La tiranía del público / la opinión como mentira

Vivimos en una sociedad llena de medios de comunicación, sin embargo, el discurso dominante es el mismo y es cada vez más duro.

La tiranía del público / la opinión como mentira

Autor: Arturo Ledezma

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Quizá una de las gracias del capitalismo sea el ser tan sensual como hipnótico. Todos pensamos que tenemos oportunidades, a pesar de que en realidad no las tenemos, o casi. Los medios de comunicación, y quienes trabajamos en ellos, estamos en una tribuna que es por una parte ventajosa, pero por otra parte es inhóspita y, cuando menos, complicada. Digo que es ventajosa porque podemos escribir o decir cosas que la gente lee; tenemos el privilegio de ser leídos por una cantidad enorme de personas en un solo día y con eso es que cargamos con un privilegio que no tiene el peatón promedio. Y digo inhóspita porque esa tribuna, esa plataforma, esa visibilidad, pueden llegar a ser un espejo puesto para quebrarse uno mismo al mirarse. Una autoflagelación en la que muchas veces perdemos el norte o caemos en el prejuicio y la rabia de alguien que pudo tener un mal día y, por mala suerte, nos descarga su rabia o su dolor con ventilador y gritos.

La mayor parte de la población nació mirando tele. Existe en nuestro código genético una tendencia a pensar de que la realidad es todo aquello que sale en las noticias. A este respecto puedo decir que eso es tan falso como la falsedad misma, sin embargo, el lector tiene el poder de la Opinión y con eso tiene un poder que es blando y triste como la mala suerte.

Televisión: la vida de los demás y la ficción de la historia

La tele es, como decía antes, una forma de vida. Con ella entendemos el mundo y nos enfrentamos a la forma en que queremos vernos ante los demás. Los noticiarios son la puerta publicitaria de las más distorsionadas formas de historicidad. Los realitys, los programas de juego, los matinales, son la manera más sencilla de dejarse estar; de quedarnos mirando la vida de los demás como si fuera la propia.

No les puedo mentir, a veces me dan ganas de matar a la gente que comenta en las redes sociales. Sus argumentos son muy tontos, sus intenciones absurdas. Pero más allá de matar en serio a los lectores me dan ganas de hablar con cada uno y llegar a un acuerdo. Es imposible. Lo sé. Sin embargo no te miento que me dan ganas de decirles que, por más válida que sea una opinión no es una ley. Además de que, hablemos en serio, la libertad de opinión la tienen nada más que en los medios independientes, pero en los que les afectan el día a día, no tienen ni puta importancia.

Nadie puede ir a LUN o al Mercurio a pedir que cambien la portada del día por ridícula, fome o tendenciosa. Sin embargo cualquiera puede arrogarse el derecho de comentar mal, de ofender o de maldecir un posteo en El Ciudadano o en cualquier medio que mantenga comunicación con lectores. Pero el público, en lugar de sostener esa confianza y practicar un derecho real de ir trazando huellas y combate, no hace más que trollear o hablar de más. Cosa que, lejos de ser libre, es una pendejada callampera.

Les digo: nadie de ustedes puede construir o replantear la historia a partir de posteos o likes en facebook si es que, aparte de postear o comentar o dar un click, no mueven el culo en la vida real y convierten aquella militancia de silicio en una militancia o guerrilla que se pueda demostrar en el mundo de carne y hueso. La hegemonía comunicacional no puede ser más feliz que cuando alguien habla de “libertad de opinión” o “libertad de expresión” en cualquier parte. Porque ese gasto energético significa que mientras nosotros acá nos podemos estar sacando los ojos ellos, sin feedback, pueden seguir imprimiendo mentiras, falacias, y propaganda para las dos o tres familias que manejan el gobierno y las comunicaciones.

Cuando miramos atrás vemos las portadas de los periódicos para saber lo que pasaba hace 100 años, hace 50 años. Entonces, dime, quieres que en el año 2114 juzguen tu paso por el mundo según las portadas que hoy publica La Tercera o LUN? … Yo tampoco. Peor aún, quieres que nuestra sociedad sea evaluada y puesta en ejercicio histórico por un recuento de los programas de Viñuela o por la gritadera histérica de la farándula de CHV? Me cago.

