LUKSIC Y EL DESALOJO DE MAURO (II)

por Arnaldo Pérez Guerra La comunidad de Mauro, en la Región de Coquimbo, lucha por lo que les arrebató, en mayo de 2001, el multimillonario Andrónico Luksic -“el faraón de Chile”-, y su Minera Los Pelambres

LUKSIC Y EL DESALOJO DE MAURO (II)

Autor: Absalón Opazo

por Arnaldo Pérez Guerra

La comunidad de Mauro, en la Región de Coquimbo, lucha por lo que les arrebató, en mayo de 2001, el multimillonario Andrónico Luksic -“el faraón de Chile”-, y su Minera Los Pelambres.

El grupo Luksic -a través de Antofagasta Minerals S.A.-, construyó sobre el Fundo El Mauro, luego de apropiarse del territorio, el segundo tranque de relaves más grande del mundo, del que hoy también participa un consorcio de empresas japonesas: Marubeni, Nippon Mining & Metals, Mitsubishi Materials, y Mitsubishi Corp.

Los comuneros maurinos libran desde hace casi dos décadas “una batalla a muerte” por tierra, justicia y dignidad, tras el “despojo” y el “engaño” de Luksic y compañía.

Mauro era un asentamiento campesino, una comunidad en el nacimiento del valle del Pupío. “Éramos una familia, vivíamos allí desde generaciones, una comunidad cien por ciento autosustentable… Cuando nos expulsaron habíamos unas doscientas personas, subsistiendo principalmente de la agricultura, la ganadería, y el queso de cabra”, recuerda Cristián Flores Tapia, vocero de la Asamblea Territorial El Mauro.

ENGAÑOS Y ARTIMAÑAS DE PELAMBRES

Los maurinos relatan que en su comunidad existía un bosque nativo “de miles de años”, de más de setenta hectáreas, principalmente canelos, chequenes, arrayanes y quillayes, que fue “quemado y arrasado por Luksic y su minera”.

Con la llegada de Los Pelambres y su “patota” la vida de los maurinos cambió completamente en solo dos o tres meses. Denuncian haber sido “engañados, amenazados y expulsados” de su territorio. Hoy desperdigados, su forma de vida fue “arrasada” -señalan-, por “palabrerías y artimañas”. La minera los desalojó tras señalarles -dicen-, “que se había hecho dueña de la tierra”.

Pedro Enrique Tapia relata con un nudo en la garganta: “Éramos todos como una familia, cincuenta y tantas familias, como una sola… Era bonito vivir en Mauro… si había de todo, teníamos de todo… Cuando llegó Minera Los Pelambres eso se acabó, todo se vino abajo, y nos obligaron a salir, nos sacaron… Nos dijeron que ‘Pelambres había comprado el fundo’, y tuvimos que salir obligados… Después nos vinimos a dar cuenta que a nosotros nos pertenecía por lo menos la mitad del fundo”, dice.

Añade que “representantes de la minera” se apersonaron en la comunidad junto con las autoridades locales: “Entraron a meter cuco, ‘que teníamos que salir, porque si no…’, ‘que la minera ya había comprado el fundo’, y así… Y nos sacaron de nuestra comunidad… De una manera u otra tuvimos que lanzar todas nuestras pertenencias, y los animales. Hubo animales que se vendieron o se dieron ‘a medias’, pero después, algunos se devolvieron al fundo y simplemente se perdieron”, dice.

Que la minera se haya adueñado del lugar y les haya echado le parece muy injusto: “Es muy injusto lo que hizo la empresa, pero yo voy a las autoridades, que lo permitieron… Porque hace años que estamos en esta lucha y no hay nada de justicia para el pobre. ¿No hay justicia para el pobre porque no tiene plata? Muy injusto lo que sucedió… Para que haya justicia, está en la autoridad no más. Justicia sería recuperar lo que era de nosotros”, agrega.

Esa es la solución que quieren los maurinos: recuperar todo lo que les pertenecía: “Que nos devuelvan lo que era de nosotros… Y ser como éramos antes: una comunidad, y juntarnos todos, en cualquier lugar, pero que sea como éramos en Mauro… Que tenga de todo: agua y donde trabajar y sembrar… Yo creo que sí es posible, pues todos estamos unidos”, concluye.

