¿Por qué el cártel de fariseos autodenominados ‘progresismo’ y ‘centroizquierda’ quieren fuera del Gobierno al PC?

Mientras sigamos viviendo en esta farsa tardopinochetista, creyendo que gozamos de una estupenda democracia y que Chile es un Estado de Derecho, la clase política podrá seguir despotricando contra Venezuela y tratando de defenestrar al Partido Comunista, mientras Chile no hace más que sumar problemas y quedando cada vez más aislado.

¿Por qué el cártel de fariseos autodenominados ‘progresismo’ y ‘centroizquierda’ quieren fuera del Gobierno al PC?

Autor: El Ciudadano

Por Hugo Murialdo

Jesús habló diciendo: ¡Ay de ustedes escribas y fariseos hipócritas que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! ¡Ay de ustedes escribas y fariseos hipócritas que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando logran conseguirlo lo hacen dos veces más digno del infierno que ustedes!  (Mateo 23, 13-22).

“Si en un plazo prudente el Partido Comunista [de Chile] no cambia de posición sobre Venezuela, veo muy difícil renovar un pacto con ellos”. Senador Jaime Quintana.

Para el senador del “Partido” por la Democracia, es bien fácil exigirle a un partido que cambie de posición, pues el PPD no califica para ser un partido hecho y derecho:

“Para que exista un partido político debe reunir tres elementos fundamentales: Ideología política; plan de gobierno; organización permanente establecida a escala nacional.

“Lo que caracteriza a los partidos políticos es su organización estable, que los capacita para intervenir en los momentos de la vida del Estado y un conjunto de principios doctrinales a los que ajustan su acción política y de los que derivan su plan de gobierno” (Rodrigo Borja, Enciclopedia de la política, FCE, México, 1997).

Por su parte, el senador Juan Luis Castro plantea que “cada día que pasa, el Partido Comunista se aleja más de la línea política del Gobierno y más aún del Socialismo Democrático”. Evita, sin embargo, el honorable senador Castro, reconocer que, el que día a día que pasa se aleja más de la línea del programa que presentó para ganar las elecciones, es el presidente Gabriel Boric.

Es así que lo poco que le queda del programa, se lo debemos, justamente, al Partido Comunista. Por otra parte, ¿cuál es la línea del Socialismo Democrático? Sería interesante conocerla, pues hasta ahora, por la actuación de sus militantes en el Gobierno, y por el propio Gobierno, de socialismo es bien poco lo que puede mostrar; es más, de socialismo no tiene absolutamente nada. Lo que sucede, es que el que se hace llamar Partido Socialista [de Chile] (que suponemos es el que le da el nombre al Socialismo Democrático, no es más que un engendro neoliberal, emanado del partido socialista renovado, que ni siquiera le da para socialdemócrata. Y ¿Democrático?, ¿Es democrático que la presidente del partido sea designada senadora a dedo sin que hubiera, ni siquiera, un remedo de elección?

Aquí surge la pregunta de rigor: ¿el Partido Socialista de Chile, en que militaba el presidente Salvador Allende, no era democrático? El problema radica en que la concepción de democracia que detenta nuestra clase política, emana de la farsa del país en que vivimos desde el inicio del tardopinochetismo. Por eso, el senador, al igual que el presidente Boric, insiste en que Venezuela es una dictadura:

“Quiero ser claro, Chile no reconoce el triunfo autoproclamado de Maduro, considerando que no confiamos, además, en la independencia ni en la imparcialidad de las actuales instituciones de Venezuela” (presidente Gabriel Boric).

¿No hay nadie, entre los asesores del segundo piso, que le diga al señor Presidente que el imperio reside en un país que se ubica al norte del río Bravo? Estimado lector, dese el gusto de cambiar la palabra Chile por Estados Unidos, y queda clarito que son las típicas palabras del señor Antony Blinken, secretario de Estado del imperio.

Boric ha insistido hasta la saciedad que el que dirige las relaciones exteriores es él, no los partidos políticos, y, además, que sus decisiones no las consulta con los partidos. El problema es que él dice “no confiamos”, es decir, nos mete a todos los ciudadanos en “su decisión”.

“Ningún Estado o grupo de Estados tiene derecho a intervenir directa o indirectamente, y sea cual sea el motivo, en los asuntos internos o externos de cualquier otro”. Artículo 2.7. de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas. El canciller Alberto van Klaveren ha reiterado que es el Presidente el que dirige las relaciones exteriores. Sin embargo, él como secretario de Estado, supuestamente conocedor del derecho internacional, tiene el deber de explicarle al Presidente, que se deben respetar las disposiciones, especialmente de la Naciones Unidas, que, por lo demás, Chile ha suscrito.

Una pregunta al señor canciller: Como funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores, ¿estuvo de acuerdo con la decisión del expresidente Piñera de participar en la fracasada invasión a Venezuela desde la ciudad de Cúcuta?

