El pontífice que pidió perdón, pero no cerró la herida
Con la muerte del Papa Francisco este 21 de abril de 2025, resurge una de las heridas más profundas en la historia reciente de la Iglesia chilena: la acusación de encubrimiento de abusos sexuales protagonizada por el obispo Juan Barros y la posterior renuncia en bloque de los 34 obispos del país. Un gesto inédito en la historia de la Iglesia universal que, sin embargo, no trajo consigo reparación ni justicia plena para las víctimas.
Este capítulo marcó un antes y un después para el catolicismo chileno. Y también para el pontífice fallecido, que pasó de defender públicamente a un obispo acusado de encubrimiento, a reconocer errores, pedir perdón y aceptar renuncias que estremecieron a la jerarquía eclesiástica.
El Papa Francisco y caso Barros: de la defensa a la autocrítica
En enero de 2018, durante su visita a Chile, el Papa Francisco fue consultado sobre los cuestionamientos que pesaban sobre el obispo de Osorno, Juan de la Cruz Barros Madrid. Lejos de tomar distancia, el Papa se alineó con él: «El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, ahí voy a hablar. No hay una sola prueba en contra, todo es calumnia”, declaró.
Sus palabras generaron repudio inmediato entre víctimas, medios de comunicación y la opinión pública. La indignación fue especialmente intensa en las comunidades que durante años habían denunciado los crímenes sexuales de Fernando Karadima, mentor de Barros, y su red de protección eclesial.
Juan Carlos Cruz, víctima de Karadima y uno de los denunciantes más activos, calificó de “absolutamente inédito” que todos los obispos ofrecieran su renuncia.
“Los que más han hecho daño y que más nos han hecho doler y sufrir y fregarnos la vida han sido los obispos”, dijo entonces en entrevista con Radio Cooperativa.

La carta de 2015, ignorada y luego reconocida
La controversia del Papa Francisco no solo fue por sus declaraciones en 2018. En 2015, Juan Carlos Cruz aseguró haber enviado una carta al pontífice detallando los abusos cometidos por Karadima y el encubrimiento del obispo Barros.
El documento fue entregado a través del cardenal Sean O’Malley, asesor del Papa en temas de abusos, quien habría asegurado que el contenido fue efectivamente recibido por Francisco. El Vaticano, sin embargo, nunca lo confirmó oficialmente.
El escándalo creció con la sospecha de que el Papa había sido informado años antes de los antecedentes y, aún así, defendió públicamente a Barros.
Scicluna, el informe secreto y la caída de Barros
Ante el descontento público y la presión internacional, el Papa Francisco cambió su postura. En febrero de 2018, envió a Chile al obispo Charles Scicluna, un reputado investigador vaticano, con la misión de escuchar a quienes desearan “dar a conocer elementos que posean” sobre el caso Barros.
Scicluna recopiló testimonios clave y elaboró un informe detallado sobre los abusos sexuales y el encubrimiento sistemático al interior de la Iglesia chilena. Sin embargo, el Vaticano decidió declarar secreto el informe, negando su entrega a la Fiscalía chilena pese a la solicitud formal de las autoridades.
Aun así, el contenido del informe fue determinante para el giro del Papa. En abril de 2018, envió una carta a la Conferencia Episcopal de Chile donde reconocía: “A la luz de estos acontecimientos dolorosos respecto a los abusos –de menores, de poder y de conciencia–, hemos profundizado en la gravedad de los mismos (…) A algunas de ellas yo mismo les he pedido perdón de corazón”.

La renuncia masiva de los 34 obispos chilenos
El punto cúlmine llegó en mayo de 2018. Tras tres días de reuniones en el Vaticano, todos los obispos chilenos –34 en total– pusieron su cargo a disposición del Papa.
“Hemos puesto nuestros puestos en manos del Santo Padre y dejaremos que él decida libremente por cada uno de nosotros”, señalaron en conferencia de prensa.
El gesto, sin precedentes en la historia de la Iglesia Católica, fue leído como un reconocimiento tácito del encubrimiento, la negligencia y la desidia institucional ante el dolor de las víctimas.
En junio de ese mismo año, el Papa aceptó la renuncia de Juan Barros como obispo de Osorno.
¿Y después qué? Un legado con cuentas pendientes
A pesar del perdón papal y de las renuncias aceptadas, muchas de las víctimas de Karadima y otros abusadores jamás vieron justicia ni reparación real. La jerarquía eclesiástica chilena mantuvo en sus filas a muchos de los implicados.
El informe Scicluna continúa siendo secreto. El Vaticano jamás lo publicó. La Iglesia en Chile, hasta hoy, no ha revelado su contenido completo.
El Papa Francisco cerró esa etapa con gestos, cartas y cambios en la cúpula. Pero la desconfianza en la Iglesia permanece. El caso Barros fue la grieta más grande, y aunque dejó lecciones, también dejó deudas.
El juicio de la historia
Con la muerte de Francisco, la historia vuelve a pasarle la cuenta a una Iglesia que protegió a abusadores y silenció a sus víctimas. El Papa pidió perdón y aceptó renuncias. Pero también defendió a Barros cuando más dolía. Y cuando tuvo en sus manos, supuestamente, pruebas de abusos, las escondió bajo siete llaves.
El legado del pontífice argentino tendrá muchas lecturas. En Chile, quedará grabado en la memoria colectiva como el Papa que reconoció sus errores, pero no rompió del todo el pacto de silencio.