Existen medios que estamos del otro lado de la cancha, mirando y registrando lo que los demás ocultan. Tómate el tiempo de leer con detención y ver que más allá de las apariencias (o de la apariencia que el establishment ha metido en tu cabeza) decimos la verdad, o al menos lo intentamos.

Todas las batallas son válidas, menos las que se pierden

Estamos acostumbrados a las frases cliché. El cine ha sido capaz de meternos en la cabeza que todos los finales son finales felices (a menos que veas cine independiente, claro). Y cuando la gente viaja por la calle se ve a sí misma como un personaje principal. Sin embargo somos un grupo grande de personajes secundarios que ni siquiera saldremos en los créditos si es que seguimos batallando por tener la vida de la niña de la tele o si pretendemos que nuestras conquistas sean material para un comercial de Old Spice.

Estamos perdiendo la batalla que hemos perdido siempre. Las comunicaciones son un espectáculo y el periodismo, así como ha sido concebido desde los años 50, es una carilla publicitaria del enemigo común y de la indiferencia general. Por eso es que tirando piedras por facebook o poniendo la mano en alto en cualquier marcha no basta para realizar cambios reales en una sociedad liderada por gente que jamás ha salido a la calle y que vive en la comodidad de una aldea protegida, precisamente, por nuestro miedo a caminar más allá de las vallas papales.

La desobediencia es algo que deberían enseñar en los colegios, en cambio, solo nos meten reglas, rigor, esfuerzo, aceptación. Palabras que son la temperatura feliz para cultivar el miedo y el conformismo que es lo que, al final, nos deja esperando a mitad del camino por una solución que en realidad no llegará nunca.

Si los noticiarios salen a las marchas para mostrar encapuchados, pacos, perros, chorros de agua y destrozos, y tú sabes bien que las marchas no son para eso y no son solo eso,entonces deja de sacarle fotos a los pacos y deja de contar semáforos rotos, para eso están los diarios de Edwards, que gastan su tiempo en contar basura y ponerla como portada.

Movimiento Social

Vivimos en días agitados. Vemos por la televisión que en el mundo entero hay guerras e injusticia. Pero mientras las bombas no nos caigan en la cabeza solo pondremos el grito en el cielo falso de la web o, peor, diremos palabras copiadas de los noticieros y hablaremos en fiestas y aburriremos a las viejas en los asados familiares con teorías conspirativas que no hacen más que ofender a la gente que ve Primer Plano. Entonces nos volveremos incómodos para nosotros mismos y, aún pensando que somos la copia feliz del Ché, iremos perfilándonos de a poco en personas amargas y torpes que le creen todo lo que dice a los periodistas más fomes del mundo, y cerraremos el ciclo de la desinformación en que vivimos, y terminaremos comprando una tele enorme para ver los partidos de la selección que no ganará nunca una copa mundial.

No quiero, no pretendo, no me interesa, que mañana te levantes y hagas algo. Al menos, no quiero ser yo quien te lo diga. La ciudad está llena de carteles, de huelgas, de paros, de gente pidiendo o exigiendo un mejor pasar y es cosa tuya si es que solo enciendes la tele para mirar las cámaras operativas de control de tránsito o los ridículos despachos en directo para que un periodista (que estudió 5 años) te cuente que afuera de tu casa hace frío. Al menos yo, abro la ventana, saco la cabeza, y me doy cuenta igual que hace frío. Pero si pretendo que sepas,de antemano, que a pesar de que pienses que tienes un poder inmenso cada vez que comentas o que trolleas artículos o noticias, pidiendo y reclamando (fanáticamente) que tal o cual contenido sea eliminado porque ofende tus ojitos. Cada vez que piensas que los medios de comunicación están a tu servicio y gusto. Cada vez que te das a la tarea de emprender una campaña feroz que dura 5 minutos. Con todo eso, no haces más que darle más tregua, más cancha, más poder al poder. Más comida para los que botan la comida.

Haz tu propio medio. Vuélvete medio. Ponte en medio, pero sin hacer bulto.

Arriba los que luchan, los que escriben, los que salen a la calle a mirar las cámaras de la unidad operativa de control de tránsito desde el otro lado.

en twitter @arturoledezma

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