Copio el enlace de un excelente artículo de Miguel Lawner publicado en este medio con fecha 17/6.

Instituciones

El antichavismo reduce la capacidad intelectual”, (periodista Olga Dragnic, citada por Alejandro Kirk en Politika).

Es necesario aclararle al Presidente Boric, que las instituciones de Venezuela fueron “instituidas” y normadas en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, redactada por una Asamblea Constituyente, elegida democráticamente.

En Chile, las instituciones fueron creadas por una Dictadura y siguen funcionando en el tardopinochetismo:

Estimado lector: copio algunos párrafos de dos artículos de este servidor, publicados en Clarín, con fecha 9/12/2010 y 23/12/2010, respectivamente, cuyos títulos son: “Chile, un Estado ilegal e ilegítimo I y II”:

Giorgio del Vecchio, tal vez el más importante autor italiano de filosofía del Derecho, plantea que “La normificación del orden jurídico del Estado en sus instituciones fundamentales es a lo que, en un sentido lato, llamamos constitución… Si, por consiguiente, al menos en el sentido que acabamos de indicar, no puede existir Estado alguno sin constitución (porque un Estado “no constituido” sería una contradicción en los términos), en un sentido más restringido, empero, se da el nombre de Estados constitucionales a aquellos en los que la ordenación u organización del poder público, en sus distintas manifestaciones, implica garantías ciertas de los derechos individuales, con objeto, sobre todo, de evitar eventuales abusos de los mismos órganos del poder o ponerles remedio (1).

De acuerdo con Del Vecchio, entonces, el Estado chileno no existe, pues lisa y llanamente no ha sido constituido legalmente. Según la doctrina del gobierno de facto o de hecho, en oposición al gobierno de jure o de derecho, el acceso a los cargos o roles de gobierno por parte de los nuevos ocupantes se efectúa contrariando normas jurídicas, o por lo menos, al margen de ellas” (2). Por lo tanto, el gobierno será de facto hasta que se produzca la instauración de un nuevo orden constitucional mediante el ejercicio del poder constituyente, y el gobierno se convierte en de jure ya que estará encuadrado dentro del nuevo ordenamiento jurídico.

Montesquieu, al referirse a la importancia de las leyes que forman la libertad política en sus relaciones con la Constitución, explica que, en un Estado, es decir, en una sociedad que tiene leyes… “Es necesario distinguir lo que es independencia de lo que es libertad. La libertad es el derecho de hacer lo que las leyes permitan; y si un ciudadano pudiera hacer lo que las leyes prohíben, no tendría más libertad, porque los demás tendrían el mismo poder”. En este párrafo, Montesquieu hace una aclaración que responde a una máxima de Cicerón: “Sí, cuanto más sometidos estemos a las leyes más libres somos; pero eso será cuando las leyes sean iguales para todos, cuando se apliquen a todos igualmente, lo que jamás se ha visto desde que existen leyes en el mundo. Sí, la sentencia ciceroniana es cierta cuando las leyes son justas; pero hay leyes que son trabas, que fundan privilegios, que amparan injusticias”. (Es de hacer notar que Del espíritu de las leyes fue publicado en 1748, un siglo antes del Manifiesto comunista, de Marx y Engels) (3).

Legalidad y legitimidad

De acuerdo con Norberto Bobbio, “en el lenguaje político se entiende por legalidad un atributo y un requisito del poder, por el cual se dice que un poder es legal o actúa legalmente o tiene carácter de legalidad cuando se ejerce en el ámbito o de acuerdo con las leyes establecidas… se puede emplear la legalidad a propósito del ejercicio del poder y la legitimidad a propósito de la titularidad: un poder legítimo es un poder cuyo título está fundado jurídicamente, un poder legal es un poder que se ejerce de acuerdo con las leyes. Lo contrario de un poder legítimo es un poder de hecho; lo contrario de un poder legal, es un poder arbitrario” (4).

En el campo de la política, la legitimidad “es la justificación ética del origen del poder, del ejercicio del mando político, de la procedencia y aplicación de la ley o de cualquier otro acto de la autoridad pública… El poder legítimo obliga moralmente a la obediencia, el ilegítimo no” (5).

Para la concepción democrática republicana, “el origen del poder está en la voluntad general. El que de ella nace es el único poder legítimo. Para el hombre republicano el poder monárquico o el autoinvestido son suplantaciones de la voluntad popular y, por tanto, no deben generar obligaciones de obediencia en los ciudadanos” (6).

Volviendo a Montesquieu, en el capítulo denominado “De la Constitución de Inglaterra”, y al referirse a los tres poderes del Estado, manifiesta: “…En Venecia, el gran consejo legisla; el pregadi ejecuta; los cuarenta juzgan. Lo malo es que estos diferentes cuerpos lo constituyen personas de una misma casta, de suerte que, en realidad, forman un solo poder” (7). (Hasta aquí los párrafos de marras).

