¡Ni perdón ni olvido!: A 49 años del brutal y cobarde asesinato del cantor del pueblo Víctor Jara por la dictadura

Tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, Jara fue detenido el día siguiente, miércoles 12 de septiembre, junto a cientos de estudiantes y profesores en la Universidad Técnica del Estado. Después de cuatro días de brutales torturas, fue asesinado, tras recibir 44 impactos de bala.

¡Ni perdón ni olvido!: A 49 años del brutal y cobarde asesinato del cantor del pueblo Víctor Jara por la dictadura

Autor: Leonardo Buitrago

Este viernes se cumplen 49 años de la muerte del revolucionario, cantante, poeta, director y el actor de teatro, Víctor Lidio Jara Martínez, quien fue asesinado por las fuerzas de la dictadura el 16 de septiembre de 1973.

Tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, Jara fue detenido el día siguiente, miércoles 12 de septiembre, junto a cientos de estudiantes y profesores en la Universidad Técnica del Estado. Después de cuatro días de torturas, fue asesinado por disparos en el antiguo Estadio Chile.

El cuerpo del cantautor fue encontrado días después por vecinos de la Población Santa Olga en las cercanías del Cementerio Metropolitano, junto a los cuerpos de Littré Quiroga, director de Gendarmería, y Eduardo «Coco» Paredes, director de la Policía de Investigaciones. Posteriormente, se estableció que Víctor Jara tenía 44 impactos de bala, producidos por disparos a quemarropa. ​

Según numerosos testimonios, entre el 12 y 16 de septiembre Víctor fue sometido a múltiples torturas hasta que finalmente fue acribillado.

Al ingresar al Estadio Chile, con las manos en la nuca, como el resto de los prisioneros, Víctor fue reconocido por uno de los oficiales. «A ese hijo de puta me lo traen para acá», gritó y el cantautor fue sacado de la fila con un golpe de culata tan brutal, que cayó ante el militar, quien comenzó a pegarle.

«Lo golpeaba, lo golpeaba. Una y otra vez. En el cuerpo, en la cabeza, descargando con furia las patadas. Casi le estalla un ojo. Nunca olvidaré el ruido de esa bota en las costillas. Víctor sonreía. Él siempre sonreía, tenía un rostro sonriente, y eso descomponía más al facho (fascista). De repente, el oficial desenfundó la pistola. Pensé que lo iba a matar, pero siguió golpeándolo con el cañón del arma. Le rompió la cabeza y el rostro de Víctor quedó cubierto por la sangre que bajaba desde su frente«, recoró uno de los detenidos testigo, Boris Navia.

Esa noche fue interrogado y torturado, permaneciendo después bajo custodia en uno de los pasillos del lugar, sin ingerir alimentos ni agua.

Psteriormente, entre el 13 y 14 de septiembre, el militar que lo vigilaba abandonó su puesto, y los otros prisioneros aprovecharon ese instante para ayudarlo.

Lo arrastraron desde los pasillos de los camarines hasta la cancha principal, y lo escondieron entre las gradas con los otros miles de detenidos. Según cuentan quienes estuvieron con él, se encontraba muy mal herido. Uno de los compañeros le cortó el cabello con un corta uñas para intentar camuflar sus característicos y abultados rizos.

Otro de los detenidos, sabiendo que Víctor no había comido ni bebido, consiguió que un militar le regalara un huevo crudo, que le pasaron a Víctor. Él le hizo un orificio por uno de sus costados y bebió su contenido. «Ahora mi corazón late como campana», dijo, y habló de Joan y sus dos hijas.

Fue allí cuando se enteran que dos compañeros saldrían libres y todos comienzan a escribir mensajes para ser llevados a sus familiares. En una pequeña libreta, Víctor escribió sus últimos versos: «Canto que mal que sales cuando tengo que cantar espanto. Espanto como el que vivo, espanto como el que muero».

Pese al intento de los presos, los efectivos del ejército lo descubrieron y lo golpearon, frente a todos, con mayor intensidad, y lo llevaron de regreso a los pasillos donde vuelven a interrogarlo, insultarlo y torturarlo.

Durante la noche del 16 de septiembre los prisioneros fueron trasladados desde el Estadio Chile al Estadio Nacional. Al salir, debieron atravesar un recinto en el que había entre 30 y 40 cadáveres, consignó Telesur.

Boris Navia reconoció el rostro de Víctor Jara entre la pila de cuerpos. «Todos están acribillados y tienen un aspecto fantasmagórico, cubiertos de polvo blanco que cubre sus rostros y seca la sangre. Reconozco a Víctor en primer lugar», relató.

Horas antes, Víctor Jara había sido llevado por última vez a una de las habitaciones de los camarines del recinto. Allí, le quebraron las manos a pisadas y culetazos, lo obligaron a intentar tocar una guitarra, se burlaron del músico, lo abofetearon, lo torturaron.

«¡Cantante marxista, comunista conchadetumadre, cantor de mierda». Quien más lo insultó fue el teniente Edwin Dimter Bianchi, conocido como El Príncipe. Los militares comenzaron a jugar a la ruleta rusa, poniéndole un arma en la sien y dejando cada intento a la suerte, hasta que una de las balas se descarga acabando con su vida.

El soldado José Paredes Márquez testificó que el cuerpo del músico cayó de costado y con convulsiones. El Príncipe ordenó que lo acribillaran, y así, le clavaron otros 43 tiros.

El cuerpo del cantautor sufrió 44 impactos de bala: 2 en la cabeza, 6 en las piernas, 14 en los brazos y 22 en la espalda.

Homenaje a Víctor Jara en Recoleta

El pasado domingo, en la comuna de Recoleta se realizó acto de conmemoración a las víctimas del golpe de estado del 11 de septiembre y un homenaje especial a Víctor Jara. La Instancia tuvo palabras del Alcalde, Daniel Jadue. Posteriormente, el Coro Ciudadano junto a estudiantes de Escuela de Teatro Popular Recoleta, cantaron e interpretaron «El alma llena de banderas – Victor Jara», acompañado por la lectura de nombres de las 82 mujeres y hombres de Recoleta detenidos desaparecidos y ejecutados políticos.

Justicia para Víctor Jara

A 49 años del cobarde asesinato de Víctor Jara, distintos actores políticos y agrupaciones rindieron un homenaje al cantautor chileno y exigieron justicia para su caso.


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