Nuevas esperanzas: De Patricio Aylwin a Gabriel Boric

"Ciertamente el pueblo tiene paciencia, siempre la ha tenido. Pero hoy, surgen aspiraciones muy sentidas que no podrían nuevamente ser postergadas y traicionadas..."

Nuevas esperanzas: De Patricio Aylwin a Gabriel Boric

Autor: Absalón Opazo

Por Luis Mesina, Coordinadora de Trabajadores NO+AFP

El 11 de marzo de 1990 asumía la presidencia Patricio Aylwin Azocar. Lo hacía después de que el país soportara por 17 años el peso trágico de la peor tiranía de la historia. El júbilo desatado ese día por el pueblo resulta indescriptible a tantos años de ese hecho histórico. Era el retorno a la democracia, algo importante para quienes durante años habían luchado resistiendo la represión, la desigualdad y la injusticia.

La consigna más coreada bajo la tiranía en miles de movilizaciones había sido “pan, trabajo, justicia y libertad”, lema que contenía y resumía las demandas más sentidas de un pueblo cansado de la dictadura y que, con el nuevo gobierno, abría la esperanza de cambios profundos, que harían realidad esas demandas. Al menos eso se prometía con la llegada de Patricio Aylwin y su eslogan “la alegría ya viene” que despertó en millones muchas esperanzas.

Han pasado 32 años de ese día histórico y la promesa de la alegría no llegó, o al menos no llegó para las mayorías. El país terminó frustrado, pues demandas sentidas y legitimas fueron olvidadas y quienes dirigieron el Estado en los últimos decenios olvidaron sus compromisos con el pueblo, rompieron con sus convicciones y terminaron adecuando sus ideas a la realidad imperante dominada por las lógicas del mercado. El pragmatismo se impuso y con ello, el modelo económico adquirió la hegemonía de toda la política pública, con lo que se dio inicio al proceso de consolidación del modelo privatizador que renunciaba a responder a las demandas sociales del mundo del trabajo y de los sectores populares.

La desigualdad, la concentración de la riqueza, la privatización extrema de los derechos en pensiones, salud y educación, la negación al acceso al agua como un bien de uso público, la imposibilidad de acceder a viviendas dignas, terminó estallando el 18 de octubre de 2019. “No son 30 pesos, son 30 años” sintetizan, al igual como en su momento la consigna “pan, trabajo, justicia y libertad”, los anhelos de un pueblo cansado de promesas y traiciones.

Hoy, 32 años después, asume Gabriel Boric, que tiene en común con la asunción de Patricio Aylwin en 1990 las expectativas de un pueblo que tiene confianza, que cree que las cosas cambiarán en su favor. Ciertamente el pueblo tiene paciencia, siempre la ha tenido. Pero hoy, surgen aspiraciones muy sentidas que no podrían nuevamente ser postergadas y traicionadas.

Desde 1979 el mundo del trabajo ha debido someterse al Plan Laboral de la dictadura, que imposibilita el ejercicio libre y verdadero del sindicalismo. En una sociedad donde el conflicto capital-trabajo no ha desaparecido, sino por el contrario, se ha agudizado toda vez que la participación en la renta que genera el trabajo cada día se torna mas desigual, se hace necesario y urgente revertir esa situación. Una de las formas de corregir la profunda desigualdad social que existe en nuestro país, es permitiendo que otros actores, en este caso los y las trabajadores, puedan tener garantizados derechos. De igual manera, la demanda por un nuevo sistema de pensiones no puede seguir esperando, las condiciones indignas en las que se están pensionando la mayoría de las personas requiere acabar cuanto antes con la industria de la injusticia en que se han convertido las AFP. Igual resolución debiera tomarse con la inmoral existencia de las Isapres, que han extraído utilidades sostenidas a cargo de la salud miserable que reciben la mayoría de los enfermos en el país.

Hoy, el pueblo está alegre porque tiene esperanzas. Cree que el nuevo gobierno encabezado por Gabriel Boric vendrá a restituir la justicia que tanto se demanda, justicia que no solo está en el plano económico, sino que también en otras áreas importantes de la sociedad. Hay que acabar con la corrupción en las FF.AA., en el Congreso, en el gobierno, en todas las instituciones publicas y privadas, y ello exigirá señales y conductas claras de quien asume la dirección del Estado.

El país enfrentará años complejos. La garantía para que los desafíos se enfrenten con cohesión social es respondiendo a los compromisos asumidos ante el pueblo de manera clara: Gabriel Boric lo prometió y tiene en sus manos esa responsabilidad. No puede fallarle al pueblo: este no lo perdonaría.

Foto Portada: Jesús Martínez


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