Por Andrés Kogan Valderrama, Sociólogo
Luego de haberse realizado la elección paritaria de candidatos constituyentes en Chile, los días 15 y 16 de mayo, los resultados son realmente esperanzadores para la construcción de un país distinto y que responda a las principales demandas que se han impulsado desde distintos sectores críticos en los últimos 20 años.
Si bien la votación total no fue la deseada, solo el 43, 35%, por debajo de lo que se votó en el plebiscito nacional del 2020 por una nueva constitución, un 50, 95% (ambas con voto voluntario y en pandemia), el rol que jugaron los movimientos sociales a través de muchas candidaturas independientes en esta elección, es algo bastante inédito en la historia del país.
El caso del amplio apoyo a la Lista del Pueblo por ejemplo, la cual agrupa distintas personas pertenecientes a diferentes movimientos sociales, puede ser visto como una ruptura a como se ha distribuido el poder en Chile en los últimos 30 años, en donde se ha hecho política a espaldas de la ciudadanía.
Eso sumado a muchas candidaturas criticas electas provenientes de organizaciones de base, las cuales han dado una larga lucha desde el movimiento socioambiental, feminista y estudiantil, en donde resalta la crítica a la mercantilización de la vida y la generación de alternativas situadas territorialmente.
Se destacan los nombres de Camila Zárate del Movimiento por el Agua y los Territorios (MAT), Alvin Saldaña de la Red por la Soberanía Alimentaria, Alondra Carrillo, Janis Meneses y Elisa Giustinianovich de la Coordinadora Feminista 8M, Ivanna Olivares, Carolina Vilches, Manuela Royo y Yarela Gómez del Movimiento de Defensa del Agua, la Tierra y la protección del Medioambiente (MODATIMA), entre muchos otros y otras
Asimismo, es muy importante también el rol que jugarán para construir una democracia intercultural, plurinacional y descolonizadora, quienes fueron electas a través de los escaños reservados para los pueblos indígenas, como son los casos de Elisa Loncon, Natividad Llanquileo y la machi Francisca Linconao.
Por otro lado, es muy positivo que los partidos de la derecha en Chile no hayan alcanzado ni siquiera 1/3 de las personas elegidas como constituyentes, lo que los deja imposibilitados completamente de vetar lo que acuerde la mayoría en la nueva convención para redactar la nueva constitución.
Por lo mismo, es más importante que nunca que los partidos de izquierda en Chile, sean estos los de la ex Concertación, el Partido Comunista y el Frente Amplio, pero también los denominados independientes no neutrales, que den el ancho al momento histórico que nos encontramos como país.
De ahí que sea clave no solo que respondan a las demandas más importantes de la revuelta social del 2019, sino que tomen en serio la participación, y tengan una relación directa y constante con las comunidades, a través de asambleas y cabildos autoconvocados, para tomar las respectivas decisiones sobre los contenidos de esta nueva constitución.
Por lo mismo, aquellos que están por hacer grandes transformaciones, a través de esta convención constitucional, tienen que posicionarse críticamente con respecto a la situación de los presos políticos de la revuelta, los presos políticos mapuche y contra la impunidad de quienes violaron los derechos humanos desde octubre del 2019.
La democracia representativa sabemos que se ha quedado corta en el mundo, siendo capaz de legitimar las violaciones a los derechos humanos, como ocurrió en Chile, por lo que se necesitan impulsar formas más horizontales y colectivas de hacer política, sin caudillos, en donde se generen nuevos mecanismos de participación directa, que permitan construir un nuevo horizonte transformador.
En estos últimos 30 años se empobreció a tal niveles el significado de lo político, reducido a lo partidista, que quienes fueron elegidos y elegidas como constituyentes tienen una responsabilidad mucho mayor que escribir o no una nueva constitución, sino de devolverle el sentido amplio de la política a un país que por fin se ha levantado a exigir más dignidad.
Por eso la necesidad de politizar todo, a través de esta nueva convención constitucional en Chile, para dejar atrás sistemas de vida centrados en la competencia entre personas y en una supuesta libertad individual, de consumo principalmente, totalmente desconectada de su entorno, que ha olvidado que los seres humanos somos seres relacionales, interdependientes y parte de un sistema vivo llamado Tierra.
Llegó el momento de que la política sea vista como algo digno, que nos afecta, nos une y nos involucra a todas y todos, como conjunto, y no como un ámbito reducido, elitizado y privatizado, en donde algunos expertos o iluminados deciden sobre cómo tenemos que vivir y cuáles son las opciones existentes.