Su hermana, Julia Tapia Tapia, añade con lágrimas y sollozos: “No me acostumbro donde vivimos hoy. Ya no siento ese aire libre. No podría explicarme… Siento un pena muy inmensa en mi corazón… A mi padre se le fue la vida de a poco porque él nos decía que echaba de menos su tierra, su Mauro, por eso le digo que no soy capaz de explicarme… No sabe usted la inmensa pena que siento. Mi padre se fue para nunca más verlo…”, expresa.

Por su parte, Mercedes Tapia, anciana de unos 80 años, y madre de ambos, declara: “Muy malo lo que hizo la minera… muy malo todo lo que hicieron… ¿Por Dios, no? Todos los días nos acordamos de esto, pero ahí no más la herida sigue… Me gustaría volver a un lugar como Mauro para vivir con mis hijos. Eso sería hacer justicia… Si yo pudiera hablar con Luksic, le diría muchas cosas… Ahora como estoy de salud, tengo marcapasos, no puedo hacer mucho… Me da pena, pena, mucha pena. Ojala haya una solución antes que Dios me recoja…”, concluye.

De izquierda a derecha: Alejandro Mauricio Tapia, Berta Tapia Plaza y Olfa del Rosario Tapia Plaza.

EL ABUSO DE LA MINERA

Olfa del Rosario Tapia Plaza, quien añade que nació y fue criada en Mauro, explica que muchos “se fueron antes del golpe que llegó desde Pelambres”.

“Al final -dice- quedábamos unas veintiocho familias, y no teníamos pensado irnos porque vivíamos ahí de nuestras siembras, de las cabras y otros animales… Cuando nos obligaron a salir, mi padre tenía cerca de seiscientas cabras, pero todas las perdimos… Nos echaron el 30 de mayo, ‘que el que se quedaba lo sacaban con fuerza pública’, esa era la amenaza”, explica.

Revela que se reunían con “el abogado de Pelambres, Jaime Andrade”, quien era gerente de asuntos corporativos de la minera, junto con “la señora Adriana Muñoz, que era diputada”, y “el alcalde de Los Vilos, Carlos Salinas”.

“Nos decían que nos apoyaban, pero hacían ver a la gente ‘que tenían que aceptar lo que decía la minera’. Andrade le decía a la gente ‘que tenían dos opciones para salir’. Ofrecían diez millones de pesos por irse, y que podían quedarse siete años más, ‘pero no se iban a ir con esa cantidad, sino con menos’… Mi padre a sus noventa años no quería irse de Mauro por nada. Él quería morir y ser enterrado ahí. Por eso cuando hubo que desarmar todo, se enfermó y cayó en cama. Además, poco antes había fallecido su hijo menor”.

Con mucho dolor Olfa agrega que a su padre lo sacaron “de la cama a un furgón que le prestó un sobrino… Estaba muy triste. No quiso ver el destrozo de las casas, no quería salir, y ni miró para atrás… El sacrificio de todos sus años lo arrasaron… En el camino nos topábamos con las excavadoras de la minera… Para mi papá fue muy duro. Perdió todos sus animales. Para él sí que fue duro de ver todo eso… Nunca se sacó de la mente el que la tierra fue perdida bajo engaños… Pienso que fue un abuso porque lo hicieron a sabiendas, todo lo que hicieron lo sabían muy bien… La gente no sabía leer. Que se aprovecharan que no teníamos estudios… De todo eso se valieron. No había letras en Mauro, la gente no sabía lo que pasaba… Mi padre se daba cuenta sí, pero fue imposible volver atrás”, dice.

Berta Tapia Plaza, su hermana, explica: “Salí de Mauro con un sabor amargo, porque yo era la que más dejaba el hollejo allá, y perdimos todo, quedamos sin nada… Fue un abuso por donde se le mire. Nuestro padre sufrió mucho, además venía ya enfermo… Fue mucho el error que hicieron ellos -la minera-, de ir a molestar allá donde vivía tranquila la gente. Acá, ahora, estamos encerrados, no tenemos libertad… Fue un abuso el de la empresa. Nos vinieron a botar como a pájaros silvestres… Podría haber justicia pero hay que reclamar donde corresponde”.

