Un «¡Alto el fuego!» con el modelo forestal chileno

Es imperativo ordenar un a la explotación forestal con un SEIA riguroso, amparado en un marco jurídico con normativas más exigentes y rígidas, basadas en estudios metodológicos que resguarden un sustento científico idóneo para la gestión del impacto ambiental.

Un «¡Alto el fuego!» con el modelo forestal chileno

Autor: Wari

Por Luis Saavedra Sperberg

Durante el año 2016, conformé un equipo profesional multidisciplinario trabajando para una ONG en proyectos de intervención social focalizados en comunas vulnerables de Chile.

Una de las redes colectivas que se articularon en uno de los ciclos, fue junto a algunas comunidades en la localidad de Lebu (Provincia de Arauco, Región del Biobío). El involucramiento en las esferas colaborativas, desde una perspectiva de sensibilización, nos permitió visibilizar y apoyar las demandas de diversas organizaciones recolectoras de la zona.

A pesar de identificar en ellos un alto grado de capital social, las instituciones político-administrativas locales no canalizaban los medios necesarios para atender con rigor sus legítimas demandas, conllevando a un profundo sentimiento de frustración por la débil participación ciudadana en los asuntos que los afectaban.

El apoyo en terreno consistió, fundamentalmente, en el acompañamiento de los recolectores en su rutina diaria de trabajo, surcando los borrascosos cerros aledaños en busca de los valiosos frutos, setas y semillas nativas, que representaban su sustento de vida.

Luego de finalizar una extenuante jornada de recolección, con las piernas fatigadas y las manos rasguñadas, recién ahí tomamos consciencia, del grave daño ocasionado por la actividad forestal a los ecosistemas. El escenario era apabullante: el detrimento de las redes tróficas naturales, la pérdida de la biodiversidad a causa del agotamiento de fuentes hídricas, y la escasez de materias primas era evidente.

Las empresas forestales no sólo han aniquilado parte importante del bosque autóctono de la cordillera de la costa, con la introducción ilegítima y descontrolada de monocultivos. Han destruido el hogar de cientos de especies nativas, provocando daños irreversibles, desencadenando una extinción crítica de flora y fauna endémica.

Han acelerado los procesos de degradación del suelo, mutilando los sustratos húmedos de tierra fértil a causa de la sobreexplotación, junto a la utilización indiscriminada de nocivos biocidas que atentan contra el equilibrio biológico.

Han acelerado la sequía, transformando ecosistemas húmedos de gran biodiversidad (autocontrol de riesgos climáticos) en territorios inertes, saturados de plantaciones con auténticos combustibles vivos: pinos y eucaliptos (especies pirófitas altamente inflamables).

Por si fuera poco, el daño también repercute profundamente a nivel social, pues han despojado a la población local de su hábitat natural, poniendo en riesgo la salud, fuente de trabajo y sentido de identidad de las comunidades rurales, quienes históricamente han cohabitado en armonía con los procesos ecológicos connaturales a los territorios del centro-sur del país.

Es imperativo ordenar un <<alto el fuego>> a la explotación forestal con un SEIA riguroso, amparado en un marco jurídico con normativas más exigentes y rígidas, basadas en estudios metodológicos que resguarden un sustento científico idóneo para la gestión del impacto ambiental.

En miras hacia los desafíos políticos de la agenda 2030, que suponen problemáticas venideras en materia de protección a los sistemas biológicos, se hace urgente e imprescindible implantar un modelo de desarrollo basado en directrices de sostenibilidad, economía circular y donde prevalezca una verdadera participación ciudadana. (Caso Singapur, como apuesta sustentable).

Luis Saavedra S.

La clase política debe tomar el toro por las astas y dejar de soslayar la emergencia ambiental como si de una burda nimiedad se tratara, considerando que a nivel mundial hemos llegado a un punto de inflexión crítico e innegable a causa del catastrófico cambio climático.

Hoy por hoy, las forestales NO representan el desarrollo, sino un descarnado ecocidio.

Por Luis Saavedra Sperberg

Cientista Político, mención Políticas Públicas


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