Vía Prensa UChile / El asesinato de George Floyd, que dio lugar a protestas masivas en Estados Unidos, así como otras movilizaciones sociales en países como Francia, Hong Kong y Chile, han puesto en el centro del debate el actuar policial y el daño ocular severo que pueden causar los proyectiles de impacto cinético, conocidos también como perdigones antidisturbios.
El caso de Chile tras el estallido social es el caso de referencia obligado, con casos como el de Gustavo Gatica y Fabiola Campillay, quienes perdieron ambos ojos. En este contexto, Nature, una de las revistas científicas de mayor prestigio en el mundo, dio a conocer una investigación impulsada por académicos de la Universidad de Chile sobre traumatismo ocular tras el estallido social, estudio que marcó un antes y un después en el uso de este tipo de armamento para la represión de manifestaciones.
El trabajo, liderado por el académico del Departamento de Oftalmología de la Universidad de Chile, Álvaro Rodríguez, plantea que el uso de estos balines pueden causar morbilidad y mortalidad significativas, en gran parte por lesiones penetrantes y traumatismos en la cabeza, el cuello y el torso, incluido el traumatismo ocular grave.
La publicación de Nature, centrada en pacientes con trauma ocular entre el 18 de octubre y el 30 de noviembre, detalla que más del 70 por ciento de este tipo de casos atendidos en la Unidad de Trauma Ocular del Hospital del Salvador -centro de referencia nacional más grande y única unidad de trauma ocular en la Región Metropolitana- correspondieron a lesiones producidas por perdigones antidisturbios, y que casi el 50 por ciento presentó discapacidad visual grave o estaban ciegos en el primer examen.
Se trata de un tema de relevancia mundial, enfatiza el profesor Rodríguez, quien comenta se ha aumentado este tipo de proyectiles en distintas partes del mundo, desde que se empezaron a ocupar en la década del ’70.
“Recientemente la Academia Americana de Oftalmología publicó un artículo sobre los riesgos que implica ocupar este tipo de armas para control de multitudes. Creemos que esta evidencia es muy importante para tomar conciencia sobre el peligro de estos proyectiles a nivel nacional y mundial. Los riesgos de su uso a nivel ocular pueden ser sumamente serios, ya que los pacientes pueden quedar con una discapacidad visual o ceguera permanente y eso acarrea un costo inaceptable en la calidad de vida de las personas”, señala el docente.
La investigación destacada por Nature, que registró la situación de 259 pacientes en ese período (un 74 por ciento de los casos registrados en el país para este período), indica que las víctimas de trauma ocular por balines fueron en un 87 por ciento hombres, principalmente jóvenes entre los 20 y 30 años de la Región Metropolitana.
Sostiene además que el trauma fue una lesión de globo abierto en el 20,3 por ciento de los casos y 13 casos requirieron evisceración del contenido ocular. En comparación con otras causas de trauma ocular, los perdigones antidisturbios se relacionaron con una pérdida más grave de agudeza visual y una mayor frecuencia de lesiones de globo abierto.
El estudio integra además el trabajo realizado por los académicos Patricio Jorquera y Rodrigo Palma de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, que el 15 de noviembre reveló que estos proyectiles contenían sólo un 20 por ciento de caucho, y el resto correspondía a minerales o metales de alta dureza, incluidos sílice, sulfato de bario y plomo.
Este análisis, que indicó una composición diferente a la declarada por Carabineros, sumado a la advertencia sobre un aumento drástico de casos de traumatismo ocular realizada por la Unidad de Trauma Ocular del Hospital del Salvador, en asociación con el Colegio Médico Chileno y la Sociedad Chilena de Oftalmología, fue determinante en la prohibición parcial del uso de perdigones antidisturbios establecida el 19 de noviembre.
Esta es la mayor serie de casos de trauma ocular registrada en la literatura internacional, superando incluso cifras del conflicto en Medio Oriente, enfatiza la investigación destacada por Nature.
“La mayor cifra de trauma ocular se sitúa en un período de seis años, de 1987 a 1993, en el conflicto palestino-israelí. Ahí se registraron 154 casos. Nosotros registramos 182 casos en cerca de un mes y medio sólo en el Hospital del Salvador”, sostiene Rodríguez.
“Pocos de estos informes han proporcionado una descripción en profundidad del trauma ocular, aunque el trauma ocular severo representa un problema de salud global significativo, siendo, en algunas series, la principal causa de ceguera monocular”, plantea la publicación en Nature, en referencia a reportes sobre el tema en otras zonas de conflicto o crisis en el mundo.
La evidencia científica sobre la composición y el daño producido por balines, plantean los investigadores en Nature, debe motivar la prohibición de este armamento como método de control de multitudes. El uso de estos proyectiles, afirman, no está cumpliendo su propósito de evitar lesiones graves y fatales, “lo que conduce a la discapacidad visual y, finalmente, a la ceguera en un gran número de casos”.
Señalan, asimismo, que estos “parecen no ser seguros incluso si se disparan siguiendo el protocolo establecido (a más de 30 m de distancia y sin apuntar a la cabeza), dada su trayectoria y dureza impredecible”.
Por otra parte, advirtieron que el trauma ocular por esta causa continuó después de las advertencias de la sociedad civil y los medios de comunicación nacionales e internacionales e incluso después de una prohibición parcial y total de su uso, lo que indica un incumplimiento del protocolo por parte de la fuerza policial y la falta de reacción del gobierno chileno ante la violación de derechos humanos.
En este sentido, concluyen que la experiencia de Chile ofrece una advertencia al mundo sobre el uso de este armamento en el marco de protestas sociales.
El profesor Rodríguez, quien debió atender a cientos de pacientes con trauma ocular tras el estallido social, comparte que esta fue una experiencia impactante y sin precedentes.
“Es impactante ver una realidad así, de tantos pacientes en tan poco tiempo, sobre todo jóvenes”. Detalló además que esto significó un esfuerzo sobrehumano del personal de salud y de la Universidad para atender a los afectados rápido y de la mejor manera posible.
No obstante, destaca que esta conmoción también se transformó en energía para poder contribuir, a partir de una colaboración multidisciplinaria, a que se suspendiera el uso de estos proyectiles y se salvaran muchos ojos.
“Fue un paso fundamental para evitar que nuevos casos sucedieran. Este trabajo refleja muy bien el espíritu de la U. de Chile en relación a la importancia de la ciencia para poder incidir en políticas públicas”, concluyó el académico.