Las múltiples caras de la desigualdad de género

La desigualdad de género es el resultado de decisiones políticas, económicas y culturales que han desvalorizado la vida y el trabajo de las mujeres.

Las múltiples caras de la desigualdad de género

Autor: El Ciudadano

Por María José Madariaga

La vida de una mujer en Chile está marcada por una serie de brechas que se van acumulando y perpetuando a lo largo del tiempo en distintas dimensiones de su vida. Desde la infancia hasta la vejez, enfrentamos obstáculos que afectan nuestro desarrollo, nuestra autonomía económica, nuestra salud mental y nuestro reconocimiento social.

Desde pequeñas, muchas mujeres asumen responsabilidades de cuidado dentro de sus hogares. Mientras sus hermanos pueden enfocarse en los estudios, ellas están encargadas de hermanos menores o familiares enfermos. Aunque las mujeres representan el 53,3% de la matrícula en educación superior, superando a los hombres (SIES, 2024), los roles de género tradicionales influyen en su continuidad y en las oportunidades reales de progresar en ciertos rubros. No es casual que las carreras peor remuneradas sean, en su mayoría, aquellas feminizadas.

Cuando llega el momento de incorporarse al mercado laboral, las dificultades se multiplican. La tasa de desempleo femenino es del 9,1%, mientras que la masculina es del 7,2% (INE, 2025). A esto se suma la brecha salarial del 9,4% entre hombres y mujeres que realizan el mismo trabajo (Ministerio de Hacienda et al., 2025). No solo se trata de diferencias en la contratación o en los ascensos, sino en la valoración económica del trabajo que realizamos las mujeres.

A lo largo de su vida laboral, muchas deben dejar sus empleos para dedicarse al cuidado de hijos, padres o personas dependientes. Esta carga, asumida casi exclusivamente por mujeres, tiene un costo que se refleja en la vejez. Según la Superintendencia de Pensiones (2021), en junio de dicho año las pensiones autofinanciadas de las mujeres eran un 49,4% menores que las de los hombres. Es decir, después de haber trabajado toda su vida —remunerada o no— dispondremos de menos dinero una vez jubiladas.

Pero la deuda con las mujeres no es solo económica. También es cultural e institucional. Un informe reciente de la Contraloría General de la República (2025), da cuenta de ello, por cuanto reveló que el 70% de las municipalidades en Chile otorgó licencias de conducir a deudores de pensión de alimentos, pese a que la ley lo prohíbe. Consideremos que el 96% de los deudores son hombres (MINMUJERYEG, 2024). Si el Estado no es capaz de hacer cumplir sus propias normas para proteger a quienes más lo necesitan, ¿qué garantías existen para que la situación cambie?

La desigualdad de género es el resultado de decisiones políticas, económicas y culturales que han desvalorizado la vida y el trabajo de las mujeres. No basta con reflexionar y conmemorar cada 8 de marzo. Debe ser un trabajo diario de repensar desde dónde actuamos, y desde dónde en nuestro día a día acortamos las múltiples brechas que perjudican a las mujeres, mujeres que son nuestras madres, hermanas, compañeras de labores y con quienes convivimos a diario.

Por María José Madariaga

Directora Ejecutiva de Fundación Ronda


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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