seres humanos”.
El ministro de Asuntos Exteriores de Guyana, Shridath Ramphal, dijo: “Rendimos homenaje a Salvador Allende, cuya valerosa lucha fue la de todos aquellos que exigen justicia social”. El ministro de Relaciones Exteriores de Colombia, Alfredo Vázquez Carrizosa, que era una connotada personalidad del Partido Conservador de su país, señaló: “Lleno de luto, debo hablar aquí de la muerte de dos personalidades notables: del Presidente de Chile, Salvador Allende, y del poeta de América, Pablo Neruda”.
Las voces de condena se multiplicaron. El Buró de la Internacional Socialista condenó “en forma enérgica” el derrocamiento de Allende y exhortó a todos gobiernos socialdemócratas del mundo a “abstenerse de todo acto diplomático que pueda ser aprovechado por la Junta Militar como muestra de reconocimiento y aceptación”. La condena fue compartida por el presidente de la Internacional, Bruno Pittermann, quien había ejercido como vicecanciller de Austria.
En los Estados Unidos, el senador Edward Kennedy lamentó el derrocamiento de Allende y agregó que, independiente de su opinión sobre sus políticas, no podía olvidarse que fue elegido en su cargo por la voluntad del pueblo chileno. Al mismo tiempo, presentó al Senado estadounidense una propuesta de resolución en la que se exigía al Gobierno no prestar ayuda a la Junta Militar hasta que se garantizara el respeto a los derechos humanos.
Al mismo tiempo, el representante Edward Irving Koch, más tarde alcalde de Nueva York, se transformaba en el primer político estadounidense que exigía la conformación de una comisión parlamentaria que investigara la participación del Gobierno de los Estados Unidos en el derrocamiento de Allende.
Hubo también diversas condenas de influyentes colectividades políticas. El socialdemócrata Partido Socialista de Bélgica comunicó: “El Presidente Allende, legítimo gobernante de su país, es la víctima de quienes saben que la explotación y opresión no conocen regla jurídica alguna cuando lo requieren sus intereses”. El también socialdemócrata Partido Socialista de Austria señaló: “Con repugnancia, condenamos a los generales que en Chile han asesinado la democracia e instituido la dictadura”.
Amintore Fanfani, portavoz de la Democracia Cristiana de Italia, que sería primer ministro en varios períodos, condenó el golpe de Estado y expresó su “sincera condolencia por la muerte del Presidente Salvador Allende, que hasta el fin de su vida mostró su adhesión a la democracia”.
Erling Dinesen, presidente del Partido Socialdemócrata de Dinamarca, señaló: “La labor de Allende, fue observada con atención en todo el mundo. Habría sido de enorme significado para el desarrollo futuro en toda América Latina que sus esfuerzos hubiesen sido coronados con el éxito. Ahora su esfuerzo fue ahogado en violencia y sangre”. Rafael Passio, presidente del Partido Socialdemócrata de Finlandia y ex primer ministro de su país, sentenció que el golpe había “interrumpido por la violencia el desarrollo pacífico y democrático de Chile”.
Francesco de Martino, secretario general del Partido Socialista de Italia y ex vicepresidente del Consejo de Ministros, condenó “la sanguinaria acción de exterminio de los militares que, en el mundo moderno, solo es comparable con la crueldad de los nazis”.
Nils Olof Thorbjörn Fälldin, timonel del Partido de Centro de Suecia y futuro primer ministro, sostuvo: “Los crímenes de la dirección militar en contra de la Constitución de Chile y las tradiciones democráticas del país y, sobre todo, los brutales procedimientos contra quienes piensan de otro modo, tienen que ser duramente condenados”.
Francois Mitterrand, primer secretario del Partido Socialista de Francia y futuro presidente del país galo, dijo: “El golpe de Estado es el último argumento de las fuerzas que rechazan el progreso y la justicia… La oposición de derecha había tomado desde el primer día el camino de la violencia y la ilegalidad”.
Por Víctor Osorio
El autor es periodista, Coordinador del Programa de Derechos Humanos de la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM) y ex ministro de Estado.
Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.