Los delincuentes son consecuencia del sistema, gente enferma producto de un sistema enfermo; víctimas al fin y al cabo. “El niño que no sea abrazado por su tribu, cuando crezca, quemará la aldea para sentir su calor». Por otra parte, los delincuentes más grandes (enfermos, también, tras la destrucción del medio ambiente y el saqueo de recursos naturales, tras toda clase de asesinatos, fraudes y abusos, tras el tráfico de órganos en el SENAME, la pornografía infantil, la farsa psico-farmacéutica de la salud, guerras e invasión a otras naciones o pueblos originarios, el sigiloso y eficiente proceso de lobotomía generalizado a la población, la manipulación de los medios de comunicación y un sinfín de otras actividades que merecen el apelativo de «satánicas»), visten de traje y corbata.
Según la nauseabunda lógica que llama a matar, habría que dispararle no sólo al lumpen, sino también a quienes dirigen el país y el mundo (y, evidentemente, a los carabineros y militares que han ejercido brutalidad, cometido mutilaciones, torturas, violaciones, etc.). ¿Pero eso no degeneraría en incluso más repercusiones, más sed de venganza, en fin, más violencia?
No seamos tan ingenuos ni primitivos; es el sistema entero el que está podrido de raíz y debe cambiar, y eso sólo sucederá una vez que nosotros nos transformemos, elevándonos por sobre nosotros mismos.
Texto y foto
Por Matías Hurtado