Molinos de Papel: Desafíos de una biblioteca en el siglo XXI

Chile enfrenta el desafío de transformar las bibliotecas escolares en puentes clave hacia el conocimiento y el desarrollo de habilidades, especialmente en el ámbito digital. Para lograrlo, es fundamental priorizar su rol pedagógico y garantizar una coordinación efectiva con las aulas.

Molinos de Papel: Desafíos de una biblioteca en el siglo XXI

Autor: El Ciudadano

Por Javiera Márquez

En un lugar de Ñuñoa, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que trabaja una bibliotecaria, de las que estudiaron periodismo, beben café del Oxxo, visten ropa semi formal y toman el Metro para cruzar la ciudad de Santiago. Nuestra Quijote se llama Yudith Merino González. Ella es de las que cree que las bibliotecas pueden transformar vidas. Por ello, su misión es abrir nuevos caminos para los estudiantes, como la biblioteca municipal de Quilicura lo hizo para ella.

¿Es idealismo o realmente pueden las bibliotecas incidir en la vida de los estudiantes en pleno siglo XXI? Los documentos oficiales parecen quedarse cortos frente a las necesidades actuales. Así lo describe Fernando Bolaños Zarate, nuestro Sancho, un investigador que ha estudiado desde 2017 cómo lograr que los estudiantes no sólo tengan acceso a la información, sino también puedan evaluarla y aplicarla con criterio.

Yudith Merino abre las puertas de su biblioteca a Fernando Bolaños para que observe una actividad, como las que realiza cada viernes. Justo antes que el sol asome por la cordillera de Los Andes, Merino entra por el estacionamiento de una vieja casona rodeada de un jardín fragante. Mientras Bolaños acompaña su andar, saluda a las funcionarias del colegio y sube las escaleras hacia su bastión: una Biblioteca CRA, parte de un ambicioso programa con 11.745 sedes en todo el país.

“Estoy bien en la biblioteca, me gusta mi trabajo”, dice Merino mientras recorre el espacio. La biblioteca cuenta con dos áreas conectadas. Una, accesible desde la casona, tiene mesas, estantes y un par de computadores. A la derecha, un estante pequeño alberga libros de las especialidades técnicas y, junto a él, un mueble guarda instrumentos musicales. A la izquierda, un estante más grande contiene libros de literatura universal. En el centro, un marco decorado con fotos polaroid de estudiantes sonrientes conecta con la segunda sala, más luminosa y amplia. El escritorio de Merino está en la izquierda y, desde ahí, prepara la silueta de un molino y un Quijote para pegar en una pizarra. Luego de mover sillas y mesas, con cinta adhesiva blanca, crea un tablero en el suelo para la actividad de esta ocasión.

La bibliotecaria invita a los estudiantes de secundaria a participar en una competencia de tríos, ofreciéndoles sombreros de papel que simulan cascos de armadura, espadas romas de madera, tarjetas con preguntas y respuestas. Merino asigna los roles al azar: algunos hacen de Quijotes y otros de Sanchos para moverse por el tablero. Para avanzar, los Quijotes deben responder a las preguntas formuladas por el tercer miembro del equipo. Si no conocen la respuesta, los Sanchos tienen tarjetas con las soluciones. Al llegar al final del recorrido, la bibliotecaria les entrega una bolsita de caramelos y chocolates, adornada con una colorida imagen del famoso caballero andante.

Para los espectadores, la escena resulta tragicómica. A pesar de que las preguntas son sencillas y los Sanchos tienen las respuestas a mano, la confusión prevalece. Los Quijotes voltean hacia sus Sanchos en busca de ayuda, pero estos, aunque revuelven frenéticamente las tarjetas, no logran encontrar la respuesta. Los Quijotes quedan estancados sin poder avanzar. Merino les recuerda: “Revisen las tarjetas”; pero la dificultad para interactuar con la información es palpable. Esta escena grafica un problema de fondo: la brecha entre disponer del conocimiento y saber utilizarlo de manera eficaz. La escena subraya la importancia de desarrollar habilidades para acceder y aplicar información, que conecten los recursos con el aprendizaje en el aula. Visiblemente frustrada, Merino les anima a seguir intentando con otra pregunta.

