Vía Resumen / Este lunes, en la Plaza Condell en Concepción, se realizó la charla «Derecho a la protesta y el uso excesivo de gases lacrimógenos», organizada por el Centro de Desarrollo Urbano Sustentable CEDEUS vinculado a la Universidad Católica y la Universidad de Concepción. Allí, Sandra Cortés, Doctora en Salud Pública, especialista en Epidemiología Ambiental y Ocupacional, Cáncer y Riesgos en salud por contaminantes ambientales y químicos, se refirió a los principales impactos socioambientales del uso excesivo de gases lacrimógenos en la población de zonas urbanas donde hay represión de Carabineros a las protestas sociales.
Durante el conversatorio, Cortés recalcó que la situación de Chile es anómala a nivel mundial ya que muy pocos países registran un uso tan intensivo de gases lacrimógenos sobre su población. Además de esto, recalcó la falta de datos científicos disponibles y estudios epidemiológicos sobre las consecuencias crónicas a la salud humana, debido a que únicamente hay unos pocos estudios con experimentación sobre efectos, pero en animales.
«El escenario en el que estamos viviendo en Chile, es un escenario en donde las lacrimógenas se utilizan a distintas horas, muchos días a la semana, con una población expuesta, sin protección, y por lo tanto un concepto importante es que a nuestro parecer estamos ante una emergencia de salud pública principalmente por la ocurrencia de eventos agudos de tipo respiratorio, cardiovasculares o de piel, asociados a estas exposiciones. Pero no sabemos muy claramente que es lo que pasa con la exposición a largo plazo como la que estamos viendo ahora», explicó la especialista.
Para Cortés, actualmente, «estamos enfrentados a la exposición de sustancias químicas irritativas, que están reguladas como armas químicas y prohibidas para la guerra, pero autorizadas para entornos disuasivos».
En esa línea, la académica comentó algunos conceptos clave para que las personas realicen un autocuidado frente al uso excesivo de lacrimógenas: «Es importante que extremen todas las medidas de protección: usen ropa de manga larga, usen lentes protectores, eviten usar los lentes de contacto cuando hay movilización».
Asimismo, destacó que ninguna medida individual es suficiente, ya que se requieren medidas colectivas: «Tenemos que hacer todas las acciones posibles para que se dejen de usar estas armas químicas en entornos en donde tenemos personas sin protección, y eso quiere decir, no usar más gases lacrimógenos», recalcó Cortés.
Composición química de los gases
En la conversación con Resumen, Sandra Cortés se refirió a la composición de los gases lacrimógenos actualmente usados en Chile, indicando que «estamos hablando de polvos que están conformados, algunos de ellos solo con moléculas de cloro. Pueden algunos tener algunas moléculas de arsénico, pueden tener impurezas como de tipo solvente, pero en realidad la composición final, completa, es muy heterogénea y no la conocemos y es una información que tienen los que hacen las bombas lacrimógenas y los que las compran».
Aunque el Clorobenzilideno Malononitrilo (CS), y el Cloroacetofenona (CN), han sido identificados como los principales compuestos usados en Chile, la académica señaló que también se usa gas pimienta, derivados del ají, y otros que tienen algunas moléculas de arsénico.
La doctora detalló también que los compuestos más comunes como el CS, pueden tener concentraciones que van del 5% al 20% de cloro, y por eso son tan irritantes. Sin embargo, reiteró que «no manejamos toda la información respecto a la composición de cada uno de los distintos tipos de gases que se usan. Se habla, más o menos, de 15 moléculas y conocemos 3 o 4».
La investigadora comentó, además, que la preocupación sobre los efectos de los gases lacrimógenos ahora surge principalmente «por el largo periodo que llevamos de exposición, en donde tenemos población general, sin protección, sin una respuesta muy fuerte desde instituciones de salud respecto a las implicancias».
Finalmente, consultada por las entidades que deberían fiscalizar el uso y las consecuencias de la exposición ambiental a estos nocivos compuestos químicos, Cortés indicó que «las universidades y los centros de investigación, sobre todo los que usamos fondos públicos, podemos profundizar en estas cuestiones. La verdad es que hay muchas cosas que se pudieran hacer, pero también depende de lo que las personas necesiten como de manera mas prioritaria, por eso el énfasis ahora no es tanto la investigación, sino que educar y poder insistir en que las personas tomen estas medidas de control, pero también aboguen para que no se sigan utilizando», concluyó la doctora.