Sueños, utopías y realidad

En Chile, el modelo de cogobernanza aplicado en el Parque Nacional Villarrica representa una oportunidad única para avanzar hacia una gestión más democrática y equitativa de los recursos naturales.

Sueños, utopías y realidad

Autor: El Ciudadano

Por Ximena Sepúlveda Varas[1]

Las utopías, esas construcciones ideales, suelen percibirse como sueños lejanos e inalcanzables. Sin embargo, si las re-imaginamos como proyectos concretos y viables, podemos abrir la puerta a una transformación genuina en nuestras estructuras de poder. Encontrar formas de equilibrar el bienestar colectivo y los intereses individuales puede sonar complicado en una sociedad que valora y premia el éxito personal, pero es en ese equilibrio donde radica el desafío: convertir el bienestar común como motor del éxito personal.

Un ejemplo de ello es la política. Si observamos los discursos de los candidatos regionales que aspiran a ocupar escaños en el parlamento, todos aseguran que su gestión beneficiará a las comunidades sociales, a las organizaciones de base, a las juntas de vecinos. Pero, ¿realmente están dispuestos a anteponer estos intereses colectivos a los suyos propios? ¿Qué dicen sus trayectorias?

El bien común, lejos de ser solo un concepto abstracto, representa la búsqueda de un bienestar colectivo, donde las necesidades de todos se ponen por encima de los intereses individuales. En este marco, los recursos naturales, las oportunidades y la dignidad humana deben ser gestionados de manera que beneficien a toda la comunidad. Por su parte, la propiedad privada, que ha sido el pilar del sistema económico moderno, defiende el derecho individual a poseer y controlar recursos. Sin embargo, cuando se lleva al extremo, concentra el poder y los recursos en pocas manos, perpetuando desigualdades. En nuestro escenario utópico repensar este modelo de desarrollo y buscar un equilibrio entre la propiedad privada y el bien común debería ser una cuestión esencial.

La cogobernanza, un modelo donde las decisiones sobre recursos son compartidas entre varias partes interesadas, es una de las soluciones más prometedoras. El reciente acuerdo para la creación de un Consejo de Gobernanza y Gestión para el Parque Nacional Villarrica en La Araucanía es un ejemplo claro de esta tendencia hacia un modelo más inclusivo y participativo. Este acuerdo busca equilibrar las necesidades del Estado, las comunidades locales y los desafíos ambientales, promoviendo una gestión compartida que se aleja del control centralizado.

Sin embargo, el camino hacia la implementación efectiva de este modelo no está exento de obstáculos. Aunque el acuerdo está firmado, aún queda un paso crucial: la firma del reglamento que lo formalizará. Esto nos recuerda que las utopías no se materializan solo con buenas intenciones; requieren de mecanismos concretos y respaldo institucional para que el sueño se convierta en una realidad tangible. La firma de dicho reglamento garantizaría que las comunidades locales tengan voz y voto en la gestión de su propio territorio, poniendo el bienestar colectivo en el centro de las decisiones. Aquí es donde la decisión política juega un papel crucial: ¿se continuará perpetuando los modelos tradicionales que han favorecido a unos pocos, o se dará un paso hacia la materialización del bien común? ¿Qué opinan nuestros candidatos sobre ello?

Ejemplos internacionales de cogobernanza, como en los Países Bajos, donde las comunidades gestionan los recursos hídricos de manera colaborativa, y en Ecuador, donde las comunidades indígenas preservan sus territorios en la región amazónica, demuestran cómo este enfoque puede ser exitoso. En Chile, el modelo de cogobernanza aplicado en el Parque Nacional Villarrica representa una oportunidad única para avanzar hacia una gestión más democrática y equitativa de los recursos naturales.

Al final, la clave está en encontrar el equilibrio. La propiedad privada puede coexistir con el bien común si se gestionan adecuadamente los recursos, asegurando que no solo unos pocos se beneficien de ellos. El camino hacia ese equilibrio es largo y requiere un cambio cultural, pero no es un sueño imposible si las decisiones políticas, económicas y sociales se orientan hacia la equidad, la sostenibilidad y la cooperación.

Por Ximena Sepúlveda Varas


[1] Ximena Sepúlveda Varas, Ingeniero Civil Industrial y Magíster en Desarrollo Humano Local y Regional de la Universidad de La Frontera; ex Seremi de Vivienda y Urbanismo de la Región de La Araucanía.

Correo electrónico: [email protected] https://orcid.org/0000-0001-5580-045X

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Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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