La neurociencia describe el cerebro como un sistema de tres clases de componentes: los eléctricos, que son ondas cerebrales e impulsos neuronales; los arquitectónicos, que son estructuras cerebrales y los químicos, que son neurotransmisores. Estos componentes trabajan en conjunto para crear respuestas ante los estímulos y estados de ánimo o sentimiento asociados.
Nuestro cuerpo está diseñado para una interacción del cerebro con el ambiente que asegure que lo necesario para nuestra supervivencia nos haga sentir bien. En otras palabras, buscamos el placer y evitamos el dolor. Para sentir el placer, nuestro cerebro dispone de 5 neurotransmisores vinculados con la felicidad: endorfinas, dopamina, oxitocina, serotonina y GABA.
Además de los neurotransmisores, hay una molécula que nos aporta bienestar a través de la energía: la adrenalina. Técnicamente conocida como epinefrina, la adrenalina juega un papel importante en el mecanismo de lucha o huida, por lo que la liberación de epinefrina es estimulante y crea un aumento de energía.
Una carga de adrenalina hace que las personas se sientan muy vivas. Pos esto es que ésta puede ser una solución para el aburrimiento, el malestar y el tedio de la rutina. Tomar riesgos y acciones que obligan a salir de la zona de confort, es clave para maximizar el potencial humano.
Sin embargo, hay personas que suelen actuar imprudentemente para conseguir la euforia de la adrenalina. Algunas tienden a ser muy impulsivas, otras se vuelven «adictas» al riesgo, por la satisfacción que reporta la adrenalina. Hay personas que están expuestas a estrés y a la liberación de adrenalina en forma continua, por la búsqueda de emociones extremas que no siempre son saludables.
Es conveniente buscar formas de equilibrar la necesidad de novedad con los momentos de seguridad. Un forma es centrarse en los comportamientos que provocan placer por la liberación de los neurotransmisores.
Fuente: NCYT
Foto: neuropsicologiayaprendizaje.com