Mariano Puga, cura obrero: «El dios mercado se comió a los cristianos»

"La Iglesia es una mezcla de castidad, de consecuencia con Cristo y el evangelio; y de prostituirse con el poder, con el egoísmo. Eso es la Iglesia, y toda su historia ha sido una pelea entre la castidad y la prostitución", expone el sacerdote en conversación con El Ciudadano. Por José Robredo Hormazábal / @joserobredo

Mariano Puga, cura obrero: «El dios mercado se comió a los cristianos»

Autor: Jose Robredo

Villa Francia, sábado, nueve de la mañana. La tranquilidad matinal disfraza el frenesí que los vecinos del cruce de la calle Yelcho con avenida Cinco de Abril han vivido en los últimos días.

Uno de ellos es el cura Mariano Puga, que ha ejercido el sacerdocio hace 57 años en poblaciones como La Victoria, Villa Francia, La Legua o en Pudahuel, y que mantiene, a sus 87 años, la energía para movilizar a su entorno, marcando su labor por el trabajo social en favor de los sectores más desposeídos y olvidados de la sociedad.

La visita del Papa Francisco ha sido el motor para visibilizar a ese sector de la Iglesia que ha querido ser invisibilizado desde la jerarquía eclesial criolla. Los «curas obreros» son casi una especie en extinción y, por cierto, una piedra en el zapato para los purpurados.

De está forma, en el block de departamentos que da a esta avenida de la comuna de Estación Central, Puga junto a un grupo de vecinos pintaron un mural con la expresión que quieren ver de Francisco y su demanda de que la Iglesia vuelva a los territorios. «Dios se hizo pobre», «la economía de mercado mata y excluye» y «salgan a la calle, hagan lío para una sociedad más justa fraterna y compasiva», son las frases elegidas para llamar la atención de los transeúntes y automovilistas. También es un llamado de atención a la jerarquía reunida en la Conferencia Episcopal.

Puga conversa con El Ciudadano al calor de un café con leche y marraquetas, en el comedor de la casa cargada de calle, lucha y Teología de la Liberación. Su mirada crítica de la Iglesia nacional, su esperanza en la labor de Francisco y el «achanchamiento» del feligrés consumido en el modelo de mercado, marcan el ágil diálogo con el más reconocido de los curas obreros.

 

¿Cómo se entiende a una Iglesia que difunde a un Cristo que se encuentra en los territorios con curas y una jerarquía que pareciera estar más allá del cielo?

En el mural me siento contextualizado porque toca temas muy conflictivos dentro de la Iglesia y fuera de ella, que es donde nos ha metido este Papa. Francisco es un Papa desconcertante, inesperado, que nos queda grande.

¿Por qué tan así? 

La primera afirmación que él hace es «yo creo en un Dios que se hizo pobre y yo busco una Iglesia pobre y para los pobres». Eso es la Iglesia que se vivió en la América Latina de los años 80, del reencuentro con los orígenes, con Jesús de Nazareth, un carpintero, un profeta que revolucionó a su pueblo y que murió crucificado como un extremista que subvertía el régimen religioso y político de la época. Lo que hizo la Iglesia de los años de las dictaduras, que era comprometida con el pueblo, fue volver a tomar conciencia de su origen histórico y del sentido que tenía.

¿Cuando se perdió ese rumbo?

Tuvimos una primavera de la Iglesia, donde los pobres comenzaron a ser sujetos en las comunidades. Una Teología de la Liberación que iba implementando en la reflexión este compromiso con el pueblo, donde los pobres en la Iglesia comenzaron a tener poder y ser escuchados. Luego viene el invierno eclesiástico a partir de la caída del muro de Berlín, por el monopolio del sistema de mercado, donde la Iglesia también entró.

En este escenario la Iglesia tiene un rol de observador, controlador, además de saborear el poder 

Exacto. Cuando este Papa se atreve a decir que quiere una Iglesia pobre, por su origen en Jesús y su origen social y político en la fe que tiene, significa que se pone al servicio del pueblo, de sus organizaciones, sus luchas y sus esperanzas. Eso es lo que dice, pero lo que pasó entremedio con la jerarquía que hubo en tiempos de Juan Pablo II no es capaz de captar eso.

¿O no quiere captarlo? 

Ni es capaz ni tampoco quiere. Ese es el tema de fondo. Los que estamos en las barriadas, los que estamos en el día a día de la población, de la viejita de la AFP, de la lucha de los cabros por una sociedad distinta, del anarquismo, estaban acostumbrados a encontrar entre los pastores de la Iglesia una sensibilidad a sus problemas, pero hoy los pastores estamos en otra. Estamos preocupados de nuestros problemas internos, de nuestra pastoral, de nuestra catequesis, de nuestras organizaciones pastorales. Eso no es un tema fundamental y, si llegara a serlo, no es de los que tocan la carne, como Jesucristo dice: «ustedes son la sal de la tierra», vale decir, si no estamos en los territorios no sirve de nada.

