El dirigente histórico de Izquierda Libertaria y miembro de la mesa política de Chile Digno, asesor laboral de la Unión Portuaria del Biobío y actual candidato a Constituyente por el Distrito 20 de la Provincia de Concepción, reflexiona sobre la crisis de hegemonía abierta con el 18 de octubre, la posición de Izquierda Libertaria y los desafíos para las fuerzas antineoliberales en ese trayecto, desde la movilización popular, la Convención Constitucional, como la posibilidad de gobierno con Jadue.
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–Con otros nombres y formas a lo largo del tiempo, es un hecho que el proyecto político libertario lleva 21 años de existencia a lo largo del país. Siendo un dirigente histórico de la misma organización, ¿cuál es el análisis político sobre el ciclo transicional pasado?
-Creo que conviene conceptualizar a la transición a partir de su característica fundamental, que es el pacto entre la élite política y económica herederas de la obra de la dictadura, para co-gobernar un modelo económico extremista y un estado autoritario e impermeable a la voluntad mayoritaria.
Ahora bien, el ciclo de los 30 años comenzó a cerrarse gradualmente en los últimos 10 años tras el desprestigio de las representaciones políticas neoliberales y las masivas movilizaciones, pero creo que más decididamente, a partir del cuadro insurreccional y de masas abierto tras el 18 de octubre de 2019, que marca el paso de una crisis de régimen a una crisis de hegemonía. Como en toda crisis de esta naturaleza, se puede percibir una fuerte resistencia de los actores de la transición en que llegue a su fin el marco institucional que ha obligado todos estos años a un consenso forzado en favor del modelo y una democracia restringida y de baja intensidad. El ejemplo más concreto que se me ocurre es el rescate institucional al gobierno de Piñera tras la huelga general del 12 de noviembre y las disposiciones del acuerdo del 15 de noviembre de 2019 que, junto con establecer un itinerario para una salida democrática a la crisis, condiciona fuertemente el desarrollo de la Convención Constitucional en sus contenidos y funcionamiento precisamente para forzar dicho consenso.
–En ese sentido, ¿cuáles han sido las definiciones políticas adoptadas por Izquierda Libertaria para el ciclo abierto el 18-O y cómo se proyecta la tesis de ruptura democrática en ese contexto?
-Nuestra organización sostiene que el cuadro abierto el 18 de octubre se mantiene inalterado en sus causas basales, las que se han exacerbado con motivo de la pandemia y la crisis sanitaria y económica. Creo que esto es lo que evidencia crudamente la crisis del modelo económico y del estado subsidiario y obliga a dar respuestas desde la izquierda, exigiendo una nueva relación entre el Estado y las personas a partir de un vínculo protector que brinda seguridades a la población no solo frente a contingencias extraordinarias, sino a las propias de la vida cotidiana que pone en relieve la importancia de la seguridad social en materia laboral, previsional así como la importancia de una salud pública gratuita y de calidad. Por otra parte, no puedo dejar de mencionar que los hechos de Panguipulli y de Pedro Aguirre Cerda luego, expresan la latencia del conflicto social en la conducta persistentemente criminal de las policías y la derecha gobernante frente al mundo social, pero también en la respuesta masiva y explosiva de este último.
Tengo la impresión que la crisis abierta el 18 de octubre durará varios años porque su clausura está directamente relacionada a la solución estructural y política que exige el fin del modelo y de un estado centralista y autoritario que se resiste a morir precisamente a raíz del pacto de la transición. De ahí que cobre relevancia la Convención Constitucional como parte de un teatro de operaciones complejo y altamente inflamable, en la que la movilización de la ciudadanía será decisiva.
–Siendo candidato constituyente por la Provincia de Concepción, ¿cómo evalúas el marco de los 2/3 establecidos para la Nueva Constitución y cuáles son los contenidos que esperan materializar pese a ello?
-Los 2/3 exigidos para la aprobación de las normas en la convención exige amplios acuerdos en principio, tan amplios que lo único posible de acordar sea un marco muy elemental, lo que se ha venido en denominar una constitución mínima, sin mayores contenidos. Algunos actores han señalado que esto podría dar lugar a una constitución habilitante, de manera que no existan límites para que operen cambios por la vía legal en los próximos años. Sin embargo, creo que este razonamiento es peligroso pues basta para que 1/3 exija mantener la Constitución de 1980 para boicotear la Convención, de manera que no haya proyecto final y siga rigiendo la de Pinochet.
Por todo ello, el argumento de la constitución mínima es peligroso ya que, a fin de cuentas, concede igualmente el veto a 1/3 más uno a una minoría dispuesta a desconocer en los hechos el resultado del plebiscito de octubre. Creo que los candidatos a convencionales con una mínima honestidad intelectual, debemos asumir como determinante la disposición dentro de la convención, en alianza con el conjunto de la sociedad chilena movilizada, de empujar una cuestión fundamental: tenemos que construir una constitución acorde al programa del 18 de octubre, en plazo de un año, sea cual sea el bloqueo que pudiera pretender una minoría, lo que involucra relegar a un segundo plano el problema del quórum de 2/3 y el asunto de la pervivencia de la constitución del 80 en caso de que la convención no sancione un proyecto constitucional en el plazo de un año. El principal argumento para sostener esta postura de una Convención Soberana[1] es precisamente que la constitución de 1980 expiró el 25 de octubre, por el mandato soberano de la movilización y las urnas.
