Las máscaras de la seguridad, el narcotráfico y la violencia

Seamos sinceros, el narcotráfico está creciendo en Chile ahí donde dejamos los territorios y la gente lejos del Estado, y ahí donde el Estado abandona su deber no se hace cargo el mercado, sino que la violencia y sus mafias.

Las máscaras de la seguridad, el narcotráfico y la violencia

Autor: Wari

Por Marco Enríquez-Ominami

Nunca me he creído eso de que el lenguaje construye realidad, lo que sí, es que el lenguaje sirve para enmascararla, para esconderla. Cuando el Gobierno dice que el miedo que sentimos cuando salimos a la calle está equivocado porque, «en otros países la cosa está peor«, hace hervir la sangre porque el Gobierno por el que muchos votamos demuestra que se ha quedado a medio camino entre la desconexión y la indolencia.

Los asesinatos masivos de este fin de semana en Chile caen sobre un vaso que hace rato está derramado, y el Gobierno tiene tiempo y recursos para poner ese cascabel al gato. Si no va a cumplir ninguna de sus promesas de campaña, que por lo menos se concentre en poner atajo a la violencia y al narcotráfico. Hace tiempo le propusimos al gobierno tres políticas concretas y alcanzables en el corto plazo: Aumentar las remuneraciones a Carabineros, específicamente de aquellos que están en tareas relacionadas directamente con el control de la seguridad y el orden, porque su trabajo es peligroso y merecen ganar de acuerdo a eso; una nueva política carcelaria que reestructure las cárceles para segregar a los internos según su nivel de compromiso delictivo, para que las cárceles no sean más centros de especialización delictiva; y levantar el secreto bancario para perseguir el dinero del narco y del crimen organizado, propuesta fundamental a la que la derecha se ha opuesto tenazmente. El Gobierno puede implementar y empujar estas políticas si actúa con audacia.

Como dijimos en su momento, no se puede montar una guerra contra el narcotráfico porque las guerras terminan, y este problema llegó para quedarse. Tenemos que enfrentar este flagelo de otra forma. Lo que ocurre en Estados Unidos, donde la violencia contra las mafias ha convertido muchas calles en escenas de películas de zombies o del Lejano Oeste, son la mejor prueba de que la solución al problema no está en redoblarle la apuesta de violencia a la violencia. Por eso, propongo además de las medidas urgentes mencionadas, políticas de investigación, persecución y prevención, para el mediano plazo, a saber.

Primero que todo, debemos construir y fortalecer una inteligencia policial, porque debemos ir por los peces gordos, no por los pejerreyes. El de las drogas es un problema complejo y debe enfrentarse como tal. Debe ser liderado por el Gobierno y el Presidente, porque vivimos en un superpresidencialismo, y el presidente debe formar una nueva policía capacitada y especializada en el manejo de información y persecución de mafias, y debe estar dotada de los recursos necesarios para esto.

Segundo, hay que remar en contra de la deshumanización y cambiar el paradigma carcelario. El castigo para quien violó la ley y cometió un crimen o un delito es la pérdida de la libertad y la autonomía. Nada es más valioso que eso. Si sumamos al castigo condiciones de barbarie, como el hacinamiento o la tortura, cuando estas personas -que suelen ser niños o casi niños- salgan de ahí, lo harán ya no como delincuentes sino que como enemigos de la sociedad. Nos habremos convertido en ellos. Por eso, al revés, hay que resocializar a los presos, y para eso, entre otras cosas, deben poder vivir dignamente su encierro y deben poder trabajar adentro, recibiendo ingresos también dignos para que puedan ganar plata para ayudar a sus familias. Esto último por razones humanas y prácticas, porque ¿qué otra cosa van a hacer los hermanos chicos de ese joven que cayó en la cárcel? Si no queremos que se conviertan en carne de cañón de las mafias, debemos protegerlos, y debemos lograr que puedan ser cuidados también con trabajo honesto desde las cárceles.

El problema de la delincuencia y el narcotráfico, como podemos ver, es tremendamente complejo, porque las instituciones deben actuar desde el derecho y no desde la barbarie, desde el castigo y la dureza, pero también desde la solidaridad y la empatía. Seamos sinceros, el narcotráfico está creciendo en Chile ahí donde dejamos los territorios y la gente lejos del Estado, y ahí donde el Estado abandona su deber no se hace cargo el mercado, sino que la violencia y sus mafias.

Por Marco Enríquez-Ominami

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