María Sanhueza se hizo conocida en 2006 por ser vocera y dirigente estudiantil de la “Revolución Pingüina” que protagonizaron los estudiantes secundarios de Chile exigiendo educación pública, gratuita y de calidad. Estudiante del Liceo Carmela Carvajal de la comuna de Providencia, María destacó en medios de comunicación como la vocera más joven de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES) y por su actitud firme y directa al enfrentarse a periodistas y políticas plasmando las demandas del movimiento estudiantil. Años después, Sanhueza emigró a Alemania, estableciéndose en la ciudad de Heidelberg para estudiar alemán. Posteriormente se instaló en Viena, donde se especializó en cultura china, estudiando en la Facultad de Sinología de la Universidad de Viena y en la Facultad de Filosofía de la misma institución. Además, María Jesús cofundó un espacio de arte contemporáneo en Viena, ciudad donde aún se desempeña como curadora, gestora cultural e investigadora. También ha residido en Beijing, Shanghai y ha recorrido gran parte de China, en donde ha profundizado sus conocimientos, constituyéndose como una de las pocas mujeres sinólogas de Chile y continuado con su trabajo orientado a la promoción de un debate transcultural y multidisciplinario.
–¿Puedes contarnos acerca de tus estudios sobre China?
-Pienso que mis estudios sobre China han sido un largo camino en el profundo sentido taoísta, entendiendo el Tao (道) como camino, entrecruzado entonces inexorablemente con mi vida personal, con mi propio destino. Partiendo del hecho que la posibilidad de dedicarme a la sinología tuvo mucho de Yuanfen (缘分), un concepto chino que se puede traducir como predestinación, y que creo que en mi caso se expresa en intrincados vuelcos del destino, que trajeron el estudio de China a mi vida inexorablemente y en un momento en donde fue posible dedicarme plenamente a ello. Además de haber tenido las condiciones y calma necesarias para hacerlo en concordancia con mis intuiciones, disponiendo al mismo tiempo de muchísima libertad, pero también de la guía necesaria para entrar en un campo tan desconocido. Porque a lo que yo quería dedicarme específicamente, que es la filosofía y teoría política china, era algo a lo que no tenía acceso de un modo convencional. No era parte de ningún programa (donde yo estaba) y tuve que construir un camino de manera autónoma, guiada por la intuición y esperando que la vida misma me llevaría a buen puerto, pero sin poder tener indicios de cómo todo eso acabaría; algo así como lanzarse a un abismo, esperando que abajo hubiera agua (水) que me recogiese al caer y no tierra (土) dura e inhóspita, que gracias al cielo (天) fue lo que sucedió.
En lo formal, estuve aproximadamente 4 años en la facultad de sinología de Viena, que fue por esos años mi hogar y en donde tuve la oportunidad de tener como profesora a Frau Weigelin-Schwiedrzik, una sinóloga distinguida mundialmente, quien también estudió japanología, ciencias políticas y filosofía y fue una pionera en abordar la historia y la historiografía china del siglo XX. Habiendo sido nombrada en el ano 1989, con tan sólo 33 años, profesora de Sinología Moderna en la Universidad de Heidelberg, contribuyendo de manera significativa al desarrollo de la investigación contemporánea sobre China en el campo germanohablante, con su trabajo más reciente en Viena, en donde además ejerció como vicerrectora de investigación de la Universidad de Viena. Mi formación, en ese contexto, fue de primer nivel y me dio la posibilidad de conocer tempranamente la resiliencia del sistema chino y sus particularidades, y estudiar un tema, la China contemporánea, que por razones políticas está bastante desplazado del estudio académico en Europa.
También obtuve una parte esencial de mi formación en el departamento de Filosofía Intercultural de la Universidad de Viena (mi segundo hogar por algunos años), donde trabajé principalmente en filosofía comparada, teniendo como punto de partida (Ausgangspunkt) la teoría crítica y fenomenología alemana, teniendo acceso aquí también a los pocos referentes que trabajan en la intersección entre sinología y filosofía, grandes académicos y especialistas en los clásicos chinos y orientados al debate contemporáneo, que fueron un aporte esencial a la visualización de ese camino interseccional. También asistí periódicamente a seminarios y cursos sobre filosofía china u oriental de otras facultades como tibetanología, japonología y teología, en los que la mayor parte de las veces era la única estudiante, pues en ese momento nadie más estaba haciendo un estudio similar en Viena.
