Por Josefa Barraza y Carolina Rojas
La noche del viernes 9 de julio, Ernesto Llaitul –hijo del líder de la Coordinadora Arauco-Malleco (CAM)- fue dado por muerto durante algunas horas, tras una información entregada por Carabineros a la Fiscalía. La noticia se viralizó rápidamente en redes sociales. “Triste noche para la Araucanía. Han asesinado a Ernesto Llaitul. Indignación y dolor”, “Siento Indignación y repudio por el asesinato de Ernesto llaitul, por agentes del estado, defendiendo intereses foráneos”, rezaban algunos tuits. También se sumaron políticos y medios de comunicación que recogieron la información.
Horas más tarde, junto con las primeras declaraciones, se rectificó la verdadera identidad de la persona que recibió el disparo: Era Pablo Marchant, un joven de 28 años, amigo cercano de Ernesto “Nano” Llaitul, de porte y color de piel parecido, según se explicaría después. Recibió un disparo por detrás de la cabeza y a corta distancia.
En el Servicio Médico Legal de Temuco, Héctor Llaitul no había reconocido a su hijo.
Cerca de las dos de la madrugada del sábado, en su casa en Tomé, Myriam Gutiérrez recibía la noticia. A Pablo Marchant, más conocido como “Toño” entre sus seres queridos, le habían disparado. Le dijeron que fue en una recuperación y acto de sabotaje a la forestal Mininco. Dejó de escuchar la llamada mientras extendía el brazo para que su pareja sostuviera el celular. No quería saber los detalles. Lo que sigue es un viaje en auto de cinco horas hasta el Servicio Médico Legal de Temuco.
– Nunca tuve una llamada de un fiscal, de un carabinero, de nadie. No recuerdo quien me llamó, solo sé que fue gente de las comunidades que conocían a Pablo-, se lamenta.
El caso dejó varias dudas entre los familiares y en la comunidad donde vivía. Aún se preguntan si Ernesto Llaitul era un objetivo de la policía.
Todo comenzó a las seis de la tarde del viernes 9 de julio, en la zona de Carahue (Región del Bío Bío) cuando algunos miembros del Órgano de Resistencia Territorial (ORT) de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM) se enfrentaron con Carabineros que iban en una patrulla a escoltar la salida del personal Forestal . Ocurrió en una faena de la empresa Forestal Mininco, en el Fundo Santa Ana tres Palos.
Según las declaraciones de Carabineros, Marchant habría aparecido lado izquierdo del camino, encapuchado con un arma larga de tipo fusil M16 entre sus manos, con la que hizo el gesto de apuntarles.
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También declararon que no llevan cámaras GoPro. Antes se habían comunicado por radio y alertaron que se encontraban bajo un ataque armado. Detuvieron el vehículo, se bajaron y siguieron a pie, uno de ellos por el costado derecho. El camino forestal no mide más de cinco metros y se desplazaron pegados a una pared de tierra que flanquea el camino. Otro carabinero, Hugo Huenchuvil Antil, iba más atrás, por el costado izquierdo del sendero bordeado por matorrales.
Huenchuvil fue quién le disparó a Pablo Marchant a corta distancia, no más de tres metros . Después la jefatura local le habría ordenado permanecer en el lugar, con la orden de no tocar nada, hasta recibir la llegada de los organismos especializados. El fusil M16, calibre 5.56, quedó tirado junto al cuerpo del joven, contaba con munición y habría estado con la “bala pasada”, listo para ser disparado, según consta en las mismas declaraciones de la policía.
Cuatro meses después, la Fiscalía aún no puede explicar qué es lo que pasó realmente esa noche.
Las dudas
Para la madre de Marchant, cuando los agentes del Estado actúan por fuera de los estándares permitidos y el uso de la fuerza es desproporcionado, las consecuencias pueden ser múltiples formas de violencia, desde el hostigamiento a las comunidades hasta una posible ejecución.
