Las dos izquierdas chilenas

Existe una suerte de izquierdismo para los cuales lo más importante es llegar al poder. No importa a qué precio; incluso si es de la mano de los que los combatieron, encarcelaron o exiliaron. Desertando de las convicciones que proclamaron en las calles, al interior de sus partidos, sindicatos o en el seno de las organizaciones populares.

Las dos izquierdas chilenas

Autor: Juan Pablo Cardenas

En Chile hay dos tipos de izquierda: la que tiene vocación de poder y la que carece de ella. Esta dicotomía ha quedado de manifiesto especialmente en las últimas décadas. Salvador Allende, seguramente el principal líder que tuvo el progresismo criollo, fue una mixtura de ambas expresiones. No hay duda de que él a muy temprana edad (como se lo prometiera a su madre) tuvo la férrea voluntad de llegar a ser Presidente de la República, pero todo dice que fue de esos izquierdistas que jamás acomodó sus posiciones ni, menos, las abandonó al llegar a La Moneda.

Muchas cosas se pueden decir de Allende y no pocas han servido para motejarlo. Sin embargo, desde que era dirigente universitario hasta su propia muerte dio testimonio de su lealtad hacia las ideas, y se propuso emprender cambios en el ánimo de realizar verdaderamente una revolución. Vocablo, este, que entonces no provocaba escándalo ni estupor, aunque sí causara miedo en la derecha y en los eclécticos de siempre que se unieron y movilizaron para derrocarlo.

Existe una suerte de izquierdismo para los cuales lo más importante es llegar al poder. No importa a qué precio; incluso si es de la mano de los que los combatieron, encarcelaron o exiliaron. Desertando de las convicciones que proclamaron en las calles, al interior de sus partidos, sindicatos o en el seno de las organizaciones populares. Siempre apelando al “realismo”, incluso para cogobernar con la derecha, abuenarse con la clase empresarial y, en materia internacional, abjurar de aquellos regímenes proscritos por los Estados Unidos, país al que ya no califican de imperialista. Personajes verdaderamente ansiosos por lograr una cuña televisiva, un espacio en la prensa, olvidándose de haber colgado, otrora, en el frontis de la Pontificia Universidad Católica un enorme lienzo que rezaba «¡Chileno, El Mercurio miente!»

En su afán de poder desfilaron los Mapu, las izquierdas cristianas y otras denominaciones, integradas por quienes conminaron a Allende a realizar acciones más radicales de las que pudo emprender. Emborrachados en sus pugnas personales, hasta dividieron en catorce fracciones al Partido del extinto Presidente. Para después proclamar al socialismo “renovado”, al instrumental PPD, o integrándose a la Concertación Democrática con sus viejos adversarios.

En lo principal, ahora su intención sería la de desdibujar sus propuestas más radicales y, por supuesto, convencer a la derecha, a los empresarios y al Departamento de Estado norteamericano de que ellos se encontraban “reciclados” y perfectamente podían asumir como ministros de Patricio Aylwin y Eduardo Frei Ruiz Tagle. Hasta que fueron capaces, incluso, de ungir a Ricardo Lagos y a Michelle Bachelet como cartas progresistas, aunque para muchos estos dos gobiernos resultaran ser las mejores administraciones de la derecha, como lo destacara el ex senador socialista Carlos Altamirano.

En el poder, ya no dudaron más de que el régimen neoliberal, la creación de las AFP, de las isapres, la universidad pagada y otros despropósitos podrían arribarnos a una sociedad más igualitaria, más justa y con una política de probidad. Porque entre las nuevas generaciones que llevaron a Boric al poder existía, como aseguraron, una “superioridad moral”, una ausencia de voracidad respecto de los recursos fiscales. Aunque a los pocos meses se destapara el mayor escándalo de corrupción de los gobiernos de la posdictadura, como lo es el caso “convenios” que investigan actualmente los tribunales. Aunque ciertamente se hace a paso cansino, a objeto de que sus inevitables resoluciones no afecten los escrutinios electorales y su continuidad como gobernantes.

Mientras tanto, la otra izquierda, la que evita el poder, continúa en su incesante afán de dividirse, poblarse de referentes y adoptar hasta las causas más repugnantes, como aquella de defender la dinastía sandinista y poblar a Chile de toda suerte de manifiestos en pro de causas mundiales y tan distantes que muy difícilmente pueden animar la solidaridad nacional. Cuando nuestra población, hoy, muy poco sabe de geografía, movimientos de liberación y de toda esa parafernalia inventada por quienes quieren seguir viajando por el mundo y ser financiados por las hipócritas entidades mundiales del progresismo. Concurriendo con su puño cerrado a cuanto evento internacional exista y en Chile hacer poco o nada para que el pueblo, su adorado pueblo, tome conciencia de cómo a diario lo engañan y desencantan. En vez de alentarlo a rebelarse contra la flagrante injusticia e inequidad en todo nuestra largo y angosto territorio.

Por lo mismo es que ya se teme que otra vez toda esta profusa cantidad de izquierdistas sin vocación de poder no tenga tiempo y unidad para competir en los próximos comicios presidenciales y parlamentarios. Ni siquiera después del papelón del Frente Amplio y del propio Boric en La Moneda. Después de que tan airadamente le advirtieran al Presidente Piñera que lo pondrían ante los tribunales por los crímenes cometidos durante el último Estallido Social. Renunciando a una auténtica reforma de las pensiones, tiritando de miedo ante la posibilidad de que Trump les suprima la Visa waiver para ingresar expeditamente a Miami, como a otras grandes ciudades. Allí donde vacacionan no pocos de nuestros altos funcionarios públicos.

Dispuestos, con desesperación, a hacer lo imposible para que la señora Bachelet se postule para un tercer período presidencial y no deje en evidencia el caos y la falta de alternativas y liderazgos de las izquierdas gobernantes. Dejando, una vez más, en ridículo a nuestra pobre democracia, cuya tan bullada alternancia en el poder sigue reservada solamente para la casta política.

Por Juan Pablo Cárdenas S.

Política y Utopía, 17 de febrero 2025.


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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