Pienso que mi formación, en consecuencia, ha sido en cierto sentido similar a la misma filosofía china, sincrética y orientada a construir un camino propio (pensamiento autónomo), pero comprendiendo que existe un orden general de cosas, el cual se aspira a aprehender e interpretar.
“Es esperable una profundización de la tendencia multipolar, con los conflictos que eso genera, debido a la multiplicidad de intereses en juego que suelen generar disputas con facilidad.”
-¿Cómo podemos acercarnos a entender la cultura china desde nuestra perspectiva occidental y latinoamericana?
-Existen muchos paralelismos, tanto epistemológicos como históricos, entre ambos continentes culturales, que facilitan un entendimiento mutuo. Históricamente, tanto China como Latinoamérica fueron el hogar de grandes civilizaciones premodernas y, por lo tanto, poseen una herencia cultural milenaria que aún convive sincréticamente en la era contemporánea.
Ambas regiones fueron víctimas de la colonización, aunque en China este proceso nunca fue total y duró menos que en Latinoamérica. Aun así, el trauma histórico derivado de la colonización es significativo en ambos casos. Ambas experimentaron las secuelas del imperialismo, centrado en la explotación unilateral de recursos, la falta de autonomía política y económica, y desventajas estructurales al momento de integrarse en las instituciones internacionales o modernizarse. En el contexto actual de reordenamiento político, estas regiones comparten la necesidad de un nuevo orden que supere la unipolaridad impuesta por los Estados Unidos. Ambas se esfuerzan por reflexionar sobre sus desarrollos actuales de manera más amplia, integrando el legado cultural de sus civilizaciones mientras cuestionan los criterios de “progreso” impuestos durante la colonización.
En ambos continentes, debido a sus propias cosmologías, hay un fuerte cuestionamiento sobre las consecuencias ambientales del proceso de modernización, y una necesidad creciente de vivir en armonía con la naturaleza que trasciende a sus cosmologías y formas de vida pre-modernas. En China, este enfoque es similar al de nuestras sociedades con tradiciones indígenas.
Epistemológicamente, también hay paralelismos, ya que las cosmologías latinoamericanas y la filosofía china se enfocan en el mundo natural y no desde una perspectiva antropocéntrica (como es el caso mayoritariamente en Europa, en dónde la tradición naturalista fue aplastada hace cientos de años). Ambas están orientadas hacia la armonía y el equilibrio entre el ser humano y la naturaleza.
Yo misma he experimentado estos paralelismos con la cosmovisión latinoamericana y las diferencias con la filosofía y teoría política occidental, ya que me dediqué por años al estudio comparado de la filosofía china desde la filosofía europea continental. Durante años intenté forzar un diálogo entre Adorno y Zhuangzi, entre Lao Tse y Hegel, entre Kant y Mozi. Relativizando el valor de la tradición filosófica china, que para muchos en la academia occidental no se puede definir como tal ya que consideran carente de trascendencia (Transzendenz). Finalmente, decidí trasladar el “Ausgangspunkt” (punto de partida) de la filosofía comparada desde la academia germanoparlante hacia la cosmovisión latinoamericana, específicamente hacia la cosmología mapuche, con la cual encuentro numerosos paralelismos. Este es un giro reciente en mi investigación(dentro del cuál debo agradecer a mi marido por sus sugerencias y apoyo). Soy optimista respecto a los resultados que pueda generar este enfoque, precisamente debido a los múltiples puntos en común entre ambas culturas.
Por ejemplo, en chino el concepto de persona se expresa como “ren” (人), y en mapudungun como “Che”, ambos términos reconociendo al ser humano como parte de un todo y vinculando ese todo con la armonía entre el cielo y la tierra, no en el sentido de una entidad monoteísta, sino como un conjunto de leyes naturales o ciclos de la naturaleza que, en ambas culturas, están por encima del ser humano, quien se considera parte integral de ese todo. Tanto como en la cosmovisión mapuche no se puede comprender el/la “che” sin la “Mapu”, en la china no se puede comprender el “人“(ren) sin el 天(tian).
-¿Qué podemos aprender de China?
-Hay un libro de un sinólogo y filósofo francés muy importante, François Jullien, titulado «Umwege»; en español sería algo así como «Desviaciones». En él, Jullien explica las razones por las que estudia China y menciona razones similares a las que yo considero válidas en mi caso y extensivas a todo Occidente.
“En China podemos encontrar respuestas a temas que han sido olvidados por nuestras academias.”