–¿Cómo evalúas participar hoy en la disputa institucional-electoral?
Creo que es fundamental evaluar lo que ha sido nuestra experiencia. Lo primero es que para incidir hay que tener fuerza, anclaje social traducido en fuerza electoral y fuerza electoral transformada en fuerza social, sin ello es posible sobrevivir testimonialmente pero no alcanza para transformarse en un actor con cierta relevancia al interior de cualquier espacio coalicional.
Lo segundo es que la construcción de partido es fundamental para contener fenómenos de descomposición, como la parlamentarizacion o alcaldización de la política y, por tanto, de la sustitución del cuerpo colectivo por fracciones de interés que terminan por cristalizar élites subalternas retardatarias de los debates colectivos.
En tercer lugar, la maniobra corta y el efectismo como recurso fundamental de la acción política, inevitablemente abren un flanco a la acción del orden institucional y comunicacional para disciplinar la disidencia política al punto de reducirla tras un permanente chantaje, a una pieza legitimante del orden político. Estos elementos hay que tenerlos muy en cuenta.
–¿Cuál es la evaluación que hace de lo realizado en “Chile Digno” como coalición y de lo que está haciendo hoy “Apruebo Dignidad”, como pacto constituyente declaradamente antineoliberal?
-En general, creo que tras el estallido social, las coaliciones de izquierdas o quedaron outside de la realidad política o no demostraron tener la suficiente capacidad de articulación, dinamismo y anchura política para capturar el momento y amplificar su incidencia sobre el sistema político en descomposición. En gran parte, el decantamiento de las posiciones centristas en el Frente Amplio y Chile Digno como igualmente, el despeje de la ecuación del Partido Humanista y su giro populista, han permitido articular la más amplia lista antineoliberal en los últimos 30 años. Apruebo Dignidad es un acontecimiento clave para la conformación de una coalición sustentable en el tiempo y con solvencia política, social y electoral capaz de conquistar el gobierno y llevar adelante el programa del 18 de octubre.
Sin embargo, hay que atender también la alta fragmentación entre el arco político y una parte del mundo social antineoliberal que corre en listas independientes en contrapartida a la unidad de la derecha y de la concertación que van en listas únicas. La irrupción del mundo independiente llegó para quedarse, pero el problema es que la fragmentación le pega de lleno a nuestro sector en un contexto de presión por cambios que les permita pactar entre ellos en la próxima disputa parlamentaria, de Cores y Concejales ante el descrédito de los partidos políticos. Es urgente madurar desde Apruebo Dignidad estas cuestiones como parte de un conjunto de tareas.
–En esta etapa, el Partido Comunista ha demostrado ser un actor de oposición protagónico para las fuerzas de izquierda y antineoliberales, tanto en términos político-ideológicos como de masas. Tras los congresos de ambos partidos, ¿cuál es la reflexión y valoración que hace de su política de alianzas y cómo perspectiva su desarrollo?
-Izquierda Libertaria ha sostenido una estrategia desde sus últimos dos congresos que coincide con la estrategia expresada en el último congreso del Partido Comunista referida a la ruptura democrática. En este sentido, podría señalar que, a pesar de las distancias en peso y magnitudes entre ambas fuerzas, existe una alianza fundada en una unidad estratégica muy relevante. En segundo lugar, la relación con el Partido Comunista hace muchos años es de mucho respeto, de diálogo franco y directo, pero también de colaboración. En este punto es relevante mencionar que las candidaturas de Izquierda Libertaria, salvo casos muy puntuales, van integradas casi en su totalidad en la lista de Concejales del Partido Comunista, al igual que Alcaldes y Constituyentes en calidad de Independientes-PC.
Esto ha sido muy importante para una organización como la nuestra que no posee legalidad, puesto que nos ha permitido dotarnos de un punto de apoyo para la constitución del proyecto libertario en esta nueva etapa. Creemos que el desarrollo de la lucha de clases en nuestro país y el continente necesita que las expresiones de izquierda sostengan una posición de fuerza en la construcción de coaliciones amplias. En este tránsito, prevemos que la relación con el Partido Comunista se fortalecerá.
–Al respecto, tú has estado trabajando en el núcleo más cercano del equipo programático para la candidatura presidencial de Daniel Jadue, ¿cómo ha sido esa experiencia?, ¿la Izquierda Libertaria se proyecta construyendo gobierno con el Partido Comunista?
-Efectivamente, ha sido muy interesante la experiencia de construcción programática. Me ha llamado poderosamente la atención la calidad de los cuadros técnicos y políticos convocados, la densidad de sus elaboraciones y su capacidad innovadora. Desde luego, destacó el gran trabajo de Fernando Carmona a cargo del equipo y su confianza.
Construir gobierno es una tarea compleja y, sin duda alguna, me gustaría que con Daniel Jadue la izquierda chilena vuelva a La Moneda, pero primero es necesario construir paso a paso ese camino. Hoy es fundamental construir un programa de gobierno capaz de interpretar el ritmo y las profundidades de las transformaciones exigidas por la sociedad chilena y, por cierto, construir una alianza amplia y estable que enfrente a la derecha y a la concertación, sin complejos ni vacilaciones.
[1] https://www.eldesconcierto.cl/opinion/2020/10/01/convencion-soberana-notas-criticas-sobre-los-limites-del-acuerdo.html