Vía Diario y Radio U. de Chile / En mayo de 1979, la Unión Nacional por la Cultura (UNAC) emitió un comunicado de tres páginas para denunciar la precarización del arte y sus trabajadores en dictadura. En el texto, la organización cuestionaba la privatización de la enseñanza, la carencia de políticas de extensión universitaria, los impuestos aplicados a publicaciones y obras de arte, la cesantía exponencial a la que se veían sometidos los creadores nacionales y la prohibición de ejecutar libremente actividades culturales.
Al mismo tiempo, la agrupación criticaba la situación de los artistas exiliados, cuya ausencia había “deteriorado” el desarrollo del país. Uno de los casos lamentados era el de la compañía de Los Cuatro que había sido fundada en 1960 por Orietta Escámez, Héctor Duvauchelle y Humberto Duvauchelle y que, luego del Golpe de Estado, debió exiliarse en Venezuela.
El texto cerraba con una declaración audaz: el emplazamiento directo a las autoridades para que aclararan los casos de trabajadores de la cultura que habían sido detenidos y desaparecidos. “Consideramos que el esclarecimiento de estos casos se hace impostergable y solidarizamos con los familiares de los detenidos desaparecidos en las acciones que están desarrollando”, señalaban.
Actualmente, la UNAC forma parte de un paisaje cultural que durante años permaneció invisibilizado. Sin embargo, el pasado miércoles, con el objetivo de narrar la historia de los artistas que se enfrentaron al régimen, el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos inauguró el Archivo Oral de la Resistencia Cultural en Dictadura.
La colección comprende más de 20 testimonios audiovisuales, entre ellos, el de la artista visual Virginia Errázuriz, el de la folclorista Lilia Santos y el del gestor cultural Antonio Kadima. En definitiva, se trata de una serie de relatos que reconstruyen un amplio y variado paisaje cultural que se sitúa entre los años 1973 y 1983.
Según Walter Roblero, encargado del Archivo Oral del Museo, esta etapa fue escogida ya que es una de las “menos investigadas” respecto de la producción cultural.
“Este periodo se caracteriza por la variedad de organizaciones culturales que participaron. Todo empieza durante los primeros años de la dictadura, especialmente, en el trabajo de las organizaciones de cantores y cantoras populares, que crearon las peñas. Ahí, a través de la música, se abordaban otros temas que tenían que ver con la organización, con lo político. Allí se empieza a reconfigurarse el tejido social y político. Paralelamente, también está el trabajo de los artistas visuales, de la gente que trabajaba en la gráfica, actores, músicos y escritores que fueron creando sus propias orgánicas en diferentes lugares. Todo eso confluye, posteriormente, en la Unión Nacional por la Cultura”, explica.
En esa línea, Roblero señala que “el apagón cultural” no puede sino ser aparente. “Ese es un concepto que niega el trabajo que se hizo. Es una idea que surge a propósito de una recomposición que se dio también, pero de forma muy subterránea. Pero sí, se hizo un gran trabajo”, afirma el investigador.
El archivo da cuenta así de cómo la Iglesia y las Universidades permitieron el desarrollo un sinnúmero de actividades, entre conversaciones, festivales y exposiciones, que, pese a la prohibición del régimen, terminaban por imponerse.
“Las organizaciones fueron muchas y uno se sorprende al ver la cantidad de orgánicas que salieron y esto sucedió en todo el país. En las diferentes ciudades de Chile hubo experiencias como las que ocurrieron en Santiago. Además, existe una documentación muy rica porque las trabajadoras y trabajadores culturales escribían muchos documentos de difusión, entonces, estos testimonios se complementan muy bien con todo este corpus de documentos”, dice Roblero.
Para el artista Antonio Kadima, quien por más de 40 años ha estado a la cabeza del centro cultural Taller Sol, la historia artística en dictadura es una experiencia que ha sido invisibilizada, sin embargo, destaca de esa época la fraternidad con que se gestaban las acciones artísticas.
“El Taller Sol nació en 1977 y hemos sido parte del comienzo de lo que sigue siendo una especie de frente cultural que estuvo mucho más vivo que ahora, pero, por su puesto en ese momento había mucha gente que estaba haciendo cosas, por un lado, escapando de la dictadura y la represión, pero por otro, queriendo imaginar un país nuevo”, dice.
“Entonces, teníamos dos situaciones fuertes: la feroz represión contra el pueblo chileno y en particular contra toda la gente de la cultura y una precarización terrible. Ya no estaban los próceres del canto, la poesía, la música, de la pintura, pero la gente de las poblaciones y los sindicatos asumió el papel de defender los procesos culturales”, añade el artista.
Este nuevo archivo podrá ser consultado públicamente en el Centro de Documentación del Museo de la Memoria de martes a viernes entre 10:00 y 17:30 horas.