María sanhueza
Él sostiene que en China podemos encontrar respuestas a temas que han sido olvidados por nuestras academias, cuestiones ontológicas sobre el ser o el todo. Temas que cayeron en desgracia en las academias occidentales y que son cruciales para comprendernos a nosotros mismos, nuestro entorno y dar sentido a la vida. No todo puede ser racionalización, positivismo y el imperativo científico que a veces domina. Estamos en una época de grandes cambios, un reordenamiento global, un cuestionamiento de lo imperante que trasciende el sistema político, posiblemente un giro civilizatorio y sin duda un punto de inflexión en el cual la supervivencia de la vida planetaria con su rica biodiversidad está en juego. En consecuencia con esto, es esencial, que nos hagamos estas preguntas olvidadas por la academia occidental, más aún ante una creciente corriente transhumanista asociada a un proyecto político/económico para la humanidad. En ese sentido, China tiene mucho que ofrecer. Aunque China comparte una rica cosmología con Latinoamérica, su filosofía(a diferencia de la indígena latinoamericana) está sistematizada, escrita y posee una continuidad de varios miles de años que la hace única, asequible y exquis.
China, debido a su historia, ha pasado por transformaciones radicales y sigue haciéndolo. Por ejemplo, hace más de 2.000 años, los intelectuales de la época ya formulaban preguntas que hoy en día nos preocupan. Podemos enriquecernos al vernos reflejados en ese espejo civilizatorio que representa la China histórica, como Jullien proponía para sus compatriotas europeos. Una idea que en Europa no tuvo mucha aceptación, pero que en Latinoamérica podría encontrar un terreno fértil, debido a los paralelismos epistemológicos entre ambas culturas.
Por último, la China contemporánea, con su notable desarrollo económico, ecológico y su giro hacia una sociedad más sustentable (algo que está intrínsecamente relacionado con el reencuentro con su propia filosofía natural que vuelve a cobrar fuerza), tiene mucho que enseñar y puede servir como ejemplo y caso de estudio para muchos países en vías de desarrollo, que enfrentan simultáneamente desastres medioambientales y el problema del crecimiento económico.
-¿Cuáles son a tu juicio los elementos culturales más relevantes de China para entender la sociedad oriental en contraste con la sociedad occidental?
-Creo que no podemos equiparar a China con Oriente, ya que este es más amplio y complejo. Sin embargo, podemos hacer un paralelo, tomando a China como un ejemplo de una sociedad «oriental», o mejor dicho: no-occidental, en términos negativos.
Desde una perspectiva histórica, dado que China ha vivido un intenso proceso de modernización y está cambiando aceleradamente, los elementos más interesantes a comparar son el hecho de que en «Oriente» existe principalmente una sociedad colectiva. Es decir, el individuo se reconoce como parte de un grupo social y desde allí construye su valor, epistemologías y sus cuestionamientos ontológicos. Esto difiere enormemente de la sociedad individual predominante en Occidente, donde el individuo carga solo con el peso de definirse y determinarse a sí mismo, algo muy interesante en términos arquetípicos.
Una consecuencia de esto se observa en cómo en Occidente predomina el tema de la culpa (que nace y se dirige hacia el individuo), mientras que en Oriente (una sociedad colectiva) predomina el tema de la vergüenza, una especie de responsabilidad sobre las acciones determinada por cómo son percibidas por los demás. Estas diferencias son esenciales al observar el funcionamiento de ambas sociedades y resultan fascinantes si las analizamos desde la perspectiva del inconsciente y cómo se construye el ego.
La diferencia entre la sociedad principalmente monoteísta occidental y la «politeísta o animista» oriental (aunque es mucho más complejo que eso) también es de extrema importancia. En el caso de China, en particular, nunca ha habido una religión predominante, ni un concepto de cielo o infierno como lo conocemos en las religiones monoteístas, sino una supremacía del aquí y ahora. Esto es lo que conocemos y puede identificarse intuitivamente en el llamado pragmatismo chino e incluso en la flexibilidad del sistema chino. En China se ha entendido la política como un asunto práctico, orientado a cómo gobernar bien, de modo estable y duradero. Aunque existe una relación con los «principios naturales», el gobierno ha sido esencialmente un asunto secular, con más de 2.000 años de tradición. Esto no es fácil de olvidar, y por ello, a pesar de la ideología comunista con la que se identifica el partido de dirigente, los asuntos de gobierno no siempre están marcados por ideologías como en Occidente, existiendo un elemento pragmático muy fuerte al definir políticas públicas y estrategias. Se trata de una forma de gobernar que ofrece mucha flexibilidad y resiliencia al sistema, que puede incorporar elementos que aparentan ser “contradictorios”, como el sistema de libre mercado predominante bajo una ideología comunista. Creo que esta es una de las cosas más difíciles de entender del sistema chino para los occidentales, y el estudio de la historia y la teoría política china puede facilitar esta comprensión.
