La conmemoración de los 10 años de la implementación del Transantiago nos ha obligado a poner marcha atrás y hacer un recorrido por la descolorida década de este paupérrimo servicio, convertido en el ícono de la indignidad del transporte urbano en Chile.
En ese contexto les pedimos a nuestros lectores que nos contaran alguna experiencia vivida a bordo de una de estas máquinas. Acá 10 breves historias de caos vial, asaltos, choferes en sus días de furia, esperas eternas y pasajeros con una sorprendente capacidad de aguantar todo el estrés acumulado en 10 años de Transantiago.
Día cero, por Erika Portilla Yáñez
El primer día de funcionamiento estaba de paso en Santiago con mi hija pequeña. Teníamos que llegar del aeropuerto a Maipú. Eran las 19:00 horas. Fue horrible, nadie entendía nada, no servía el efectivo. Me bajé del transfer y había una multitud enfurecida corriendo de un lado a otro. Me hablaban de una tarjeta que no se podía comprar. El Metro, que es un medio en el cual me ubico un poco más –como provinciana–, estaba colapsado y con entradas cerradas. Cero taxis en las calles. De verdad sentí pánico por mi pequeña y por mí en medio de la multitud enfurecida. ¡¡Horrible!!
«Pásame los audífonos», por Javiera Paz Salazar M.
Iba en los últimos asientos de la micro. De pronto, en Estación Central se sube un weón con cara de cuma. Quienes íbamos ahí nos dimos cuenta que él venía un tanto perseguido. Se sienta al lado de un cabro súper piola y le pregunta la hora. Le responde las 14:45 y él le vuelve a decir con un tono de voz alto: ¿donde vay? El cabrito le responde «a la U, estudio en la Chile, tengo prueba, voy atrasado”, súper inocente. El cuma lo mira bien y saca una pistola muy piola y le dice «pásame los audífonos, el celular y bájate sin decir nada». Weón, yo iba ahí escuchando todo con 2 o 3 personas más o menos y no fui capaz, no pude decir nada; el cabrito le rogaba que le dejara la tarjeta de memoria porque ahí tenía fotos y documentos guardados que le servían y no, el flaite culiao no fue capaz de dejarle la tarjeta de memoria y le gritó que se bajara callado. El flaite se bajó en Los Héroes y yo me bajé al paradero siguiente a llorar, llamé a mi pololo y le conté todo. Me sentí tan estúpida por no haber hecho nada, pero lamentablemente me sentí tan amenazada como el joven al que asaltó en ese momento. Cada vez que lo recuerdo se me revuelve el estomago.
Autobuses chocadores, por Carolina Torres
Hace como dos años tomé una micro en Alameda con Cochrane. El bus avanzó y, de pronto, en paralelo, iba otro bus que era particular. Empezaron a hacer carrera y en eso se produce un topón; no sé de quién fue la culpa. El chofer del Transantiago iba emputecido y le dio un golpe a propósito al otro bus. Algunos pasajeros se pararon a tocar el timbre. Yo preferí sujetarme bien. No paró y siguió su carrera loca. Al llegar a General Mackenna dobló de manera muy violenta y botó el semáforo. Por suerte no había nadie en esa esquina.
Seguían compitiendo los choferes. El del Trans le rompió el espejo al particular. Se agarraron a chuchadas. El del Trans frenó brusco y chocó a un taxi por atrás.
Después de esa cagada, los pasajeros simplemente quisimos salir de esa locura. Nos bajamos.
¡Escándalo!, por Andrés Azócar
11 PM, día hábil, bus lleno, la mitad de la gente en la parte delantera, porque había un tipo drogado que hacía escándalo atrás.
El chofer sin licencia, por Manu Duende Villarroel Pardo
Estaba esperando la B11. Llega la micro y el chófer se baja no sé a qué. Varios se suben; algunos pagan, otros no. Luego se sube el chófer y dice que no va a mover la micro porque no sabe si todos pagaron y nos pide que nos bajemos. Lo increpamos y este se baja de la micro y no sube más. Para peor, pasa una patrulla policial, el chófer le cuenta y los carabineros le dan la razón, le piden los documentos de la micro y la licencia. Pero el chófer no tenía. Le sacaron un parte y no pudo seguir conduciendo. Todos para abajo de la micro a esperar nuevamente la otra.
«Pico sin auto», por María Fernanda Motto
Un chofer me hizo bajar porque no podía tomar a mi bebé en un brazo y llevar el coche y los bolsos en otro. Y me dijo: “No es mi culpa que te buscaras un pico sin auto”.
Chuchadas, por Anyela Rodríguez
Me dirigía del centro hacia el Metro Universidad de Santiago. La micro venía llena. Se subió una mujer con el coche con la guagua y un niño. Peleó y gritó, diciendo “dejen el espacio, vengo con coche”. Empezó a agredir verbalmente a una niña y yo le dije que no era la forma de pedir las cosas. Me agarró a garabatos delante de mi hijo.
«Una talla pa’ contar en mi casa», por Fabián Ortega Caviares
2007, 00:00 hrs. Yo en Macul con Grecia. Nunca pasó la 506, 507.
02:00 am. Pasó un camión arenero y tiró a toda la gente hasta Tobalaba con Grecia. Íbamos más menos 30 personas cagaos de frío, tirando la talla (no quedaba otra, si fueron dos horas cruzando dedos para que pasara la micro) en pleno invierno.
Fue divertido. Tenía 17 años. Una talla pa’ contar en mi casa. Pero la abuela que iba al lado mío agarrada a mí de seguro no lo pasó bien.
El asiento vomitado, por Karin Alejandra
Una 203. Tenía como 13 años. Iba cansada y cagá de calor. Me senté en un asiento junto a otro que estaba todo vomitado pero quería puro sentarme, así que filo. Se sube una mina embarazada por la puerta de atrás y me pide que le dé permiso para sentarse en el asiento de la ventana. Cuando ve el vómito se va y se sienta en otro lado, y llegan dos locos como de 40 medios curaos y me empiezan a putear por no darle el asiento a la mina. Ella me miró y se cagó de la risa.
«Deianira: ¡paga tu pasaje!», por Luis Enrique Alvarado
Fue esa tarde cuando subió una pareja de adolescentes. Al tipo lo venían persiguiendo unos guardias de una tienda. Suben los dos a la micro y ella sube sin pagar. El tipo la increpa y le grita:
«¡Deianira: paga tu pasaje!, ¿acaso crees que somos delincuentes, sinvergüenzas como esos que no pagan la micro?
Ella se paró del asiento y fue a marcar su pasaje.