«Esta Iglesia debe apuntar a volver a sus orígenes»

Eso tiene que ver con amasar poder, cosa que le pasa a toda la élite. ¿La Iglesia se consumió con el poder y se olvido de servir? 

Mira lo que les pasa a los partidos políticos, ¿qué representatividad tienen?, casi cero. La Iglesia que tuvo una credibilidad de casi el 80%, por haber tomado posición por los Derechos Humanos, por las luchas, penas y esperanzas de los pobres, que es lo que decía el Vaticano II. Hoy, ¿qué toma de posición tenemos?, y me incluyo en la pregunta porque me siento cuerpo de esa Iglesia.

¿Cómo responde la comunidad, cómo demanda a la Iglesia pensando que antes la veía como refugio? ¿dejó de serlo? 

Yo creo que las comunidades en las poblaciones son, salvo rarísimas excepciones personales, expresión de lo que pasa en la sociedad. Entre varios curas en las poblaciones nos hemos dado cuenta que el mercado, el individualismo, la competitividad, la despreocupación por los problemas del otro (los migrantes, las abuelas que se mueren de hambre con las AFP, la droga, la realidad del pueblo mapuche) no son temas de las comunidades. Hace 20 años atrás era lo que definía a las comunidades, el descubrir a Jesús era descubrir el amor solidario con las víctimas del sistema, eso era la sensibilidad fundamental.

¿Y hoy que les preocupa?

Pregúntale a cualquiera que va a misa en nuestras comunidades que es lo que más le preocupa. Hoy tenemos menos bautismos, luego de hacer la primera comunión no vuelven, hay menos confirmaciones y eso se debe a que hay una estructura pastoral interna que no está sensibilizada por lo que dice Cristo: «tuve hambre, qué hiciste por mí, fui migrante, qué hiciste por mí, estuve preso, qué hiciste por mí», eso era lo que nos motivaba a hacer Iglesia en los años 80.

¿Falta compromiso?

Date cuenta que mataron once curas, ¡once curas, mis hermanos queridos! fueron asesinados por jugársela por esa Iglesia, cuantas comunidades se las jugaron y a cuantos torturaron, mataron. Era una Iglesia comprometida. Siempre me acuerdo de un amigo socialista que me decía «buena por las misas que hacen ustedes en la población», y yo le digo «y voh ¿por qué no vas?». «Porque no quiero que me tomen preso», me responde y yo le digo «¿Cómo? tú consciente y revolucionario no vas porque no quieres irte preso». Esa es la mejor propaganda de la misa que he escuchado, por ir a hacer la memoria del Jesús que murió y resucitó, te conviden a jugártela por los que siguen atropellando en sus derechos. Eso nos tocó vivirlo.

¿Eso significa que se debe deshacer lo andado hasta ahora?

Esta Iglesia debe apuntar volver a sus orígenes, como dice el Papa: «un Dios que se hizo pueblo», una Iglesia que quiere ser sobre todo del pueblo. ¿Qué pasa con los poderosos? deben asumir como propio el futuro de los pobres.

¿Por qué esa lógica no se puede asentar?

Porque la sociedad de mercado pone como centro el dinero, la acumulación de poder económico, que es lo contrario a lo que propone el evangelio que pone como centro el amor con los últimos. Esa lógica del amor se perdió porque el dios mercado se comió a los cristianos, ahí está el tema. Se come a los pastores cristianos, se come al pueblo cristiano o se lo está comiendo. Siento que por eso el Papa es desconcertante, porque aún no se lo come, porque cuando le dicen «vaya a dormir al palacio de San Damaso», que ni te cuento lo que es, él decide quedarse en la pensión de tres piezas.

«Castidad y prostitución»

¿El Papa Francisco no encaja en esta Iglesia? 

Es un Papa que con la historia que vivió en América Latina y con la historia que tiene como Pastor de esta Iglesia da ejemplos. Lo primero que hace recién asumido es visitar a los migrantes africanos que arriesgan su vida cruzando el Mediterráneo y dice «yo estoy con ellos» e interpela a la Comunidad Europea diciéndoles «ustedes fueron los explotadores de esta gente, les chuparon la sangre en los años de colonización, denles espacio ahora». ¿Qué Papa hace eso? ¿qué gobierno hace eso?

Pero si es el líder de la Iglesia, ¿por qué no se consideran esas acciones como camino a seguir? 

Porque la Iglesia es una mezcla, como dice Tomás de Aquino, de «casta y prostitutas». La Iglesia es una mezcla de castidad, de consecuencia con Cristo y el evangelio; y de prostituirse con el poder, con el egoísmo. Eso es la Iglesia, y toda su historia ha sido una pelea entre la castidad y la prostitución

Y la comunidad queda al medio de esta pelea

A tí, a mí nos atraviesa esa doble realidad. Porque lo que hay de amor en cada uno hasta dar la vida por los otros, esa es una línea. Y la otra es amor a mí y poner a todos al servicio de mí poder, mis proyectos. Esa es la lucha interna de la Iglesia, donde hay períodos que una y otra posición ganan terreno. Pero hay que preguntarse donde está el católico normal, está en un sistema que mata y excluye a millones, donde están los cristianos frente a eso.  Como dijo alguna vez Fidel Castro: «Ustedes ahora son las víctimas del circo, pero también son los victimarios. Ustedes están entre los que matan y excluyen pobres».