-¿Está efectivamente cambiando el ordenamiento geopolítico global? ¿Qué podemos esperar en las próximas décadas?
-Así es, el orden geopolítico ya cambió; ha quedado atrás la dirección y hegemonía unipolar de las últimas décadas ejercida por los EE.UU., en un sentido más amplio, por Occidente. Hoy nos encontramos en un mundo multipolar. No olvidemos que hasta hace poco, muchos se convencieron de la idea del fin de la historia (Fukuyama), y había un cierto consenso de que el mundo era homogéneo en términos del sistema que lo gobernaba (o debía gobernar), sus instituciones, objetivos y los intereses que perseguía, los cuales se consideraban universales y a los que adhirieron la mayoría de los países. Las dos primeras décadas del siglo XXI nos llevaron a creer que las disputas ideológicas entre superpotencias o grandes bloques habían acabado de modo definitivo, produciendo una adhesión masiva al sistema de libre mercado y la globalización.
Ahora, en términos históricos, esto fue algo peculiar, pues la historia ha sido principalmente multipolar, con China e India habiendo ocupado durante largos períodos el espacio de centros de poder en Asia. Al igual que otras civilizaciones, en otros territorios, como en nuestro caso, la Inca, Maya y Aztecas(todas superpotencias de la época). Por lo tanto, podríamos pensar que el mundo simplemente está volviendo a su estado «natural», con múltiples polos de poder situados mayoritariamente en Asia.
Incluso en este último siglo ha habido épocas multipolares, aunque con un predominio indiscutible del polo de EE.UU. y Europa occidental. No obstante, la multipolaridad actual contrasta con la existente en tiempos de la URSS(no debemos olvidar que China fue un polo en sí y no un satélite soviético), con ideologías altamente contrastantes y opuestas al polo dominante, incluyendo la contraposición en Latinoamérica con un fuerte discurso antiimperialista. Durante la Guerra Fría, los países no alineados fueron un contrapeso poderoso. La pérdida de estas contraposiciones ideológicas, junto con la pérdida de centralidad de Inglaterra, Rusia y el movimiento de países no alineados, llevaron a esta situación de extrema unipolaridad.
Pero esto ha cambiado, y hay varios hitos que lo ejemplifican, como lo son la guerra en Ucrania, con sus consecutivas olas de sanciones, de las cuales muchos países se han abstenido (más de un 50% de la población mundial en términos absolutos, algo que en la ONU no está bien reflejado), probablemente por no sentirse representados por el orden internacional y sus instituciones, que cada vez más se califican de hipócritas, por condenar las violaciones a los derechos humanos solo en lugares con discrepancias políticas y no universalmente. Una crítica que ha aumentado fuertemente por parte del llamado «Sur Global» después del inicio de la guerra en Gaza y hoy en día es compartida por varias potencias. El hecho mismo de que existan estos conflictos bélicos, ambos sin una salida previsible, confirma la incapacidad del actual orden internacional para resolver estas contradicciones y divergencias de intereses que se agudizan cada día.
Al mismo tiempo, hay una serie de acuerdos de cooperación, ya sean bilaterales o multilaterales, que se construyen como alternativas a la institucionalidad internacional. Si bien aún no pueden reemplazarla, de facto, están creando vías paralelas. Ejemplos bilaterales de este tipo son los acuerdos entre Omán y China, Arabia Saudita y China (recursos energéticos), India y Rusia (venta de armas), y multilaterales como la iniciativa china de la Franja y la Ruta, la cooperación entre África y China (FOCAC), y la Nueva Ruta de la Seda entre China y una multiplicidad de países, incluidos la mayoría de los países de América Latina y el Caribe. También en el caso de BRICS, que cada vez se perfila más como un referente alternativo a los foros internacionales predominantes, como el G20 y el G7. Los tratados de tipo militar, o comercial en moneda local, y de cooperación en el ámbito cultural o científico se están construyendo de manera persistente y acelerada como nuevas rutas que difieren de las establecidas por el orden anterior, y en su mera existencia cuestionan y contribuyen a desmantelar el orden previo.
