Se orquesta la reacción contra las propuestas democráticas y populares de la Convención Constitucional

"La consigna de las derechas lanzada esta semana se perfila nítida: 'Hay que comenzar una ofensiva frontal en los medios antes de que sea demasiado tarde'. Es el rumor que retumba..."

Se orquesta la reacción contra las propuestas democráticas y populares de la Convención Constitucional

Autor: Absalón Opazo

Por Leopoldo Lavín Mujica

Cunde el pánico entre los partidarios del statu quo ante las normas aprobadas en las comisiones de la Convención Constitucional y que serán propuestas al pleno en materias clave, para que sean incluidas en la Constitución que será votada en el llamado plebiscito de salida.

Editoriales, entrevistas, columnas de opinión y artículos tendenciosos en los medios escritos conservadores, junto con programas televisivos (como “Agenda Económica” de CNN por ejemplo) dan cuenta del clima mediático frontalmente adverso a algunas iniciativas adoptadas en las comisiones de la Convención Constitucional estas últimas semanas. Y era previsible, pues algunas de estas son medidas-artículos constitucionales propuestas en esta fase de redacción que cuestionan de fondo no solo a la vieja Constitución pinochetista, sino que a la institucionalidad del modelo neoliberal-capitalista y al régimen político en crisis que la acompaña y le da sustento. Es el avance constitucional el que enardece y hace perder el control a las filas refractarias.

La Convención “se acerca a un despeñadero” escribe Daniel Mansuy, y Carlos Peña, en el mismo ejemplar de este domingo 6/02 de El Mercurio pontifica: “En muchos de los convencionistas y en muchas iniciativas que se han presentado hay tonterías o ideas mal fundamentadas y casi siempre una confusión conceptual que en un estudiante universitario resultaría inaceptable.” Ambos son columnistas de El Mercurio, quien da la pauta a la cruzada anti Convención. Además, el primero es comentarista privilegiado de “Tolerancia Cero” en CNN. Daniel Matamala, vedette del periodismo televisivo del mismo canal estadounidense, consideraba que la iniciativa popular que exigía que en la Constitución se inscriba “Garantía y no repetición, de que nunca más un Presidente abuse de su poder y le declare la guerra a su propio pueblo” es un “mamarracho legal”.

La consigna de las derechas lanzada esta semana se perfila nítida: “Hay que comenzar una ofensiva frontal en los medios antes de que sea demasiado tarde”. Es el rumor que retumba. Por el costado, defender el legado de los consensos de los “treinta años” es el leitmotiv que circula en la constelación concertacionista. Así pues, la derecha, en pana de ideas, después de la derrota a manos de los electores juveniles-populares que salieron a votar en masa en segunda vuelta contra Kast, al haberse envuelto de pies a cabeza en la bandera neo-fascista, todavía no atina qué hacer: sólo oponerse. Ambas desean que se olvide, y rápido, la causa objetiva del rotundo triunfo de Boric. ¿No es siempre el olvido consciente de la génesis de los acontecimientos que marcan giros históricos el aliado circunstancial de las estrategias políticas de las derechas y más recientemente de las “socialdemocracias” que a partir de los 80, como la chilena, la francesa, la inglesa, (todas en bancarrota) practicaron el neoliberal turn?

Ahora bien, muchas de estas normas salidas del debate convencional y del sentir popular son solo la cristalización, en propuestas claras y razonables – y en un contexto de urgencia nacional, y mundial, marcado por turbulencias belicistas en torno al control de mercados energéticos – de profundas aspiraciones democráticas, ecológicas, económicas alternativas de posesión social y control de los recursos naturales hasta ahora en manos de la oligarquía empresarial y global. Demandas canceladas desde la transición concertacionista.

Cabe recordar que desde el 2012 fueron las demandas estudiantiles (educación pública de calidad, gratuidad y universalidad), y ecológica (contra el proyecto depredador de HidroAysén) las puestas en relieve, pero que fue necesaria la rebelión democrática y popular del 18/O del 2019 para poner en el tapete de la urgencia histórica el déficit democrático de los “30” nefastos años donde campeó la corrupción galopante de las instituciones de la “República”, el silencio cómplice de la casta política ante las zonas de sacrificio humano-ambiental y a ojos vista de las autoridades (AES-Gener por ej.), el endeudamiento de las familias, la represión estatal desbocada, el fraude bancario del CAE, las pensiones miserables, la salud precaria, los salarios de explotación y la necesidad de una Asamblea Constituyente que redactara una Constitución que salga del retraso civilizatorio al que un modelo oligárquico ha sometido al pueblo de Chile desde 1973, con el consentimiento de la doctrina de las terceras vías socialmócratas-concertacionistas-neoliberales. Y pese al mentado consumo material, cuya cara oculta es la alienación programada y la pérdida de libertad por las cadenas del endeudamiento bancario crediticio.