“Adriana Muñoz y Carlos Salinas nos dijeron que ‘saliéramos conformes’, que ‘ellos iban a ver cómo fue la cosa’, ‘que nos iban a ayudar’… Pero nosotros salimos sin nada. Solo a mi padre le dieron la supuesta ‘indemnización’, a nadie más de la familia. Nos miraron como a pajaritos. Con su engaño nos quitaron todo”, dice.

CONSTRUIR UN NUEVO MAURO

Alejandro Mauricio Tapia, manifiesta: “En el Mauro la vida era feliz. Cuando yo era un niño había unos cuarenta menores. Yo tenía veinticuatro años cuando nos desalojaron, y me di cuenta de lo que pasaba, pero estaba en Illapel, accidentado… Me di cuenta que era un abuso, que se aprovechó la empresa de la ignorancia de la gente… Y no hay justicia, no hay todavía… Lo justo es que devuelvan la tierra, pero no lo pueden hacer pues está inundada. Entonces, que devuelvan una tierra parecida a Mauro, que tenga lo mismo que allá: vertientes, agua de vertientes, un campo que sea similar… Eso sería justo…”, dice.

Agrega, con lágrimas en sus ojos, que Los Pelambres gana millones de millones de dólares diarios por haberlos sacado de Mauro: “La gente, por su ignorancia, no sabía. Les ofrecieron un poco de plata… Me emociono recordando el abuso que sufrimos… Después de todo el daño que hizo Luksic, lo justo es que nos devuelvan un territorio, porque siguen dañándonos todavía. Mauro lo destrozaron y todos los días nos hacen daño… Ya no quedan canelos, están todos bajo el relave, tampoco hay agua… Yo un año fui, trabajé, y ellos le colocaron fuego al bosque de canelos, la empresa. Y como que le echaban la culpa a ‘la gente que iba a Mauro hacían incendios’, y eran ellos, gente de la empresa. Mientras vivíamos ahí nunca hubo un incendio… Cuando fueron las autoridades medioambientales a ver, estaba ya quemado el bosque. Fue un destrozo inmenso. Yo estuve trabajando ahí las máquinas, echando quillayes abajo, bosque nativo… un destrozo muy grande”.

“Luksic sabe lo que hizo, él no más sabe… Debe devolvernos lo que nos corresponde. Obtuvo el fundo no de ‘manera legal’ sino que con pillerías. Él sabía… Sabía de la ignorancia de la gente y se aprovechó. Así se le hizo muy fácil poder sacarnos de Mauro. A la gente la urgió, les dio un plazo, ‘de aquí a mayo tienen que salir’, y la gente, en su ignorancia, no sabía, no se daba cuenta. Creo nunca en la vida habían pasado por una situación así. Entonces, se sintieron presionados y ‘aceptaron’… Así fue como se aprovecharon de nuestros padres y abuelos. La minera los presionó para que no pensaran mucho, y de marzo a mayo tuvieron que salir de sus tierras. Así no les dio tiempo a pensar. Y todos tenían pocos estudios también. De eso fue de lo que más que se aprovechó Luksic…”.

Agrega que vivir en Tahuinco no es lo mismo que la vida en Mauro: “En este año malo por la sequía, tenemos que estar comprando forraje para los animales, pero ya no nos quedan recursos… En Mauro, aunque hubiera un año malo, siempre había algo de pasto para los animales. Acá en Tahuinco el campo es malo, todo se muere, no hay agua. En Mauro siempre hubo mucha agua, hartas vertientes”.

Alejandro Tapia se emociona fuertemente. El dolor y la impotencia le impiden hablar por algunos segundos: “Fue un abuso muy grande, aprovecharse de la ignorancia de nuestros padres y abuelos, que tuvieron que marcharse arriba de la carga de los camiones, arriba de sus enseres, con sus perros y algunos animales, engañados, dolidos, y sin ninguna seguridad… Así nos sacaron, fue una tragedia… Una tragedia tremenda para nuestros padres y abuelos… En ese momento no me emocionaba, pero ahora sí… Como no sabíamos defendernos, se aprovecharon… Pero ahora está nuestra voluntad y la unión para luchar por recuperar todo lo que nos arrebataron. Depende de todos nosotros construir un nuevo Mauro”.

(*) En el valle del Pupío, región de Coquimbo, Chile.

Fotografía: @mediActivista


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