Este cambio, aunque reciente, ya es perceptible a nivel cotidiano, pues socava la base sentada durante el proceso de globalización con predominancia occidental, y se refleja en la contracción y crisis económica, que es muy perceptible en los hogares, ya que la economía es muy sensible a estas transformaciones y estaba afirmada en la base del libre intercambio, con mercados abiertos y dinámicos, sin grandes sectores aislados de ellos y menos aún con problemas en las cadenas de suministros. La preocupación por esto se ha intensificado con estas dos guerras y las crecientes tensiones bélicas alrededor del estrecho de Taiwán y la posibilidad tangible de un enfrentamiento en esta zona clave para el flujo de mercancías a nivel global, o una posible expansión de la guerra en Ucrania.
Si bien es difícil vislumbrar el futuro, concluyendo en base a las tendencias actuales, es probable esperar un giro hacia intercambios, ya sea entre bloques o entre países, sin la interferencia de las organizaciones internacionales hoy predominantes, y que vayan paulatinamente construyendo un orden alternativo al actual. También es esperable una profundización de la tendencia multipolar, con los conflictos que eso genera debido a la multiplicidad de intereses en juego que suelen causar disputas con facilidad.
Lamentablemente, no se puede descartar el escalamiento de grandes conflictos bélicos que pongan en juego la supervivencia de la humanidad y la vida en el planeta. En paralelo, observamos con pesimismo, en este escenario actual, el gran desafío conjunto que tiene la humanidad para prevenir una crisis medioambiental de proporciones, pues eso requiere de un esfuerzo colectivo global y, en el contexto actual, no existe una base para ello.
-¿Cuál es la importancia real del BRICS y en qué se traduce a nivel económico y sociocultural?
-El BRICS cobra cada vez más importancia, más allá de su capacidad en sí. Esto se debe a que se ha convertido en el principal referente en cuanto a la visualización de un orden alternativo. Vemos cómo los principales países que cuestionan la hegemonía y sobrerrepresentación de EE.UU. a nivel de la institucionalidad internacional, y que reclaman para sí una mayor injerencia, son los mismos gestores de BRICS, como lo son China, India y Rusia.
No solo estas grandes potencias expresan en el BRICS sus deseos de una multipolaridad más pronunciada y condiciones más justas a la hora de pactar acuerdos de intercambio económico, sino que también una considerable y creciente cantidad de países. Este es el caso de muchos países de Latinoamérica y África, que ven en el BRICS la esperanza de acceder a condiciones más favorables para sus intercambios comerciales o préstamos, en condiciones menos asfixiantes que las impuestas por el FMI o el BM. También vemos cómo países ricos, tales como Arabia Saudita u otros países del Medio Oriente, visualizan al BRICS como una alternativa al modelo actual en el cual no están representados, y del cual, pese a su poderío económico, han sido excluidos.
BRICS se ha convertido de facto en un referente de esta multiplicidad de deseos, expectativas y urgencias por un nuevo orden global, y ha transitado de ser un mero foro de cooperación económica a un símbolo de la gestación de un orden multipolar. La clave de esta transición puede estar en la representación equitativa de estas nuevas potencias que hoy en día no ocupan un lugar en la mesa de las instituciones existentes y que están excluidas de la toma de decisiones a nivel internacional o se sienten subrepresentadas. El caso de India es muy ejemplar, pues es el país con la mayor cantidad de habitantes del planeta, una superpotencia en gestación, y no tiene siquiera un puesto en el Consejo de Seguridad Permanente de la ONU.
Creo que esta es la principal importancia de los BRICS, pues de no existir, nada de lo que mencioné tendría un canal de desarrollo concreto. El BRICS puede contener y canalizar muchas de estas inquietudes, y si bien su alcance es limitado (pues sigue siendo esencialmente un foro de cooperación económica), puede servir como laboratorio para probar nuevos modelos de cooperación e intercambio que no tengan relación con las instituciones financieras predominantes. Una muestra de ello es el debate interno sobre la desdolarización y los acuerdos bilaterales entre algunos miembros para comerciar en moneda local.

-Después de 3 décadas de crecimiento acelerado, China se encuentra en un proceso de desaceleración. ¿Cómo se explica ello y cuáles son las perspectivas en el mediano y largo plazo?