A meses de ese día, ella y su hijo de diez años están con psicólogo para superar la muerte de Pablo. En conversación con La Otra diaria, explica que las primeras dudas en torno al caso empezaron cuando tuvo acceso a la carpeta de la investigación y las declaraciones de Carabineros.
-Lo segundo que me llegó fue el audio de un trabajador que decía “¡Agarraron a uno!”. Si hubo tiempo para reducirlo, lo podrían haber detenido, no matarlo. Después que él dice eso, se sienten tres disparos. Pienso que fue en ese momento en que mataron a Pablo-, relata un día sábado, a través de video llamada.
Según un oficio del 10 de julio del 2021 -al que este medio también tuvo acceso -enviado por la Fiscalía de Alta Complejidad de la Araucanía a la Prefectura de Control y Orden Público (C.O.P) de Carabineros, Forestal Mininco en Fundo Santa Ana Tres Palos tenía un recurso de protección que garantizaba un punto fijo de ronda policial diurno y nocturno vigente desde el 14 de junio hasta el 14 de julio.
En los certificados de servicio remitidos por el C.O.P a la Fiscalía local de Pucón, el sargento segundo Eduardo Mora y el cabo primero Hugo Huenchuvil estaban el día viernes 9 de julio del 2021 en “servicio saliente de Servicio Nocturno, disponible desde las 15:00 hasta las 20:00 horas del mismo día”; mientras que el sargento segundo Edison Ancamil y el cabo primero Javier Minte, se encontraban de servicio en primer patrullaje desde la siete de la mañana hasta las ocho de la noche.
Así lo reconoció también ante la Policía de Investigaciones el sargento segundo Eduardo Mora, quien relató la madrugada del 10 de julio como llegó al Fundo Santa Ana Tres Palos para realizar una ronda periódica, acompañado del cabo primero Hugo Huenchuvil, por órdenes del suboficial Camilo Cumilaf. Llevaron a cabo el procedimiento arriba de una camioneta Chevrolet, patente FVSB28, conducida por Guillermo Santander, chofer de la empresa de seguridad JM Ñuble, quién prestaría servicios a Forestal Mininco.
“Aparecieron tres individuos a unos 15 metros de nosotros, ellos estaban en el camino (…) Al bajarnos de inmediato yo les grité “alto deténganse” en ese momento, todo pasó rápido, por lo que recuerdo, a dos de los tres los vi con armas largas, y estos de inmediato abrieron fuego contra nosotros (…) yo al verme expuesto repelí el ataque disparando la UZI mientras avanzaba agazapado, dirigí los tiros hacia estas tres personas, debí en ese momento haber realizado unos tres tiros. Por su parte Huenchuvil avanzaba por el otro costado del camino también efectuando disparos con su escopeta (…) se ocultaban en los matorrales y solo escuchaba los disparos, en ese momento volví a disparar 12 tiros más. Fueron 20 en total (…) Huenchuvil me dice que el sujeto había salido de entre los matorrales por el costado izquierdo del camino, apuntando hacia el frente con el fusil, y él abrió fuego con la escopeta impactándolo en la cabeza en su costado derecho”, se lee en la declaración del sargento segundo Mora, archivada en la carpeta investigativa y a la que accedió La Otra diaria.
En cuanto a la declaración del cabo primero Hugo Huenchuvil, explicó que estaban a 200 metros de la camioneta, y que se mantuvo a la izquierda de Mora para resguardarse mutuamente.
“A una distancia aproximada de tres metros más delante de mi ubicación, desde el costado izquierdo del camino, de reojo noté que sorpresivamente salió una persona agazapada que portaba en sus manos un arma larga con la que apuntaba hacia adelante (…) di un pequeño giro e inmediatamente le disparé sin hacer mayor puntería, impactándole en su cabeza, no recuerdo en qué zona”, detalló Huenchuvil ante la PDI.
Además, Huenchuvil confirmó que no llevaban radios para comunicarse ni cámaras corporales, pese a que Carabineros de Chile cuenta con un “Manual de Uso y Registro de Videocámaras en el Servicio Policial”.
