La Agencia Espacial Europea (ESA) y el Instituto Astrofísico de Canarias (IAC) firmaron un acuerdo para disparar un láser hacia el cielo y eliminar parte de la basura espacial.
Se trata de un proyecto para instalar estaciones ópticas terrestres y desarrollar técnicas de eliminación de desechos espaciales, estimados en unos 35 millones orbitando alrededor de la Tierra.
Por parte de la ESA, firmaron el director de Tecnología, Ingeniería y Calidad, Franco Ongaro, y el director de Operaciones, Rolf Densing. Por el IAC, rubricó su director, Rafael Rebolo.
Según adelantó la organización internacional dedicada a la exploración espacial, serán dos nuevos telescopios a instalar, uno de ellos equipado con un láser para rastrear la órbita geoestacionaria y las órbitas bajas de la Tierra, donde se ubica la Estación Espacial Internacional (EEI) y la mayoría de satélites, para identificar, clasificar y predecir el comportamiento de la basura espacial con precisión, e Incluso desplazarla para que deje de ser un peligro.
“Ya llevamos más de dos décadas colaborando el IAC y la ESA con este objetivo. Este nuevo acuerdo supone la instalación de nuevas infraestructuras para seguir haciendo seguimiento de la basura espacial”, explicó Marcos Reyes, jefe del departamento de proyectos del área de tecnología del IAC.
El objetivo es claro: evitar el impacto de la basura espacial con otras misiones espaciales, sean estas actuales o futuras.
Los expertos alertan que los pedazos de residuos que pululan en el espacio se desplazan a velocidades de entre 30.000 y 40.000 km/h, pudiendo colisionar con satélites en uso, o con la tripulación de la EEI.
Peligrosos como una granada
A decir de Álvaro Romero, un joven ingeniero aeroespacial que ha colaborado en un proyecto de la NASA para tratar de encontrar una solución al problema, «un trozo de basura espacial de 1 cm es tan potente como una granada de mano«.
Datos de ESA señalan que alrededor de nuestro planeta hay gravitando 128 millones de partículas de menos de un centímetro, casi un millón de partículas de entre uno y 10 centímetros, incluyendo más de 5.000 satélites comerciales o militares que fueron lanzados desde los años cincuenta y que ya no funcionan.
Las previsiones de ESA indican que este proyecto podría entrar en funcionamiento el próximo año, para entonces, el láser de alta precisión, que tiene potencia suficiente para iluminar el objeto y hacer un seguimiento de su trayectoria, será utilizado “como si fuera un radar”.
“Enviaremos un haz que rebotará en el objeto en cuestión y leeremos la luz que nos llegue rebotada para poder determinar con precisión la ubicación y trayectoria del objeto”, explica Reyes.
No se trata de eliminar, como se piensa, estos desechos cósmicos, sino más bien de cambiar la órbita del objeto en cuestión o conseguir, como mínimo, que entre en la atmósfera de la Tierra para que así se desintegre.
Los nuevos telescopios se emplazarán en el Observatorio del Teide, y “seguramente, el futuro pasará por intentar tener varios de estos láseres en la Tierra, pero también en satélites ‘basureros’, en el espacio, que sean capaces de ‘desorbitar’ basura espacial e ir limpiando las órbitas que interesen”, destacó el administrador Miquel Serra, citado en La Vanguardia.
El acuerdo de colaboración implementado entre el IAC y la ESA puede ser una prueba para misiones futuras, consideró el investigador.
Serra agregó que un tercer telescopio será instalado una vez en marcha el proyecto, éste será una antena de comunicación óptica dedicada a las comunicaciones en el espacio profundo.
La tercera nueva estación óptica se ubicará en el Teide y también servirá de enlace bidireccional con satélites.
Basurero espacial
A modo de ejemplo, hace 10 años los satélites Iridium-33 y el Cosmos-2251 coincidieron en el tiempo y el espacio, a una velocidad de 42.000 kilómetros por hora, una colisión que generó unos 1.800 nuevos fragmentos de basura espacial.
«Muchos de esos miles de toneladas de basura han vuelto a la Tierra, pero sigue habiendo una gran parte que sigue ahí arriba, no flotando, sino sometida a unas velocidades altísimas», asevera el ingeniero Álvaro Romero.
También hay tuercas, tornillos, gotas de combustible que se han congelado y pintura que se descascarilla de las sondas y satélites.
Un trabajo del diario El Confidencial alerta que pese a todas estas medidas de mitigación, “hace unos días, SpaceX puso en órbita una caravana de 60 satélites dentro del proyecto Starlink. Si alguno de ellos falla o es interceptado por otro trozo de basura espacial, pasará a engrosar la lista del vertedero espacial”.
Enric Marco, astrónomo investigador del Departamento de Astronomía de la Universitat de València, se muestra un poco más optimista ante el problema.
“Toda esa chatarra espacial supone un peligro para los astronautas, las misiones tripuladas a otros planetas y los satélites que ponemos en órbita. Pero no para la Tierra, porque contamos con la protección de la atmósfera; al penetrar estos objetos en ella, la mayoría se queman o caen en piezas muy pequeñas”, dice.
Desde 1957, según datos aportados por la ESA en su página web en 2015, se han realizado más de 5.000 lanzamientos que han puesto en órbita más de 6.600 satélites para la observación de la Tierra, de telecomunicaciones, de seguridad, de investigación astronómica, de meteorología, de navegación.
Por si fuera poco, la Organización de Naciones Unidas cuenta con una normativa que exige a los países que envían aparatos al espacio un compromiso para presentar un plan de mitigación de la basura espacial.