Esta recesión económica no es meramente un fenómeno chino, sino parte de una recesión económica generada por la pandemia y profundizada por un giro de la política internacional que se ha desplazado desde lo económico a lo político, con las grandes potencias haciendo compromisos en lo económico para perseguir principalmente objetivos geoestratégicos.
China hizo un gran esfuerzo para integrarse al orden internacional, abriendo sus mercados al capital extranjero y aceptando las reglas de la globalización. Sobre esta base efectuó un enorme proceso de modernización, industrialización, tecnologización e incomparable crecimiento económico. No obstante, comprendió luego que esas reglas no representaban un esfuerzo sincero por construir un sistema internacional igualitario, como lo prometía la retórica de libre mercado que aseguraría que quien tuviese la ventaja competitiva ganaba. Se ha vuelto más evidente que mucho del discurso pro-globalización fue en gran medida un reflejo de lo que en determinado momento convenía a EE.UU. Quienes, en lo económico, son una potencia exportadora de productos, y gracias a su gran presencia militar y sobrerrepresentación en las instituciones internacionales, lograron de modo más o menos eficiente, durante un par de décadas, imponer su visión e intereses. Sin embargo, en los últimos años se ha producido cada vez mayor decepción y cada día se cuestiona esta realidad con mayor fuerza.
“Lamentablemente, no es posible tampoco descartar el escalamiento de grandes conflictos bélicos que pongan en juego la sobrevivencia de la humanidad y la vida en el planeta.”
En el momento en que China, jugando con estas reglas foráneas, dejó de ser la llamada «fábrica del mundo» –un lugar de producción de productos de bajo costo, pero al mismo tiempo un gran mercado de consumo para productos extranjeros de alto valor– EE.UU. cambió unilateralmente las reglas del juego y comenzó una serie de políticas destinadas a socavar el crecimiento chino (una tendencia a la que últimamente se está sumando Europa Central), con su punto más álgido en la llamada «guerra comercial». Hablamos de una serie de sanciones a los productos chinos que compiten con productos estadounidenses, para dificultar el acceso a su mercado y disminuir su competitividad. No obstante, seguía esperando y exigiendo que China, por su parte, mantuviera su apertura sin restricciones, algo que, por supuesto, China no está dispuesta a aceptar. Esto ha tenido un gran impacto en la economía china y ha profundizado la recesión económica, algo que a su vez se expresa globalmente.
No es posible aislar el tema del crecimiento económico chino de la geopolítica, pues ambas son dos caras de una misma moneda. China, al igual que el orden político internacional, debe reestructurarse teniendo en cuenta que el sistema de libre mercado imperante durante la unipolaridad parece haber llegado a su fin. Ni Europa ni EE.UU. desean recibir los productos de alto valor chino si eso atenta contra sus intereses económicos, y vemos cómo esto se refleja en un incremento de las políticas proteccionistas en lo interno, algo que socava constantemente la estructura económica del orden anterior bajo el título de globalización.
Es difícil, por tanto, predecir las cifras de crecimiento existentes durante la época en que la globalización se encuentra en medio de un proceso de reordenamiento. Sin embargo, aún existe un crecimiento económico sostenido en China, algo que es interesante considerando la contracción a nivel global. Esto refleja su capacidad estratégica de transformación y reorientación a otros mercados y productos de tecnología altamente competitivos y que atienden además a las necesidades del mercado actual, en los que muchas veces los productos de los Estados Unidos o Europa no son tan competitivos, como en el caso de la industria de paneles solares y automóviles eléctricos.
En conclusión, no se prevé para China las cifras de crecimiento de los años 80, 90 o principios del siglo XXI, pero sí un crecimiento económico sostenido y una reorientación hacia nuevos mercados, junto con un viraje aún más fuerte hacia la digitalización y tecnologización de su industria.
–En la década de los ochenta, China implementó una polémica medida para controlar la población que solo permitía un hijo por pareja. Hoy China por primera vez lleva dos años de decrecimiento poblacional. ¿Qué consecuencias a mediano y largo plazo tiene esta disminución de la población?
-China históricamente ha tenido problemas demográficos, algo que se olvida con facilidad. Así lo vivieron muchas dinastías, se vivió a principios del siglo XX, durante la época de Mao, y se vive actualmente, con la diferencia de que su problema era la sobrepoblación y hoy en día se enfrenta a un decrecimiento. Durante la mayor parte de la historia humana, China fue el país (civilización) más poblado, y considerando que no posee mucho suelo cultivable, esto representó grandes desafíos para ella e hizo que el tema demográfico fuera una preocupación constante de los gobiernos.
