El aumento del porcentaje de devastación hasta un 53% y que el porcentaje de las pesquerías en estado saludable, es decir, en condición de subexplotada, solo representen el 11% del total, da cuenta que la recuperación de las pesquerías en los últimos 10 años ha sido un absoluto fracaso y que el país está cada vez más lejos de cumplir con el Objetivo de Desarrollo sustentable ODS 14 de Naciones Unidas con el que se ha obligado ante la comunidad internacional.
Por Pablo Fernando González, PYME Innovación en biotecnología marina
Los grupos económicos que controlan el sector pesquero por años, hasta ahora, siguen insistiendo que la ‘Ley Longueira’ fuera de los hechos de corrupción castigados por la justicia, le aportó al país un avance en materia de sostenibilidad, pero los resultados del estado de las pesquerías dado a conocer por Subpesca 10 años después de su entrada en vigencia, indican que las pesquerías sobreexplotadas y devastadas pasaron de un 48% a un 53% lo que desmiente que ello sea cierto.
Un aporte importante en materia de comprender los estados de las pesquerías es el realizado por Eleuterio Yañez, científico de la Universidad Católica de Valparaíso, quien ha advertido que la condición de plena explotación -representa el 36% en informe 2023- que a Sonapesca los ha puesto eufóricos, no es para celebrar: «El estado de plena explotación estaría implicando el logro del rendimiento máximo sostenido (RMS), objetivo del manejo en Chile. Sin embargo, el RMS es una seria advertencia que indica que inmediatamente después, normalmente, pasamos rápidamente a la sobreexplotación (entonces es una luz roja que indica no sobrepasar)».
«La historia ha demostrado que esta medida, impulsada especialmente por biólogos pesqueros de la época, no dio buenos resultados», añade Yáñez.
Así, todo hace concluir que estos resultados serían la punta del iceberg y la evidencia de la gravísima devastación y de pérdida de biodiversidad al que se ha sido conducido el país.
Años de autorizaciones de cuotas pesqueras de espaldas a la complejidad de los ecosistemas marinos muestran sus graves consecuencias. Vale el caso de las cuotas de pesca pelágica, donde Subpesca solo se preocupa del estado de las anchovetas y sardinas, pero nada sabe del estado de especies como la caballa, el pampanito y el machuelo, partes del mismo ecosistema, o de copépodos y eufausidos (pequeños krill), principal dieta de las primeras, y del fitoplancton, su otro alimento que habita la zona pelágica y que son parte de la columna de agua.
El panorama resulta peor aún si a este ejercicio sumamos la nula preocupación que se ha tenido por incorporar el estudio del daño a los ricos microbiomas, que sostienen todo el andamiaje de los ciclos biológicos de estos ecosistemas marinos cuando se encuentran sanos.
Para comprender el alcance de la devastación valen los aportes a la visión ecosistémica del científico Nicholas Pyenson, quien al estudiar la devastación de las ballenas de principios del siglo XX encontró que ello había producido la disminución de krill, ya que las ballenas juegan un rol fundamental en el ciclo biológico marino, entregando el hierro necesario para la aparición del fitoplancton y de microalgas de las cuales se alimenta el krill.
«Los científicos de los 70’s habían asumido que al haber menos ballenas, las poblaciones de krill y peces incrementarían pero eso no fue así, ya que el ecosistema nunca se recuperó y el krill disminuyó», apuntó Pyenson. Pareciera ser lo que está ocurriendo en Chile según lo prueban los resultados de Subpesca.
Para sorpresa de muchos, en un artículo en El Mercurio, la patronal Sonapesca ha publicitado que «la pesca industrial lleva varios años trabajando en desarrollar una pesca sostenible», para luego agregar que «esperamos que el proyecto de nueva ley de pesca que está en el Congreso tome en cuenta estos avances, esta recuperación en nuestras pesquerías, porque significa que hemos hecho las cosas bien en esta materia».
A esta altura vale precisar dos cosas:
1) Chile pasó de desembarques de 7,5 millones de toneladas por año a mediados de los noventa, a un poco más de 2 millones en la actualidad, y la responsabilidad principal la tienen los grupos económicos que controlan el sector pesquero, que en un par de décadas arrasaron con dos tercios de las principales pesquerías que poseía el país.
2) Significado de Recuperación: «Volver a tomar o adquirir lo que antes se tenía», es decir, podremos hablar de recuperación cuando Chile tenga desembarques de 7,5 millones de toneladas nuevamente, no antes.
De tal manera que la mentira les quedó mal construida, ya que el volumen de desembarque de anchovetas, sardinas y caballa del 2023 es peor que hace 10 años si restamos el desembarque de jurel y mucho peor si lo referimos a los desembarques de mediados de los noventa.
En el caso que decidieran incluir el jurel deberían recordar que Chile a mediados de los 90 tenía desembarques de 4 a 4,5 millones de toneladas de jurel y después de que sus asociados casi lo exterminaron, el 2023 consiguieron desembarques de menos del 20% de los de mediados de los noventa, por lo que difícilmente conseguirán que alguien en su sano juicio los felicite por la «recuperación» del jurel.
Mientras Chile no se haga de cientos de científicos y de decenas de laboratorios para que trabajen en planes de recuperación de ecosistemas marinos a largo plazo, la misma no caerá del cielo ya que es un desafío científico altamente complejo y sin inversión ello resulta imposible de hacer. Y lamentablemente ello no fue considerado en el nuevo proyecto de ley.
El estado catastrófico de los ecosistemas marinos exige invertir decenas de millones de dólares en lo anterior independiente de lo destinado al fraccionamiento con ciencia. De aprobarse solo estos últimos recursos para el doble propósito, los mismos servirán solo para maquillar la profundización del daño que viene ocasionando Chile año tras año a la vida marina presente en el Océano Pacifico, el que compartimos con la comunidad global.
A manera de reflexión final, vale recordar que hace un siglo, Chile fue un destacado actor de la devastación de las ballenas en la zona austral y Antártica, en las que fueron asesinadas 2/3 de su población en unos pocos años (mismo porcentaje de devastación de las pesquerías parte del Informe de Subpesca).
En 100 años, Chile nunca se ha hecho cargo de invertir un peso en la recuperación de las ballenas, del krill y sus ecosistemas marinos, menos los grupos económicos que se enriquecieron con su devastación, pero no deberíamos seguir siendo siempre así: es hora de que las nuevas generaciones y la ciudadanía toda hagan un giro al país y castiguen con su voto a los diputados y senadores que no manifiestan ninguna empatía con la vida que no sea la de ellos y las de las élites.