En tanto, en su declaración el cabo primero Javier Minte agregó que Huenchuvil y Mora fueron los funcionarios que se encargaron de custodiar el sitio del suceso, el cadáver y el armamento.
-Si uno de estos carabineros que cuidó el sitio del suceso es el autor ejecutor de la ejecución extrajudicial, no puede resultar ser fiable esta diligencia de custodiar el sitio de suceso porque todo indicaría que el lugar fue armado para favorecer o justificar la versión del autor material-, explica Rodrigo Román, abogado de la madre de Pablo Marchant.
A su juicio es especialmente grave que ni Mora ni Huenchuvil portaran cámaras corporales, dado que es una orden general -para procedimientos policiales- de la institución desde enero del 2020.
Dos disparos
Durante la mañana del viernes 10 de julio, ingresó al Servicio Médico Legal de Temuco el cuerpo de Pablo Marchant. Dentro de la autopsia estaban presentes el doctor Claudio Herrera, los técnicos en Tanatología Henry Staub y Juan Fernández, el fiscal Juan Pablo Gerli, y los funcionarios de la Brigada de Homicidios de la PDI, Francisco Albarrán y Oscar Painén. A Myriam le llamó la atención la cantidad de personas que circulaban por el lugar. Esperó afuera junto a Héctor Llaitul.
Nubia Riquelme fue la perito encargada del protocolo de autopsia. Según las conclusiones del SML, la causa de muerte fue por un traumatismo craneoencefálico abierto grave por herida por disparo de arma de fuego (escopeta).
Debido a las dudas de la familia respecto al resultado de la autopsia, en octubre pasado Rodrigo Román contactó al doctor Bernardo Morales, ex jefe de Tanatología del Servicio Médico Legal, para la realización de un segundo peritaje con el objetivo de corroborar lo descrito en el informe realizado por Riquelme.
El abogado detalla varios puntos que plantean baches en la investigación. Primero considera que el Servicio Médico Legal ha dado varias muestras de falta de profesionalismo en la rigurosidad de sus trabajos en los últimos años, además existen fundadas sospechas de que no fue un solo impacto de proyectil el que terminó con la vida de Pablo Marchant, sino que hubo un segundo disparo.
El abogado también revela un nuevo antecedente obtenido en el segundo peritaje: El disparo del cabo Huenchuvil no fue a tres metros de distancia como aseguró en su declaración, sino que fue un impacto con apoyo, es decir, a quemarropa, lo que eventualmente confirmaría que Pablo Marchant habría sido ejecutado por Carabineros.
La Otra diaria tuvo acceso exclusivo al “Pre-informe Metapericial Forense Criminalístico” realizado por el tanatólogo Bernardo Morales que arrojó lo siguiente:
“La tipología de las lesiones que provocan la muerte de Marchant Gutiérrez y el análisis y correlación criminodinámica de las mismas, permiten plantear un mecanismo de ejecución (…) llama la atención la posición de las extremidades inferiores del occiso, las que se encuentran flexionadas a la altura de las rodillas, lo que hace presumir que éstas se encontraban flexionadas al momento de recibir el impacto balístico y en posición de no poder extenderse, lo que ocurriría sólo al encontrarse el cuerpo en posición arrodillado, con la cabeza inclinada hacia abajo”.
Además especifica que no es lógico y contradictorio lo declarado por Huenchuvil con respecto a la distancia al momento de disparar (tres metros), puesto que, lo ubica convenientemente en el punto del hallazgo del cartucho del proyectil disparado por su escopeta, y tampoco es posible que el cartucho encontrado al medio del camino hubiera rodado hasta ese punto, ya que se trata de un camino forestal con barro suelto donde lo que cae en él se entierra de inmediato en el punto de caída, y por la misma pendiente del camino habría estado en otra ubicación.