Actualmente enfrenta un serio problema de decrecimiento demográfico que puede, a su vez, constituir serios desafíos para su futuro, debido a la carencia de personas jóvenes, un factor esencial para el crecimiento económico. Esto se combina con el problema del cuidado y soporte de la población de la tercera edad, que ya supera con creces a la más joven.
El gobierno ha intentado impulsar a la juventud a tener más hijos, pero es difícil para las personas jóvenes visualizar esto, pues aún no existe un estado de bienestar constituido y el costo económico de tener hijos es muy alto, lo que genera un desincentivo en la población joven, que está construyendo sus carreras o insertándose (con dificultades) al mercado laboral en tiempos de contracción económica.
Pero esto, al igual que la crisis económica, es también un fenómeno mundial. China es solo parte de una tendencia global, con la particularidad de que, por el peso relativo de su economía, su problema demográfico, con su correlato en lo económico, puede acarrear consecuencias para todo el mundo.
-China ha sido criticada por décadas por producir de manera altamente contaminante. ¿Hoy está efectivamente produciendo de manera más amigable o se trata de un greenwashing?
-Este es un tema muy interesante, pues está entrecruzado con la época y el legado colonial, y el momento histórico en el que se produjo la industrialización. Las grandes potencias fueron quienes se lograron industrializar prontamente, algo que les otorgó una enorme ventaja económica y militar. Pero este proceso tuvo un alto costo medioambiental, algo que conocemos muy bien en Latinoamérica. Y que a su vez fue una de las causas del período colonial, debido a la creciente demanda de recursos naturales por las potencias coloniales. Hoy en día, son esas mismas potencias quienes impulsan en lo discursivo la Agenda Verde y critican a los países emergentes por su falta de políticas medioambientales, quienes muchas veces responden con rencor y defendiendo sus propios procesos de industrialización, que son similares a los vividos por las grandes potencias, solo que a destiempo.
Hay, por ende, un contexto histórico y político que no debe ser obviado y del cual China es parte, pues comenzó su proceso de industrialización comparativamente tarde, recién en los años 50 y con gran fuerza durante los 80. En aquél entonces fue un proceso acelerado que no puso mucha atención en lo medioambiental, debido al estado de pobreza en el que se encontraba en esas circunstancias. Pero eso ha cambiado mucho y China ya ha efectuado una transición hacia energías renovables sin parangón y en tiempo récord desde aquel entonces. Esto está entrecruzado con el inmenso crecimiento económico y las consecuentes transformaciones sociales, ya que la prosperidad económica traída por ese crecimiento rasante generó nuevos intereses y problemáticas al interior de China, como el fuerte interés por un desarrollo medioambientalmente amigable y una mayor conciencia medioambiental en la población, que se refleja en un fuerte interés del gobierno por un desarrollo sustentable que atiende a su vez una multiplicidad de factores. Entre estos factores están el evitar posibles conflictos políticos y malestar en la población, asociado al rearreglo de su propia filosofía natural tradicional, que vuelve a cobrar fuerza hasta tener que lidiar con problemas geográficos concretos debido al deterioro de ciertos ecosistemas y también la propia realidad china que siempre ha tenido más habitantes que recursos naturales disponibles y por ende debe poner extrema atención a la administración de sus recursos, pues son muy limitados.
“China ha tenido económicamente un vuelco estratégico hacia la producción de productos sustentables, siendo hoy en día la potencia con mayor capacidad solar y de energía eólica en el mundo, así como el mayor productor de paneles solares y autos eléctricos.”
maría sanhueza
Sumado a ello, y esto es lo más interesante a destacar, China ha tenido económicamente un vuelco estratégico hacia la producción de productos sustentables, siendo hoy en día la potencia con mayor capacidad solar y de energía eólica en el mundo, así como el mayor productor de paneles solares y autos eléctricos, y ha llevado a cabo el proyecto de reforestación más ambicioso de la historia humana, “The Great Green Wall” (la gran muralla verde), que cuenta con más de 50 mil millones de árboles plantados. Esto, entre otros elementos relevantes, ha sido parte de su transición verde y de sus propios planes de convertirse en una potencia con cero emisiones de aquí al 2060.
