El terreno está calcinado; los árboles yacen negros de tanto fuego y las ramas que cuelgan de los troncos permanecen tiesas. Es la rigidez del carbón. Varios voluntarios trabajan arrancando el pastizal pegado a la tierra. Todo esto es grabado por una cámara del canal MEGA, con Amaro Gómez-Pablos a la cabeza del despacho en vivo. “Con esta postal queremos despedirlos, porque aquí no se va a entonar un cehacheí: aquí se va a entonar la canción nacional”, dice el periodista, y los voluntarios dejan de lado las palas y rastrillos y comienzan a cantar el himno nacional a capela, sin la música que compuso el español Ramón Carnicer.
Cambio de escena. Ahora un hombre carga una bandera de Chile delante de un panorama turbio, pasado a humo. Sus pies están rodeados por latones de zinc y trozos de madera. Hasta hace unos días ese era el poblado de Santa Olga, cerca de Constitución. Solo una vivienda se salvó del siniestro, el resto de construcciones están en el suelo, son basuras.
Los símbolos y el Estado
A veces cuesta pensar por qué las personas nos sostenemos en este tipo de símbolos para este tipo de catástrofes. “Hay informes del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en que se dice que la idea de la chilenidad está en cuestión. Quedan pocos símbolos. Uno de ellos es la Selección (de fútbol), la bandera y el himno nacional”, dice Claudio Avendaño, doctor en comunicación y profesor de la Universidad de Santiago.
Estas imágenes, acorde a las palabras del experto, hacen que los chilenos se sientan parte de algo. Y la bandera, que en un comienzo sirvió para otros fines y que estaba cubierta por un halo de solemnidad, se ha comenzado a utilizar en cosas distintas. “En las marchas estudiantiles se ha desplegado una bandera que dice Educación Pública, Gratuita y de Calidad. Al sentirse chileno se añade otro significado con otros intereses específicos. Implica que yo le pongo algo a esa bandera y la hago mía”, agrega Avendaño.
Sin embargo, y pese a las cosas buenas que pueda traer esta apropiación, el académico advierte acerca de la actitud nefasta que resulta usar estos comportamientos con fines propagandísticos.
“Si esto es resultado de un montaje es gravísimo. Si un montaje hace de esto un elemento para ser utilizado mediáticamente es casi un delito. Me recuerda la primera Guerra del Golfo, en donde se montó una fotografía de un cormorán bañado en petróleo, en una playa. Luego se descubrió que era mentira”, termina.
Sergio Grez, doctor en historia de la escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, cuenta que estos afectos por la patria se diferencian del amor espontáneo que surge por la tierra natal. Además, está inducido por diversos actores. “Hay que subrayar que el patriotismo es inoculado a través de una serie de instituciones, mecanismos, signos, símbolos y prácticas que tienen como centro el Estado. A través de la educación formal, de los medios de comunicación, del servicio militar y de símbolos como la bandera, los estados-nación tratan de modelar la mente de las personas para asegurar su lealtad”, dice.
Si bien el académico cree que la bandera es un símbolo de identidad básico, y que continúa con una alta convocatoria, también afirma que se ha potenciado por el debilitamiento de otros elementos de pertenencia. “En el contexto actual de pérdida o debilitamiento de otros elementos identitarios, como, por ejemplo, la identidad de clase, que profesaban muchos trabajadores, las personas buscan refugio en aquellos signos identitarios que van quedando en pie”, dice.
Grez anuncia que este debilitamiento de otros símbolos identitarios, como el de los movimientos obreros, facilita “la permanencia y aún el fortalecimiento de identidades básicas como el patriotismo, incluso versiones extremas como el chovinismo”.
Estos sentimientos, según el historiador, fueron motivados por las clases dirigentes que estuvieron tras la construcción del Estado y que confeccionaron una bandera con un propósito inicial. “El nacionalismo en Chile ha estado históricamente vinculado a las clases dominantes, aquellas que dirigieron la construcción del Estado desde la Independencia, un Estado a su imagen y semejanza: Estado oligárquico excluyente a lo largo del siglo XIX y del primer cuarto del siglo XX; luego un Estado de compromiso de carácter asistencialista, hasta 1973, y enseguida un Estado subsidiario neoliberal hasta nuestros días”, dice.
Es en este punto que se podría estar produciendo la paradoja que se da en catástrofes como el mega-incendio, esa que tiene a vecinos y vecinas agitando banderas de Chile ante las cámaras de televisión. “Lamentablemente pocos ciudadanos tienen, por ahora, la posibilidad de adoptar una capacidad crítica respecto de estas cuestiones. Así se dan situaciones que pueden parecer paradójicas, como por ejemplo, que los chilenos se aferren al trapo tricolor en circunstancias de que el Estado que representa esa bandera no es capaz de asegurar el bienestar de sus habitantes o de protegerlos y brindarles un amparo adecuado en caso de catástrofes naturales o de otro tipo que son tan frecuentes en este país”, señala.