El papel de las bibliotecas en el siglo XXI

El rol de las bibliotecas escolares y universitarias en el siglo XXI sigue siendo fundamental por varias razones. En primer lugar, porque una parte significativa de la población mundial aún carece de acceso a internet: según datos de las Naciones Unidas, una de cada tres personas está excluida de los espacios digitales que facilitan la obtención de información. Pero el desafío no se limita al acceso. De igual importancia es garantizar que las personas desarrollen las habilidades necesarias para interactuar con la información, como evaluar la veracidad de una fuente o aplicarla de manera crítica. En este contexto, las bibliotecas no solo deben garantizar el acceso a recursos en comunidades con conectividad limitada o inexistente, sino también asumir un rol pedagógico activo. Para ello, es crucial que trabajen en estrecha coordinación con los docentes de las instituciones educativas, convirtiéndose en puentes esenciales hacia el conocimiento y el desarrollo de habilidades, particularmente en un mundo cada vez más digitalizado.

Las bibliotecas pueden situarse en un espectro: desde repositorios de recursos hasta agentes activos con roles pedagógicos que ayudan a desarrollar competencias clave para interactuar con la información. “Nuestra investigación apunta a que las bibliotecas deben promover prácticas diversas como saber acceder, interactuar, usar y citar información, habilidades pensadas tanto para situaciones individuales como para contextos grupales”, explica Bolaños.

“La comprensión actual de lo que es una biblioteca escolar en Chile tiene sus raíces en el período post dictadura cívico-militar”, señala el investigador de la Universidad de Chile, como consignó en uno de sus últimos estudios que hizo con su equipo. En 1991, el país firmó un acuerdo con el Banco Mundial que aportó fondos para el programa de Mejoramiento de la Calidad y Equidad de la Educación, cuyo objetivo incluía aumentar el acceso a los libros para estudiantes. Así nació el primer plan nacional de bibliotecas escolares, inicialmente llamadas Bibliotecas de Aula. Previo a esto, si un colegio contaba o no con biblioteca quedaba a discreción del cuerpo director.

Las primeras bibliotecas escolares tenían una limitación: se concebían más como depósitos de libros que como espacios para desarrollar habilidades. Además, sólo funcionaban en la educación básica. Con la meta de extender su alcance, en 1993 nacieron las Bibliotecas Escolares CRA (Centros de Recursos para el Aprendizaje). Su nuevo propósito fue convertirse en centros multimedia donde los estudiantes también practiquen y desarrollen habilidades para procesar información.

Espacios para desarrollar habilidades

La actividad con espadas y cascos de papel es un botón de muestra de que, a pesar de tener acceso a bibliotecas e internet, y a tarjetas con las respuestas, la comunidad estudiantil aún tiene dificultades para interactuar con contenidos informacionales. A veces, ni siquiera logran responder preguntas sencillas sobre un texto, incluso aunque las respuestas estén frente a ellos.

La realidad es más compleja y es injusto evaluar las habilidades en un juego pensado sólo para acercar a los estudiantes a la biblioteca. “Lo que busco es que sientan que este espacio es para ellos”, explica Merino. Este objetivo coincide con el mandato de las Bibliotecas CRA: vincularse con la comunidad. Aunque la actividad de Merino tiene contradicciones, el ambiente es cálido y alegre. De algún modo, la biblioteca cumple su propósito.

Una estudiante de la biblioteca destaca el valor de este espacio: “A veces, cuando hay tareas o proyectos, venimos acá a conversar, a tener una idea, porque es un lugar más tranquilo. Vamos a trabajar en grupo y también venimos los viernes para las actividades, porque es muy divertido”.

“Las prácticas para interactuar con información son complejas y siempre están situadas en contextos específicos”, señala Bolaños. No se trata de una habilidad que alguien posee o no. Más bien, la capacidad de procesar información —lo que los especialistas llaman literacidad informacional— está incrustada en las prácticas sociales. Uno puede ser letrado informacionalmente en una situación y no en otra, dependiendo del contexto y la experiencia, explica el investigador.

Un poco de contexto, por favor

“Los documentos normativos son clave para definir y dar forma a nuestras realidades”, dice Bolaños. Pero no todos funcionan igual. En Chile, las bibliotecas escolares se conciben más como agentes pasivos, como un apéndice del colegio. En otros países, sin embargo, las cosas parecen ser distintas. Los lineamientos de la Federación Internacional de Asociaciones e Instituciones Bibliotecarias, por ejemplo, proponen que el personal bibliotecario escolar tenga más libertad y sugieren que trabajen mano a mano con los docentes. Al entenderlas sólo como espacios apéndice, Chile se ha quedado atrás en la posibilidad de contextualizar la lectura y las actividades que emanan de las Bibliotecas CRA.