Por tanto, creo que no se trata de un greenwashing, sino de una transformación macro a nivel económico, que no atiende exclusivamente a intereses o agendas políticas, sino también a un interés económico muy concreto. Ya que, al haber transformado China su industria hacia estos sectores, tiene un interés económico específico de que el mundo haga esta transición. Por lo demás, muchas veces nos olvidamos de que China sigue siendo un país en vías de desarrollo, siendo categorizado como de ingreso medio alto, al igual que México y Brasil, poseyendo aún un sector de la población con un escuálido poder de consumo, algo que a su vez se refleja en los niveles de contaminación per cápita que difieren mucho de los países desarrollados o de ingresos altos. China no figura en la lista de los primeros cincuenta países más contaminantes per cápita (basado en datos de agencias internacionales como la Agencia Internacional de Energía), estando incluso por debajo de Chile(!). Empero, debido a su tamaño, es el país más contaminante en términos absolutos, siendo responsable de aproximadamente un 30% de las emisiones de CO2 a nivel global, y poniéndola en el ojo del huracán cuando hablamos de la crisis climática. Ahora, si bien sigue siendo uno de los países más contaminantes, esto no se debe al estilo de vida de sus habitantes, ni niega el hecho de que haya ocurrido una transición verde sin precedentes, sino que es algo relativo a su tamaño y su capacidad industrial.
Ese es el problema a la hora de analizar estos temas olvidando el contexto histórico y el legado colonial, pues los países en vías de desarrollo legítimamente reclaman su derecho a llevar adelante sus procesos de crecimiento económico, y el no poseer grandes capitales para realizarlo les dificulta muchas veces poner mayor foco en la sustentabilidad. No obstante, es claro que el mundo no se encuentra en el mismo punto de desarrollo que en el período colonial, y está transitando por una crisis medioambiental sin precedentes, lo que pone una alta presión para hacer la transición verde lo más pronto posible, no dejando espacio para un crecimiento que no sea sustentable.
-Un aspecto que preocupa mucho a los productores locales en Chile y a nivel global es que no pueden competir con los precios de los productos chinos y muchos de ellos terminan quebrando. ¿Cuál es tu visión sobre esta situación?
Este problema no tiene necesariamente que ver con China, sino con el modelo económico y de desarrollo de Chile, que está orientado a la exportación de materias primas de bajo costo y que lo hace dependiente de la importación de productos de alto valor, algo que reproduce el círculo vicioso del subdesarrollo, una realidad que aplica a todos sus socios comerciales.
Chile, a diferencia de otros países de la región, no vivió realmente un proceso de industrialización. Había efectivamente, anterior al tratado de libre comercio con China (del cual fue pionero en Latinoamérica), una pequeña industria artesanal que no pudo competir con el bajo costo de producción de los productos chinos. Pero esta pequeña industria, lamentablemente, no era relevante para la economía nacional, que estaba y aún está orientada a la exportación de recursos naturales, agrícolas y ganaderos, industrias que vivieron un crecimiento exponencial gracias a la apertura del mercado chino.
Hay, por tanto, un problema de fondo a resolver en cuanto al tipo de desarrollo económico que estamos promoviendo en Chile, su estrategia, su sustentabilidad y sus beneficiarios, pero esto no tiene relación directa con China, sino que es un problema interno en su relación con el resto del mundo. En específico, y bajo las lógicas de este modelo, China representa una posibilidad de desarrollo económico para el país. Si bien China no requiere importación de productos de alta complejidad, es un mercado grande para nuestros productos, y a diferencia de los otros socios comerciales que hasta la fecha sólo han aplicado un modelo extractivista, China se presenta como un socio comercial abierto a la inversión de infraestructura en el país. Un modelo que China promueve en sus relaciones comerciales, el llamado “beneficio mutuo”, algo que lo diferencia de los otros socios. Este enfoque sitúa a China como un partner comercial atractivo; esto no sólo para Chile, sino para toda la región e indistintamente de sectores políticos.
Sin ir más lejos, en la última visita de gobierno a China el año pasado, Chile salió bajo el brazo con un acuerdo para la co-producción de baterías de litio por más de 250 millones de dólares, algo sin precedentes en la historia de los acuerdos comerciales de nuestro país, y que además concibe un acuerdo para la transferencia tecnológica. Es un acuerdo en la lógica del “win-win” que beneficia a ambos países (pues China quiere a su vez asegurar su suministro de litio) y que difiere de la lógica netamente extractivista de nuestra relación con los otros socios comerciales.
Entrevista por Sebastián Saá