– También podemos asumir que Marchant tiene dos impactos diferentes, hay una discontinuidad entre las lesiones del brazo y de la cabeza, lo otro es que el impacto que recibió en el brazo fue cuando aún estaba vivo, es decir, es una lesión vital. La lesión de la cabeza es una lesión mortal inmediata, por lo que no tiene relación con la lesión del brazo, por lo tanto son dos disparos (…) El disparo en la cabeza es un disparo con apoyo-, asegura Bernardo Morales, consultado por La Otra diaria.
En el pre informe se explica que las lesiones del cráneo y del brazo ocurrieron a distancias y tiempos distintos, ya que el disparo en la cabeza “reúne todas las características de un disparo con apoyo del cañón en el punto de entrada del proyectil balístico”.
Esto significaría que el cañón de la escopeta se apoyó en el cráneo-y al considerar la información anterior- Marchant habría estado en posición de genuflexión por el barro que se ve en el pantalón en la zona de las rodillas.
Al momento de ser asesinado, Pablo Marchant estaba encapuchado con una polera y llevaba su billetera con su carnet de identidad. Pese a ello fue confundido con Ernesto Llaitul, lo que para Román es una encrucijada, ya que, desconocen los motivos de esta “confusión”. Además, según el pre informe, es muy difícil que Marchant haya estado agazapado en los matorrales apuntándolo -como declara Huenchuvil-, puesto que ya tenía su brazo derecho herido.
– La policía chilena ejecuta a una persona de rodillas. Esto es despreciable moralmente y condenable judicialmente (…) Como intervinientes nos importa que el foco esté en que se establezcan las circunstancias en las que ocurrió esta ejecución extrajudicial, un asesinato por agentes del Estado sin un proceso judicial. El paso a seguir con el pre informe es solicitar a Fiscalía que proceda con la formalización y que se ventile un juicio oral para determinar las responsabilidades. Estos cuatro carabineros siguen en funciones ya que no han sido formalizados-, concluye Román.
Héctor Llaitul también fue contactado por La Otra Diaria respecto a la tesis de la ejecución de “Toño”. Para él esa hipótesis siempre fue una certeza y todo apuntaría que se trató de una acción predeterminada, ya que existe un trabajo de inteligencia policial y político, que se basa en el encuadre de su familia y sus hijos. Marchant vivía con ellos.
-Tienen infiltrada la comunidad, y no la policía precisamente, sino que gente que trabaja para la forestal que manejan mucha información de cómo vivimos y nos desplazamos (…) Dicen que era mi hijo, porque hay un cierto nivel intermedio de infiltración, saben las vestimentas, y más allá de las características físicas, que son muy parecidas entre mi hijo y Pablo, hay un acto detrás maquiavélico que es de entregar un mensaje, y la impresión que tengo es que el ajusticiamiento de Toño fue una decisión que tomó un alto jefe policial que estaba a cargo, que tiene contacto directo con la forestal, y que era ejecutar a uno de nosotros-, explica Llaitul.
También confirma la existencia de un vídeo, de un trabajador fuera de la forestal, que repetía varias veces “agarraron a uno”.
Relata además que a las siete de la tarde de aquel día comenzó a circular la información de inteligencia de que era Ernesto, y que hay que recordar que fue desde la misma fiscalía.
-La confirmación de que no era mi hijo fue a la una de la madrugada, cuando llegamos, fuimos con la pareja de Nano y ahí dijimos que no era, y que era Toño, lo que demuestra que era un montaje. Hay una mano siniestra detrás, y los que ejecutaron recibieron esa orden, y hay que descubrir quién fue, porque me cuesta creer que fue una torpeza o una decisión de dos carabineros-, comenta Héctor Llaitul.
La despedida
-Su inquietud (por la causa mapuche) empezó desde siempre, pero fue más marcada en la época del Instituto Nacional-, dice Myriam recordando a su hijo.
