El movimiento originado en Santiago y en todas las regiones de Chile a raíz de la evasión del ticket del Metro de los estudiantes secundarios, es un despertar tan impresionante de la sociedad civil -sin ninguna bandera política y desafiando la espantosa represión con la que tuvo que lidiar durante todo el mes- solamente comparable en Latinoamérica a los síntomas de los grandes acontecimientos históricos del mundo. El despertar de un pueblo pacífico, sometido durante décadas a la experimentación más cruda del neoliberalismo, muestra maravillosamente la decadencia del sistema político-económico dominante del mundo y tiene influencia global.
Sociedad civil purísima, creativa y multi-social -despertada desde las fuerzas juveniles- con un único impulso cultural desde las bases más genuinas de su sociedad, que incluso se puede reconocer que nació con una cierta fuerza inconsciente impulsando al despertar consciente que debemos dar en los países del cono sur para trabajar en ponernos a tono con metas que exigen un crecimiento cultural del pueblo. Un movimiento sin líderes políticos, unido a través de las acumuladas demandas de justicia social, hizo erupción repentina en esta tierra de volcanes y terremotos clamando por nuevas ideas para la organización social con mayor participación ciudadana. Sociedad civil que -como síntoma de la evolución humanitaria- no busca tomar el poder sino ejercer limpiamente la influencia cultural-espiritual, como único método de transformación social y de que el sistema político corrupto y dominado por el sector económico-financiero entiendan -aunque evidentemente no les conviene- de qué se trata.
En una situación comparable de crisis social se encontraba Alemania -luego de la Primera Guerra Mundial obligada a pagar todos los costos- cuando Rudolf Steiner intentó dar sus ideas en el Tratado de Versalles para la reorganización de Alemania en un nuevo orden social, anticipando que si Alemania no era capaz de hacerlo habría una nueva guerra. En los tiempos que se avecinan en Chile hay que imaginar nuevas formas de participación social comunitaria en un modelo nuevo de democracia participativa que puede ser un aporte innovador a nivel global, ya que las experiencias prácticas no son abundantes.
Quizás sólo Latinoamérica puede proponerlas, el continente del hemisferio sur con una cierta proporción de clase media, pero con enormes diferencias sociales entre los estratos más bajos y más altos. Diferencia que clama con una fuerza desconocida en Europa por la justicia social y la fraternidad económica. Estos momentos de re-evolución social son una excelente oportunidad para observar las ideas de Steiner en el aspecto social, que tal como las que propone para la medicina y la pedagogía Waldorf, cada vez más se muestran como una vanguardia, concebida sin embargo hace un siglo. Siempre en la macro escala histórica se puede observar que los cambios históricos son lentos y las cosas se piensan siempre antes de poder ser realizadas.
Steiner habló por primera vez de la cuestión social en 1905, en tres artículos que publicó en la revista Lucifer-Gnosis y volvió a hablar del tema específicamente en 1919. Lo nominó la organización social ternaria y destacó que sintéticamente sus ideas eran la voluntad de llevar adelante y fructificar los ideales de la Revolución Francesa -libertad, igualdad y fraternidad- para los que en su momento la sociedad no estaba madura. Plantea un paralelismo entre la visión ternaria del ser humano, constituido por cuerpo, alma y espíritu con tres facultades psíquicas: el pensamiento, el sentimiento y la voluntad, y la sociedad como organismo formado por tales seres humanos. Da ideas concretas, pero sólo se pueden aplicar tales ideas en tanto que seres humanos las practiquen en sí mismos en el proceso de autoconocimiento.
La sociedad, así como el ser humano está constituido ternariamente, tiene que organizarse en tres sectores con administraciones independientes entre sí: primero la cultura o sociedad civil con el ideal de la libertad en un parlamento cultural, segundo la economía o mercado con el ideal de la fraternidad en la economía asociativa y social de mercado, y tercero la política o Estado con el ideal de la igualdad en los derechos humanos.
La sociedad civil tiene que poder actuar -y así se está mostrando en Chile- a través del único medio legítimo del ser humano en camino hacia la libertad que es la influencia cultural en los otros sectores; el económico o mercado que actúa a través del dinero, y el político o Estado que actúa a través de las elecciones en la lucha por conquistar el poder. Es el único sector social que legítimamente puede desplegarse sin intereses personales en un pulimento que exige potenciar la educación, la salud y la agricultura, bases de la convivencia social humana, y así influenciar los cambios en los otros sectores.
Pero así como el movimiento social es espontáneo en estos momentos, ejerciendo una presión tremendamente influyente en las decisiones políticas, se capta que va a ser un proceso necesitado de imaginar una nueva forma de sociedad, comenzando por el proceso constituyente. El pueblo chileno quiere crear un Chile nuevo mediante una nueva Constitución, que contribuya a nutrir la vanguardia latinoamericana, manifiesta en el movimiento cultural de los años 70s que eligió en ese momento, constitucional y pacíficamente, un gobierno socialista que era capaz de conducir hacia un Estado de bienestar y economía social de mercado, y que fue interrumpido por la irrupción generalizada de las dictaduras militares en Latinoamérica en esas décadas de la bipolaridad de la Guerra Fría.
Chile, país del cono sur, habita la región de mayor acumulación de tierra del mundo y forma la horizontal este-oeste con Argentina haciendo una maravillosa cruz geográfica con el eje vertical cordillerano cuyo centro es el Aconcagua. Tal geografía no es casual y el cono Chile-Argentina en Latinoamérica tiene en estos momentos el enorme desafío de contribuir al despertar de todo el mundo renaciendo en las condiciones terrenales más difíciles -patentes en este nuevo siglo decisivo para toda la humanidad- creando paso a paso y sin violencia nuevas formas sociales basadas en el trabajo de sus ciudadanos y el compromiso espiritual.
Por Mónica Oliva / Argentina, residente en Santiago de Chile hace 25 años, cofundadora y profesora de educación media del Colegio Waldorf Michelangelo. Arquitecta por la Universidad de Buenos Aires y Master en Ciencias Políticas por la Universidad de Heidelberg, en Alemania. Escritora con varios ensayos publicados y conferenciante en Chile, Argentina e Inglaterra.