“Hace falta fomentar la lectura contextualizada”, afirma el investigador. Este enfoque es aún más importante si se considera que en Chile la Educación Media Técnica Profesional se divide en 34 especialidades agrupadas en 15 sectores económicos. Pero esas áreas se están quedando sin la atención adecuada, en gran parte, porque los documentos normativos que regulan las bibliotecas escolares no se han actualizado, destaca Bolaños.

Así lo confirman quienes usan la Biblioteca CRA de Merino. “Me encantaría que hubiera más libros de mi especialidad. No uso los que hay aquí porque no son los que utilizamos en el ramo. Tampoco es que nos incitan mucho a usarlos”.

Merino señala el problema mientras se detiene en una esquina de la biblioteca. “No sé si alcanzaste a ver, pero este librero es el único que tenemos para las tres especialidades que cubrimos. En cuanto a dibujo técnico, por ejemplo, sólo tenemos tres libros”, lamenta. Explica que estos libros, donados por una profesora, son muy costosos. “Los estudiantes los piden, sobre todo cuando quieren introducirse en su área”, agrega. La realidad es que, en su biblioteca, sólo el 4,14% de los libros disponibles son de especialidad, frente al 95,86% que corresponden a libros de no especialidad, lo que evidencia la falta de recursos específicos para las áreas técnicas que más requieren los estudiantes matriculados en un colegio técnico profesional.

Siguiendo con la descontextualización, los documentos normativos de las Bibliotecas CRA tampoco detallan la sociedad en la que los estudiantes desarrollarán sus habilidades. Aunque se menciona un entorno de constante transformación y nuevas formas de acceder a la información, no se define qué es una sociedad de la información o del conocimiento, ni las habilidades para cada una. “Esta falta de definición y, por ende, de contextualización, es problemática”, señala Bolaños. Mientras que en una sociedad de la información basta con encontrar y copiar datos, en una del conocimiento es esencial evaluarlos antes de usarlos.

Pensar que los mismos recursos funcionarán igual en todas las realidades también lleva a dar por sentado supuestos que no se cumplen. Un ejemplo común es la creencia de que vivimos plenamente en una sociedad digital, donde Internet actúa como el gran democratizador del acceso a la información. “Muchos piensan que, porque ‘todo está en Internet’, ya no necesitamos recursos especializados”, señala Merino. “Pero eso no es cierto. Hay numerosos libros técnicos que no están disponibles en formato digital”. Sumado, aunque más del 90% de la población tiene acceso a internet, un estudio de 2019 revela que siete de cada diez estudiantes en Chile carecen de las habilidades necesarias para usar tecnologías digitales de forma autónoma y estratégica para recopilar, evaluar y seleccionar información.

En ese rincón de Ñuñoa, entre estantes llenos de libros y sueños por cumplir, Merino explica que organizan alrededor de 10 actividades literarias mensuales, enfocadas en escritores, ajustando la programación según conmemoraciones o eventos relevantes. Si coinciden con fechas técnico-profesionales, como el Día de la Especialidad, incluyen actividades temáticas de dibujo, arquitectura o contabilidad.

Las preguntas sin responder, los Sanchos confusos y esos Quijotes estancados en su travesía recuerdan lo complejo de la labor de la bibliotecaria. Ella se convierte en una metáfora de la contradicción entre la noble intención de abrir un mundo de posibilidades y la realidad de un sistema que, muchas veces, parece no estar a la altura de las necesidades de sus estudiantes.

Por Javiera Márquez | Santiago de Chile


Este reportaje fue financiado por el Núcleo Milenio de Desigualdades y Oportunidades Digitales (Nudos, NCS2022_046).

Ante todo, agradecemos a Yudith Merino González y su equipo. Sin su invaluable apoyo, esta pieza de investigación no hubiera sido posible. También agradecemos al investigador responsable y el equipo del proyecto Fondecyt de Postdoctorado ANID 2022 Nº3220299; quienes ayudaron a traducir la investigación académica. Asimismo, agradecemos al Núcleo Milenio de Desigualdades y Oportunidades Digitales (NUDOS, NCS2022_046). Sin el apoyo de NUDOS esta pieza no hubiera sido posible. Agradecemos al Centro de Modelamiento Matemático (CMM) de la Universidad de Chile (fondo FB210005 BASAL). Finalmente, agradecemos a Elías Camhaji por su invaluable paciencia y apoyo en la redacción de esta pieza.


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