Los condenados de la tierra y Miguel Enríquez. A 50 años de su caída

Pero los octubres no dejaron de parir, y décadas después, sin aparatos, sin intervenciones, sino desde la propia gente común y silvestre, se remeció a toda Latinoamérica con el estallido social o levantamiento de un Chile que despertó con el grito de la calle, que puso a los de abajo, a los condenados por el modelo tras las barricadas, dejando una semilla latente en el suelo quemado de una experiencia transformadora y fundamental para lo que está por venir y cómo.

Los condenados de la tierra y Miguel Enríquez. A 50 años de su caída

Autor: El Ciudadano

Por Mario Ramos

Miguel Enríquez Espinosa se tituló de médico cirujano a la edad de 23 años, y es un joven apuesto que puede lograr todo lo que se plantee: casa, familia, ser un académico de prestigio, viajar al extranjero, participar en simposios; pero no, Miguel se compromete en su corazón y energía con el Chile de los pobres de la ciudad y el campo.

Ocurrido el golpe de Estado, Miguel puede salir del país, asilarse, codearse en París con Françoise Mitterrand, charlar con Felipe González, dar entrevistas, viajar de la Habana a Madrid, planificar la resistencia a la dictadura; pero Miguel se queda en Chile.

Por eso hablamos del destello de humanidad e inteligencia de Miguel, que fuera gravitante en las luchas que se venían gestando en el Chile del 1900. Su aporte teórico-práctico se expresó en la formación de una dirección política que se propuso, explícitamente -y por primera vez en la historia de la izquierda chilena-, la lucha por la toma del poder, gestada y creando desde abajo, desde la formación directa de poder popular, al margen del Estado; extendiendo espacios de creación popular, que encontraron en los pobres de la ciudad y el campo el ver reflejadas sus propias identidades en cordones industriales, asambleas y comandos comunales, lugares de apertura y participación forjada en centros de trabajos y producción, en laboreos campesinos, universidades, liceos, en poblaciones.

Miguel no fue un personaje aislado, nació y se forjó en un contexto social y familiar que le permitió desarrollar y afinar un pensamiento crítico, en conjunto con un grupo de compañeros y compañeras afines, que compartió y discutió en el marco de aquel período pre revolucionario, imbuidos por una revolución triunfante como la cubana, con la historia antiimperialista de Sandino, Zapata y la revolución mundial del 68 que repercutían en ese Chile capitalista de historias de matanzas campesinas y obreras, pero también, entre miles de creadores urbanos y campesinos que despertaban en un contexto donde se analizaban los límites de Unidad Popular y sus consecuencias si es que no se ponía como protagonista de todas las luchas a todo nuestro pueblo, por encima de la sobrevaloración de aquella democracia institucional, burguesa, clasista y patriarcal en profunda crisis.

Por eso el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, fundado entre otros por Miguel, que irrumpió en ese Chile inspirado en los vientos latinoamericanos, impulsó también la continentalidad de la lucha como un horizonte, entendiendo que ningún pueblo puede sostenerse sin otros pueblos en lucha; por eso formaron la JCR [Junta de Coordinación Revolucionaria]. Junta revolucionaria del cono sur, entre compas argentinos, uruguayos y chilenos, en una amalgama revolucionaria dentro de lo que era el pensamiento del Che y de cientos de compatriotas latinoamericanos.

Por los setenta, encaminado el proceso chileno de la revolución con empanada y vino tinto de las fuerzas progresistas de la Unidad Popular, por su naturaleza revolucionaria, desde los espacios de participación directa, obviamente encontraron escollos para avanzar, y no solo en la derecha, sino que en la propia izquierda de la UP, que no fue capaz de asumir el cambio y anhelo de profundizar este proceso de participación abierta, que la misma Unidad Popular había generado, frente a una burguesía que no perdonó la osadía a la que estaban dispuestos los ninguneados de la ciudad y el campo, a través de toda su historia.

Miguel dio una lucha teórica, frontal y directa, clara contra el reformismo, desarrollismo o progresismo, que estancaba y fragilizaba la inmensa fuerza social política creativa que se estaba despertando y organizando, y que no contó con los tiempos necesarios y la decisiones política correctas desde el gobierno popular para aislar a los sectores que protagonizaron el golpe de Estado, incubado desde el primer momento, para transformarlo en genocidio, frente a aquella torrente de creación histórica que venía desde los tiempos de Recabarren.

En este cuadro, Miguel se quedó en Chile, no para enclaustrarse en su clandestinidad, tampoco para inmolarse, sino para responder a su responsabilidad política, confiando plenamente en una potencia popular que lo trascendió y que se expresó en las calles ocho años más tarde, desde los propios saberes, entre las mujeres pobres de las ollas comunes, en las parroquias, en jóvenes milicianos miristas, frentistas, cristianos y lautaristas, en resistencias cotidianas continuas y múltiples de jornadas de protestas nacionales que fueron capaces, desde calles y pasajes, parar a la dictadura con pobladas que se multiplicaron, creando una crisis política en la sustentación a la dictadura, que la obligaron a negociar por primera vez. Sin duda en esa negociación y en lo que siguió del MIR, Miguel faltó. Sabemos la historia, se impuso un acuerdo pactado desde arriba, donde se utilizó al pueblo para una salida que nos amarra, hasta hoy, a la brutal constitución pinochetista y su modelo neoliberal, extractivista, patriarcal y pentecostal.

Pero los octubres no dejaron de parir, y décadas después, sin aparatos, sin intervenciones, sino desde la propia gente común y silvestre, se remeció a toda Latinoamérica con el estallido social o levantamiento de un Chile que despertó con el grito de la calle, que puso a los de abajo, a los condenados por el modelo tras las barricadas, dejando una semilla latente en el suelo quemado de una experiencia transformadora y fundamental para lo que está por venir y cómo.

Porque nacemos en momentos de reflexión, en generaciones de luchadores que se recomponen y reciclan a una historia que no puede ser negada, a un hoy, que precisa miradas profundas y de largo alcance, capaz de ver las transformaciones que ha sufrido la sociedad chilena en la instalación del modelo depredador, los cambios de mundo, y al borde del abismo en que están dispuestos a llevarnos. Sabemos que las claves están en expresiones simples, cotidianas y creaciones heterogéneas de tejidos y redes múltiples, que ya iniciaron muchos sin saber que otras y otras también las están zurciendo. Sabemos que nunca es solución externalizar la negociación. Sabemos que el Estado -y la institucionalidad toda- se pudren por completo por dentro y se descompone en gusanos, narcos y dinero; porque es por fuera donde van nuestros tiempos, a viento, sentimientos y memoria, con la ventana de la historia abierta en un paisaje que nos toma en manos de los pueblos de Latinoamérica para recuperarlo.

Para que los condenados de la tierra lo modelen.

Por Mario Ramos


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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