Es el eco de este espíritu de enmendar – por fin – el rumbo ante tanto desorden institucional, el que debe y debería estar animando en esta oportunidad histórica única a los y las convencionales de los colectivos sensibles a las aspiraciones de un Chile justo, democrático, igualitario, que transite hacia una sociedad ecológica y plurinacional.

Y es por lo mismo que se avecina una ofensiva de los defensores del consenso neoliberal en contra de estas normas y sus signatarios. Mientras que sectores conservadores en el plano constitucional tergiversan y hablan del “maximalismo” o del “refundacionalismo” de algunos colectivos constituyentes, en amplios sectores de ciudadanos y ciudadanas se instala una cierta tranquilidad al ver plasmadas en textos, ideas y propuestas sensatas que se temía no aparecieran en los debates constitucionales ni claramente escritos en la nueva Constitución por “realismo político”. En palabras descubiertas: por el temor de los convencionales redactores a enemistarse con los sostenedores de la tesis de la “Casa común”, es decir de una Constitución “ni chicha ni limoná”.

Otros, refractarios al buen vivir de los pueblos, hablan de “delirios constitucionales” cuando ven hacer su camino a iniciativas por largo tiempo esperadas (y entonadas en la multitudinaria manifestación de más 1 millón 250.000 del 25/O del 2019) por el pueblo como la de nacionalizar o reapropiarse socialmente de los recursos naturales, participar democráticamente en la génesis de las leyes y en la elección de autoridades con procedimientos democráticos (lamentablemente no será el caso con los 7 miembros propuestos para el Consejo del Banco Central), oponerse al saqueo y a la devastación de la naturaleza y los mares, recuperar el agua, darle derechos a la naturaleza, y vivir concretamente la igualdad política, económica y de género.

Así pues, tanto los apóstoles del concertacionismo (los activos hoy reagrupados en el Nuevo Pacto Social con carteras ministeriales), como los conspicuos moradores de la cueva de Alí Babá, ambos sectores apoyándose en las decisiones ministeriales recientes del Gobierno electo, apelan al “Boric de la segunda vuelta” (el que le echó agua a la copa de vino) para que desde La Moneda se meta a moderar los supuestos ánimos “refundacionales” de los impulsos de poder constituyente en la Convención. El objetivo es de que ejerza su influencia para que los convencionales no hagan una constitución “maximalista” y/o “partisana”. Y otros, como el ideólogo concertacionista de la primera hora Eugenio Tironi, quien también desde el inefable El Mercurio, al constatar el poder y ascendiente que los consejeros concertacionistas como Luis Maira y Ricardo Lagos han ejercido en las decisiones de Gabriel Boric, llaman ahora al Presidente electo a que “fabrique una coalición” y asuma el “liderazgo” de la continuidad de lo que sería un concertacionismo amplio y remozado.

El conflicto social y político sigue su curso. Reaparece una y otra vez cuando las contradicciones no están resueltas. No se doblega ante el poder del gobierno de turno ni al constreñimiento de la institucionalidad. Y no solo es la savia de las democracias que avanzan y que al hacerlo rompen el cerco del parlamentarismo estrecho, sino que se expresa en relaciones de fuerza entre las clases sociales que conviene siempre explicitar para esclarecer los nudos de poder y conflicto y así poder inclinar la balanza hacia los cambios estructurales. Pero con las fuerzas transformadoras populares. Sin ellas toda “transformación estructural” es parodia. Aquellas, tal como ya se ha visto, con su intervención disruptiva, son las únicas que rompen con las inercias sistémicas de las lógicas hegemónicas y con el juego complaciente de los actores políticos conformistas. Y es así como abren nuevos horizontes. Es la lección que se impone a partir del 2012, pasando por el 18/O 2019, hasta hoy. Es la Otra Lógica, con su Otra Historia.


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