La mirada de la anciana se ilumina al recordar. “Hubo una época -cuenta- en que había teatros en los cerros. Qué bellos tiempos. Muchas veces hice la cimarra para irme al teatro, a ver las series de vaqueros, de Tarzán, de Sandokán. Y cuando estaba sentada, empezaba a mirar a mi alrededor y ¡zas! encontraba uno, dos, tres, hasta diez compañeros de curso escondidos en las butacas”.
La mujer detiene su relato para dar un sorbo a su té. Suspira. Durante al menos medio siglo, los teatros forjaron parte importante de la identidad de Valparaíso. Estaban repartidos en prácticamente toda la ciudad. Desde el cerro Placeres hasta Playa Ancha, pasando por la central avenida Pedro Montt, aún es posible encontrar rastros de estos edificios, muchos de los cuales albergan actualmente ferias artesanales, mercados persas y bodegas.
Dentro de este imaginario cultural, un nombre resalta en el puerto por estos días: el teatro Odeón, que junto al extinto Iris, dieron décadas de alegría y entretención a los vecinos del cerro Playa Ancha.
Ubicado en la calle Patricio Lynch, muy cerca de la plaza Waddington -en lo que podríamos denominar como el “casco histórico” del cerro-, este teatro funcionó hasta el año 1974, y desde ese entonces ha permanecido en estado de abandono, interrumpido solamente por un periodo donde funcionó como estacionamiento y taller mecánico.
El Odeón abrió sus puertas el 22 de julio de 1911. En aquel entonces, el diario “La Unión” informaba que su primera actividad fue una función dedicada a niños de las escuelas del barrio, con entrada completamente liberada. Hoy, a casi 107 años de ese episodio, un grupo de vecinos busca recuperarlo y convertirlo en un teatro comunitario, gestionado por las organizaciones barriales.
“Nos empezamos a juntar a raíz de un llamado abierto que se hizo el año 2016, a todos los vecinos”, cuenta Camila González, quien participa junto a otras veinte personas en la tarea de rescate del recinto, camino que ya se encuentra bastante avanzado, pues acaban de ingresar un proyecto a la Ley de Donaciones Culturales para comprar lo que queda del Odeón.
“Hace poco ingresamos el proyecto a la ley de donaciones culturales, para comprar el teatro y rehabilitarlo. Ahora estamos en el período en que nos hacen observaciones, que tenemos que corregir, por lo que esperamos para el mes de abril tener los resultados de la postulación”, explica.
La tarea ha sido tomada con mucha seriedad y profesionalismo por los vecinos. Se organizaron como asociación, sacaron personalidad jurídica y dividieron el trabajo en comisiones o “círculos”.
“Nos juntamos todos los miércoles, y las reuniones son abiertas, o sea, el que quiera llegar y aportar con ideas, es bienvenido. Todos los vecinos están invitados a participar”, agrega Camila, quien forma parte del círculo de arquitectura. Desde esa posición, nos comenta sobre el estado de abandono del edificio.
“El teatro en sí es casi pura cáscara. Está sólo la fachada. Adentro no hay butacas, no hay escenario, no hay nada. Es un espacio vacío. Así que nosotros como círculo de arquitectura tuvimos que hacer una evaluación del estado del teatro, una evaluación de restauración, un catastro de las piezas arquitectónicas que aún quedan”, señala González, quien advierte la precariedad de la construcción.
“Con las lluvias, por ejemplo, se empiezan a caer ciertas cosas como estucos, decoraciones y un muro medianero de adobe que al mojarse se va desmoronando. La estructura principal, que está en mejor estado, es un reticulado de perfiles de acero rellenos con hormigón, correspondiente a un sistema que si bien no es muy habitual, es característico de la época industrial de inicios del siglo XX en Valparaíso”, agrega la joven vecina.
Respecto a la posible compra, los vecinos cuentan que ya han tenido acercamientos con el dueño, que vive en Santiago. “Él está abierto a vender el teatro, de hecho, ya lo tiene a la venta (vale 200 millones de pesos, N. de la R.), y de ahí también viene la idea de comprarlo, para evitar que una inmobiliaria o un supermercado lo compre y se transforme en algo que esté lejos de su origen”, explica Pablo Flores, otro de los vecinos que participa en la organización.
En este punto, hay que mencionar que el teatro actualmente tiene la categoría municipal de inmueble de conservación histórica, lo que asegura que no puede ser demolido, y obliga al dueño a mantener su giro cultural o comercial.
“Esperamos en el corto plazo poder comprarlo y posterior a eso, iniciar otro proyecto mucho más grande que va a significar la recaudación de fondos, o el medio que sea que escojamos, para ponerlo en funcionamiento”, añade Flores.
Le preguntamos a Pablo cómo veía el teatro en 5 o 10 años más. Nos respondió: “Lo vemos como un lugar que pueda tener la infraestructura para poder tener espectáculos de buen nivel, pero que no pierda la condición de teatro comunitario. Que sea un espacio de uso para la comunidad, y que sean ellos los que estén en primer lugar al momento de gestionar qué ocurre ahí”.
“Eso es súper importante, porque es muy distinto pensar un teatro con una administración municipal o de otra índole, ya que, en ese caso, va a estar totalmente supeditado a lo que esas autoridades determinen. El proyecto de nosotros tiene, en ese sentido, un valor agregado, pues podría ser una oportunidad para que la comunidad gestione un espacio cultural, a través de la organización obviamente, pero que efectivamente sean ellos los que puedan poner la tónica de qué ocurra en el teatro”, agregó Flores.
En ese sentido, otro aspecto importante ha sido la generación de vínculos con otras agrupaciones sociales y culturales de Valparaíso, con las que se ha iniciado un trabajo conjunto: “Hace poco hicimos un pequeño evento de difusión y de recaudación de fondos, donde nos logramos aliar con el ‘Roto Porteño’ y otras organizaciones que ya llevan harto tiempo de trabajo, y que, por lo mismo, ya están validadas dentro del territorio”.
La Mesa Territorial de Desarrollo de Playa Ancha, la Plataforma Patrimonial de Playa Ancha, el Deportivo Playa Ancha, el Centro Cultural La Maleta y el Festival Lambe Lambe, son algunas de estas agrupaciones que menciona Pablo Flores. Un interesante entramado -o circuito- que se vería absolutamente potenciado con el regreso, en gloria y majestad, del teatro Odeón.
“Esa es la historia pues. ¿Qué le parece?”, le digo a mi anciana tía, que ya terminó de tomar su té. “Si todo sale bien, usted podría volver al Odeón a ver alguna película”. “Sería maravilloso”, me responde. Y de inmediato pregunta, inquieta: “¿Usted podría decirles que no se olviden de poner una rampa de acceso para sillas de ruedas?”.
Por Absalón Opazo