Su trabajo en los territorios se ve enmarcado en un espacio en particular, ¿cómo cree que la comunidad lo percibe en medio de esta estructura eclesial? 

Mi vuelta a Villa Francia ha sido la etapa más difícil en mis 57 años de servicio a Cristo y al pueblo en la Iglesia. Porque, por ejemplo, a esta casa llegaban en los 70 los seminaristas que estaban en quinto año, y empezamos comenzando a conocer a la gente, hacer contacto con la realidad de ese pueblo. Hoy, 40 años después, hay calles pavimentadas, buenas casas, grandes teles, grandes sofás, endeudados hasta la tusa y no les importa el vecino. Hoy a los hermanos haitianos les cobran $100 mil por un pieza de 4×4. Antes habrían funado al arrendatario pero hoy es algo «normal».

«No se está formando pastores para el pueblo»

¿Se normalizó el abuso?

Hay una frase de la biblia, del libro del Apocalipsis -ese que lo muestran siempre como tenebroso- que dice: «porque no eres frío ni caliente sino que eres tibio, estoy por vomitarte de mi boca». Es lo que expresa Cristo de la Iglesia del siglo primero, cuando empieza a terminar la persecución y los cristianos se empiezan a instalar. Esa tibieza en la fe, en el amor, en el compromiso es a lo que el Papa dice «acuérdate que Dios se hizo pobre» y la Iglesia responde coyunturalmente cuando hay alguna catástrofe, cuando empiezan los golpeteos de pecho; que es lo que sucede en estos actos masivos como Lo Vásquez o las movilizaciones para la visita del Papa, que no creo que sean tan masivas.

¿La tibieza tiene que ver con lo institucionalizada que está la Iglesia?

El tema de fondo es que la fe y el cristianismo es una institución de ser seres humanos y esta sociedad se hace cada vez más inhumana. El cristianismo debiera ser lo que la humaniza y no sigue el mensaje de Cristo.

Usted hablaba de como se formaban los seminaristas en esta casa, ¿cree que ahora se forman funcionarios más que pastores?

Creo que está formando pastores de la Iglesia y para la Iglesia. No se está formando pastores para el pueblo. Se está formando gente para los servicios que la Iglesia debe mantenerse como institución, pero Jesús no vino a producir una secta, de los que se meten a las sectas para salvarse ellos. La gran preocupación de Jesús era qué pasaba en la Palestina de su tiempo, que pasaba con los excluidos por el sistema romano y el religioso. La manera de acercarse a Dios no es a punta de incienso o gritando ¡gloria a Dios!, se le sirve sirviendo al último. Este tema de cristianos indiferentes, aunque hagan vidas espirituales, no es referirse al Dios de Jesús. «Dios se hizo pobre», de ahí jodiste.

A su manera como se dice

Yo tengo muchos amigos ateos, de hecho me siento mucho más en confianza con ellos que con los que se dicen católicos. Porque siguen una doctrina, practican una moral pero que no han tenido un encuentro con el proyecto de Jesús. Cuando él vuelva, no va preguntarte si eres católico o no.

¿Se siente defraudado de esta máquina en la que se convirtió la Iglesia?

Hay que decir las cosas como son: la Iglesia siempre fue así. Desde el origen, Jesús forma una institución a través de la elección de los doce apóstoles y elige a Pedro para «darte las llaves del Reino» y conducirla. ¿Qué hizo Pedro? lo traicionó mientras a Jesús lo estaban torturando. ¿Qué hizo Judas, otra parte de la institución?, lo vendió por veinte monedas. En el siglo IV, cuando Constantino le compra la libertad a los cristianos y le da al obispo de Roma todo un sector geográfico, poder para cogobernar y la Iglesia pisa el palito vendiéndose al poder. Esto significó que la Iglesia no pudo hablar a nombre de los pobres, porque si hablaba a nombre de ellos el poder le decía «bueno, vaya devolviéndome las cuotas que le entregué».

¿Partió mal, chueca? 

No, no. Cualquier institución con seres humanos será igual. Mira cualquier movimiento filosófico y político lo limpio que empiezan, lo consecuentes que son y mira como terminan. Lentamente, un grupito se va haciendo del poder, se va burocratizando, no viven para el servicio de la comunidad sino que autogenerarse beneficios. Si no hay una revolución permanente las cosas se anquilosan y estamos en una sociedad anquilosada, ¿qué alternativa hay al sistema de mercado?, ninguna. Vemos a la China de Mao, que queda de la Revolución Rusa y sólo tiene 100 años.

El proceso humano de «achancharse»

Claro, eso es así. Para mí la única diferencia que tiene la hace no ser una sociedad humana es que tiene a este Jesús, que hace como de «autoconciencia crítica». Si la Iglesia pierde de mirarse en los pobres, en los últimos se transforma en una burocracia religiosa más. Y ese es el peligro permanente.


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