Sin embargo, el problema no sólo radica en que Chile no sólo no es un Estado de Derecho, por lo tanto, no democrático, y, para más remate, todos los gobiernos que se han sucedido desde el inicio del tardopinochetismo, han sido obsecuentes y han estado sometidos a los dictados del Departamento de Estado de Estados Unidos. Algunos, trataron de disimularlo, en la medida de lo posible, pero el Presidente Boric, debido a su incontinencia oral y sus actuaciones, lo demuestra sin ningún pudor.

“Es muy triste, Gabriel, que no veas que la relevancia internacional que te dan siempre, coincide con las posiciones de los que, en cuanto puedan, te meterán a la cárcel. Si te celebran los enemigos de la democracia, golpistas, terroristas, genocidas, algo no estás haciendo bien”. Juan Carlos Monedero, cientista político español, responde a Boric por sus críticas al gobierno de Maduro; Clarín, 29/7).

Esta respuesta echa por tierra las alabanzas de tres reconocidos analistas que destacan como un líder al Presidente Boric: Gilberto Aranda, Mladen Yopo y Nerea Palma. Esta última, destaca que el Presidente Boric, con su declaración ante las elecciones de Venezuela, “asoma como un líder muy importante de la izquierda latinoamericana“ (sic). ¿En qué mundo vive? Copio el enlace del artículo publicado en El Mostrador:

https://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2024/08/06/visita-de-lula-en-chile-analistas-ven-diferenciacion-de-boric-de-la-izquierda-tradicional-de-latam

Pero hay más:

“Es necesario recordar los cables de Wikileaks que revelan las intervenciones del gobierno yankee y el consiguiente servilismo de Bachelet en la aprobación de la termoeléctrica Campiche; y el cable del entonces embajador de EEUU sobre ‘dar a Chile el liderazgo, pero sin hacerlos parecer que son nuestras marionetas o representantes’. El cargo que detenta en las Naciones Unidas fue creado especialmente para ella (ONU Mujer), por los servicios prestados a la patria… norteamericana”. (Párrafo tomado del artículo “Chile, un nuevo Puerto Rico”, de mi autoría, publicado en Clarín, con fecha 24/5/2012, con motivo de la construcción de una base yankee en Concón.

Corolario:

Mientras sigamos viviendo en esta farsa tardopinochetista, creyendo que gozamos de una estupenda democracia y que Chile es un Estado de Derecho, la clase política podrá seguir despotricando contra Venezuela y tratando de defenestrar al Partido Comunista, mientras Chile no hace más que sumar problemas y quedando cada vez más aislado. Venezuela está próximo a entrar como país miembro de los BRICS (otra causal, además del petróleo, que tiene más que encarajinado a USA), junto con Bolivia. El reciente informe del PNUD sobre Chile, alerta que la situación puede tornarse explosiva, pues las demandas de la ciudadanía que llevaron al llamado estallido social, no han sido satisfechas. Es que ignorancia y arrogancia son dos palabras que riman y cuando van juntas, forman un cóctel explosivo de inimaginables consecuencias. Mientras tanto, el senador Juan Luis Castro convive en los salones del Senado, con el que fuera presidente de las Juventudes Pinochetistas y, además, ha sido presidente de la Cámara Alta, es decir la segunda autoridad del país, en dos ocasiones. El presidente de las Juventudes Hitlerianas asumió la responsabilidad de sus actos, por los que pagó 20 años de cárcel.

Por último, les copio un enlace de reciente artículo (de mi autoría) publicado en Clarín en que analizo las instituciones en Chile y las relaciones de nuestro país con Venezuela.

Por Hugo Murialdo

Periodista, escritor, máster en Ciencias de la Comunicación, máster en Filosofía Política, cursos de postgrado en Estudios Latinoamericanos.

Fotografía de cabecera: Senadores Jaime Quintana (PPD) y Juan Luis Castro (PS).

NOTAS

  1. Giorgio del Vecchio, Teoría del Estado, Bosch, Barcelona, 1956. ↩︎
  2. Mario Justo López, Introducción a los estudios políticos, Kapeluz, Buenos Aires, s/f, citado por Mario Verdugo Marinkovic y Ana María García Barzelatto, Manual de derecho político, Editorial Jurídica, Santiago, 1996, Tomo I. ↩︎
  3. Carlos Luis Secondat, Barón de Montesquieu, Del espíritu de las leyes, Porrúa, México, 1985. ↩︎
  4. Norberto Bobbio y Nicola Matteucci, Diccionario de política, Siglo XXI, México, 1976. ↩︎
  5. Rodrigo Borja, Enciclopedia de la política, FCE, México, 1997. ↩︎
  6. Ibidem ↩︎
  7. Montesquieu, Op. cit. ↩︎

Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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