Con el fin de producir productos a partir de biomasa, Catalina Landeta, estudiante del doctorado en Ciencias de la Ingeniería e investigadora del Centro de Biotecnología y Bioingeniería (Cebib) de la Universidad de Chile, comenzó a investigar y seleccionar hongos marinos con capacidad de extraer compuestos bioactivos de las algas. Hoy, gracias a sus esfuerzos, ha conseguido como resultado una micoproteína que potencia en 60% sus proteínas y 42% de sus aminoácidos, incrementando la actividad antioxidante, características que lo hacen muy valoradas por la industria alimentaria.
“Estuvimos mucho tiempo investigando y analizando hongos, y nos dimos cuenta del potencial que tenían por sus concentraciones de proteínas y la calidad de sus aminoácidos. Ahí pudimos darnos cuenta que, si bien pueden ser utilizadas para la alimentación animal, también podían servir para la alimentación humana, considerando que existe una demanda creciente de fuentes de proteínas alternativas, sostenibles y con tecnologías de procesamiento sustentables, en un proceso de economía circular”, explica Catalina Landeta.
De esta manera nace Micoseaweed, una micoproteína con una alta concentración de aminoácidos y proteínas, una baja concentración de grasa y carbohidratos, y que adicionalmente tienen fibra y betaglucanos, junto con carbohidratos propios de las algas que son asimilables por los seres humanos y que ayudan a la microbiota de los seres humanos, que ayudan a tener una dieta más saludable.
“Las algas que utilizamos son del tipo grass y previamente son analizadas para que sean seguras para el consumo humano. Pero son las algas que normalmente consumimos, como el cochayuyo y las algas verdes que se conocen como lechuga de mar”, detalla Catalina.
Este proceso, además, es amigable con el medio ambiente y no requiere grandes gastos energéticos. No se utiliza tierra cultivable, ya que se puede hacer en tanques fermentadores (parecidos a los que se utilizan para la producción de cerveza), y tampoco requiere riego ni se utilizan fertilizantes. “En comparación con la producción de carne utilizamos 20 veces menos tierra cultivable y 150 veces menos agua de lo que se necesita para producir 1 kilo de carne versus un kilo de esta proteína. El proceso es ecológico y no implica grandes gastos energéticos porque tenemos ya una materia prima que proviene del mar, que se recoge de una manera sustentable”.
Los siguientes pasos para poner Micoseaweed a disposición del público es la búsqueda de financiamiento para obtener una cantidad de producto mínimo viable, para así ir escalando a una planta piloto y empezar a procesar una mayor producción. Ya están en conversaciones con una empresa que comercializa algas y se están analizando las posibilidades del producto para su comercialización.
María Isabel Guerra, directora de Transferencias Tecnológicas del Cebib explica que en 2021 “se podría tener una escala piloto para hacer pruebas de sabor y luego vienen las certificaciones, pero se apostó por producir este producto con hongos grass y algas grass, que son comestibles, para facilitar esta certificación de las micoproteínas y así poder incorporarlas a la alimentación humana. Otra de las ideas para su comercialización sería incorporarlas a otros alimentos, como harinas, embutidos u otras preparaciones para que tengan un alto contenido proteico, ya que su composición y color las hacen muy compatibles para la mezcla con otros productos”.
Adicionalmente se hizo un estudio previo de mercado para ver qué valores que podría tener esta micoproteína en el comercio y “no podría costar más de 2 dólares por kilo, pero siempre va a depender del precio de la materia prima, que son las algas”, detalla Catalina Landeta.