Después de salir de cuarto medio, Pablo estudió un semestre la carrera de pedagogía en la Universidad Pedagógica de Chile (UMCE) hasta que se dio cuenta que no le gustaba. “Mamá, me quiero ir para Conce, porque quiero estudiar Antropología”, le anunció a Myriam, y así lo hizo. Se instaló a vivir con Rosa- su abuela materna-, y su madre lo siguió en el año 2016 tras su divorcio. Allá Myriam comenzó a trabajar en una fábrica de telas.
Pablo a veces le comentaba que iba “al Alto”, por el Alto Bío Bío, hasta que un día llevó a su amigo Ernesto Llaitul a la casa. Ya le había comentado a su madre que dejaría la carrera.
– Me dijo “Ya no es lo que yo quiero, tengo otras inquietudes, quiero hacer otras cosas, me voy a ir a vivir a otro lado, pero vamos a estar en contacto”-, recuerda Myriam.
Siguieron en comunicación permanente, pero si ella le preguntaba dónde andaba él le contestaba un “por ahí, por ahí” u otras respuestas evasivas. A veces le mandaba fotos de paisajes, de él montando un caballo o labrando la tierra en alguna comunidad.
A las cinco de la tarde del 9 de julio, Myriam lo llamó pero no obtuvo respuesta. A las nueve de la noche su hermana la llamó para avisarle sobre la muerte de Ernesto Llaitul, y supuso que su hijo estaría triste por la pérdida de un amigo. Nunca pensó que se trataba de Pablo.
En el living de su casa ya habían tenido una conversación que la hizo pensar en el futuro, pero todo dialogo se remitía a respuestas incompletas.
-Mamá si me pasa algo un día, yo quiero que tú me dejes ahí donde estoy-, le pidió.
-Mira Pablo, yo dejé que tú fueras para allá y te quedaras allí e hicieras tu vida. Te respeté tu decisión. Que tú dejaras a toda tu familia, porque tú considerabas que ibas a ser feliz y que era lo que te gustaba, pero no me pidas que te deje allá cuando llegue el minuto. Tú eres mi hijo y no tengo idea de dónde quieres que te deje, además déjate de hablar leseras-, le respondió Myriam.
-Allá te van a decir- le contestó Pablo.
Myriam vuelve de forma recurrente a esta conversación tras la últimas informaciones que recibió, y el informe que les aclaró varias dudas sobre cómo pudo haber muerto su hijo.
También ha viajado a la Araucanía y recorrió los lugares que visitó. Ahora entiende muchas cosas que él le hablaba.
Le molesta el desinterés de la Fiscalía y la falta de comunicación en el caso. Además aún tiene muchas dudas respecto a por qué se entregó con tanta certeza la noticia de que habían asesinado a Ernesto Llaitul.
-Cada día empezó a llegar más información sobre cómo pasaron las cosas. Empecé a decir ‘hay algo raro’, porque no sigue la investigación, por ejemplo. Después nos llegó la carpeta y las declaraciones de Carabineros no me coincidían con lo que yo tenía en la cabeza. Había varias versiones-, dice Myriam al finalizar la entrevista.
El 16 de octubre Myriam pudo despedir a solas a su hijo frente a un Chemamul que se erigió en el mismo territorio en disputa con la Forestal. Esa semana también dejó flores en la tumba que esté ubicada en Pidenco.
La muerte del joven, sin duda, fue un punto de inflexión en el control Territorial de la Coordinadora que levantado la figura de Marchant como “weichafe”.
-¿En algún momento sintió rabia con Pablo por su decisión o por la CAM por exponerlo a enfrentamientos?
-No, yo me sentía orgullosa de lo que él hacía, porque era feliz. Rabia tengo con el Estado, con la persona que le quitó la vida y que tuvo otra opción de haberlo detenido. Hoy podría ir a verlo a la cárcel, quizá mi hijo estaría con vida.
Las autoras se comunicaron con prensa de la Fiscalía de Alta Complejidad Región de la Araucanía, para consignar su declaración sobre la falta de celeridad que se denuncia en esta investigación, pero hasta el cierre del reportaje aún no habían recibido respuesta.
*Reportaje publicado originalmente por La Otra Diaria.